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miércoles, 30 de noviembre de 2022

Una nada que grita. 30.11.22.

Leí hace unos días algo que se ha quedado flotando en algún resquicio de la memoria. Sin dar detalles, pues no los sé, sería una Inteligencia Artificial a la que datos del pasado (diarios escritos, por ejemplo) darían una cierta personalidad y lograrían que uno pudiera mantener conversaciones con su yo del pasado. Soy consciente de que el vocablo personalidad oscurece más que alumbra en este caso.

Siempre me ha perseguido la impresión de que somos instantes, opiniones, recuerdos, anhelos  y perspectivas cambiantes unidas por un cordel que llamamos identidad que se forma de aquello que se memoriza detrás del magma de lo que forma y deforma el devenir que somos. Como esas laminas futuristas de cuerpos subiendo escaleras superpuestos. A veces, uno siente que es simplemente un vacío relleno de banalidades repetidas y recordadas junto con la forma que el destino atraviesa lo que sucede a nuestros ojos por nuestro estado particular y efímero. Impresiones marcadas como sombras en un lienzo virgen siguiendo patrones indescifrables. Quien sabe. Quizá somos materia que se une en un parpadeo por ningún motivo hasta que llega la hora de que sea cualquier otra cosa. Puede que ahora mismo esté lúcido, como si estuviera por morirme, o que haya caído en una misantropía y mañana siga igual, o ame el mundo y sus dones.

No puedo saber quien soy, tiendo a creer que nadie puede. Tiendo a creer, ahora, que soy, como tú eres, una creación de un presente inestable. Miro a mi yo de ayer, si eso significa algo, con cierta condescendencia y abandono por todos los sueños que enterró y que yo entierro con él cada día. Acaso el me responde que no me reconoce, atormentado por lo que no cambiará ya, aferrado a fantasías donde hubiera podido ser otro, desencantado, envilecido a veces. No sé que saldría de un dialogo así. Puede que nos diéramos cuenta de que no hay extraños tan radicales como aquellos que comparten lo que no puede nombrarse, algo íntimo y oscuro que se suele negar a su entendimiento, una nada que grita. Un intento de aferramiento a los sedimentos del pasado en un mundo que, ay, gira en torno a un constante olvido...

También me pregunto en que sociedad vivo si la opción de tener a alguien con quien hablar es buscarse a uno mismo en un monólogo grato, pero algo deshonesto, iluminador pero también furtivo. Nos estamos negando a la experiencia del otro por vivir en mundos irreales donde nuestra voluntad reine y el deseo nunca sea molestado. Es como la experiencia de Midas: vivir en un mundo dorado que al final nos fosilizará en una belleza inmutable, cruel.

Y aquí ya estoy terminando mi entrada, conversación conmigo con lo primero que acudió a mi cabeza. Quizá mañana niegue todo lo que hoy afirmo. No es que importe mucho. Una noche silenciosa se ha instalado en la ciudad y todo, todo aparece quieto. Una luz roja parpadea desde una grúa que duerme. La calma es el estado más deseado porque en ella se nos hace la ilusión de que hay algo que debe permanecer. La noche avanza, bajo los pestillos y sobre las aguas y en ella trae el germen de la ilusión de que una nueva promesa, radical y gozosa, pueda acabar por sorprendernos.




domingo, 27 de noviembre de 2022

Contestando al eco. 27 de Noviembre.

Hay un eco en el mundo hiperconectado, sigiloso mas incesante: el rumor de una ansiedad ubicua que exige que seas lo que no puede serse. Es la suma de las expectativas irreales, el miedo, la novedad rampando sobre cualquier acontecimiento para diluirlo en el segundo. En fin, no es nada más que el coro de todo lo que mira y juzga y habla, habla como una cacofonía insaciable de risa y olvido.

Se ve muy bien en el deporte, que se ha convertido en el espectáculo y metáfora de la actualidad. Del campeonato se viaja a la jornada, de la jornada al detalle, del detalle a cada instante, de cada instante a una avidez temerosa de tenerlo todo. 
Gana. Gana de nuevo. Gana a los más importantes. Gana siempre. Gana atacando más. Gana defendiendo mejor. Gana jugando más bonito. Gana TODO.  Gana y no seas soberbio. Pierde una vez y nada de lo que has ganado servirá. Después de todo, ¿qué es el triunfo, qué el éxito? A veces parece que traen alivio y no gozo. Y esa es la prueba de que no se ha ganado nada.

Uno entiende que a pesar de todas las comodidades actuales y el olvido de la penosa condición humana, la precariedad y la fragilidad de la vida son las que son; las que siempre han sido. La angustia resultante de la tensión entre la realidad robusta y la ductilidad de las impresiones consoladores, aquellas que se incentivan para adular mejor a masas temerosas del azar, de la vida, resulta en choques sangrantes. Es muy fácil refugiarse cuando uno sufre erupciones de la enfermedad infantil llamada por qué las cosas ya no pueden ser como antes. Y entonces, tratamos de impostar la voz para que su frecuencia supere al zumbido de la ansiedad que el mundo eleva, suma de todos los miedos de todos.

¿Solución? No la sé, cómo podría. Supongo que no es mal remedio momentáneo contestar al eco. Con presente. Con gratitud. Con alegría que se basta a sí misma, la única verdadera. Y entonces, en la competición de vivir, tratar de ser simplemente la mejor versión de lo que uno puede llegar a ser, sin rendirse a las voces que amenazan burlas, miedo, fin. Todo ya llegará. Pero por ahora, que haya armonía.

Hoy, el sol luce tímido en un cielo azul y claro. Gente persigue balones en los parques y otros caminan cerca del mar. El viento es una brisa suave que acaricia las alas y los rostros y cuando se alía con la luz, pareciera prometer el conjuro más simple y noble, aquel de una gran contemplación, una vida tranquila, la descansada ruta, el camino sinuoso que tras añoranzas y pesares desplegará, como un tapiz deslumbrante y efímero, el gran silencio que nos falta.



jueves, 24 de noviembre de 2022

Dulce et decorum est. 24 de noviembre.


Heme aquí, atrincherado y en un barro de días.
La metralla de los segundos explota.
La amplitud de campos arrasados
Se esparce voraz sobre anaqueles
Y los teclados mansos.


La jornada agrieta surcos
Y detiene el tiempo su rielar exhausto.
Quien sabe qué el futuro le depara,
Saltando al mar desde su proa exangüe…
Como el turbio sol al desertor se impone
A quien se atreve a desafiar su plan inexorable.


La lluvia cae suave, como bendición de mortero
Y las bayonetas de la ilusión están ahora melladas
Por oscuros augurios.
Una tierra de nadie desolada
Dónde solo prosperan el silencio y el humo.


Heme aquí, oyendo proyectiles
De planes y futuros turbios
Y campos de datos y comunicaciones impostadas
Que estallan tras silbidos de quietud aparente
Y desfilan por la nube en calma acostumbrada.
Quién sabe si el perfil de sombra del horizonte
Se iluminará en estallidos de rabia en segundos
Y el terror en destellos devorará la calma.


El logo de diseño oculta las trincheras
Y más ejércitos ignorantes luchan desde la aurora…
Y aquí, empapado, exhausto, herido,
Mirando al cielo con los ojos entornados hacia el alma,
Presto a aguantar en mi puesto hasta que aguante,
Perdida en la tarde la esperanza
Con el tiempo que desliza veneno entre sus flores
Sonando sus palabras,

‘Dulce et decorum est pro pecunio mori’.




lunes, 21 de noviembre de 2022

Sé lo que hicisteis el último milenio. 21/11/22.

Me descojono. El otro día Infantino, presidente de la FIFA, nos dió un sermón sobre Catar, el país en el que vive (y medra) acerca de las críticas que ha recibido su prestigiosa organización por vender una Copa del Mundo de fútbol al mejor postor para que venda su propaganda a través del entretenimiento más popular del planeta. De su trambólico discurso, que incluía que se sentía representante de todos los perseguidos de la tierra, rescato una perla. Los europeos que critican esto no tienen ni idea, después de las cosas que han hecho durante los últimos tres mil años (supongo que quiso decir treinta mil, pero se acabó moderando) les inhabilitan para cualquier crítica los próximos tres mil. Luego, dramatizo, miró a su alrededor, fuese y no hubo nada. Así que nada. Pensábamos que eran burócratas y eran guerreros de la justicia intertemporal y galáctica. Sé lo que habéis hecho. Os conozco, marditos roedores. La FIFA viene a arreglar esto, pardiez.

Una cosa hay que agradecer del titubeante discurso del probo gerifalte de la FIFA. El discurso de los traficantes de culpa en la práctica sirve de vindicación de las atrocidades presentes, las evitables. Lo hemos visto recurrentemente; es más fácil vestirse de pasadas víctimas sin inconveniencias a cambio del glamour, la portavocía de los que no pueden hablar ya y la pretensión de una ventaja presente. A las víctimas hay que repararlas, sin ninguna duda. El hecho es que la víctima es la víctima y no quien trata de apropiarse de su sentido, su voz, su historia. Para hablar en ciertos nombres, como para la provocación, hay que ser honesto. 

La historia es hermosa por lo que borra. Hay sangre, dolor, injusticias que conocer y reconocer. Lo cierto es que antes de hacerlo no estaría mal reconocer que todos somos los hijos de esa historia. El recuento elocuente, impostado. de desdichas de un mundo hermoso e inmutable que nunca existió lleva a un riesgo de mayores víctimas hoy, a cargo de un dolor robado, una iniquidad que se añade sobre otra. Cuando el presidente de un organismo billonario se siente emigrante pobre, gay, represaliado, acaso muerto, no solo no representa a las víctimas. Trata der despojarlas de su honor anónimo para fines, ay, demasiado sabidos. Y es la voz de su amo.

Y bueno, que queréis. Había pensado no ver este mundial, pero he pensado que sería el capitán Renault de Casablanca, asombrándome ahora de que en este Casino se juega, con el añadido del ridículo por querer ser serio. No he invadido, violentado, atacado o agredido a nadie. Mi piel es mi frontera y mi conciencia mi Ley. Asumo la contradicción, pero niego a nadie a atribuirme y atribuirse los agravios que no conoció y no le tocaron. No hay nadie que sepa, nadie que haya preferido no saber pero haya sabido, nadie dueño de mi propia historia. No es gran cosa...pero es la mía. No la cambio por quien vende moralina por un puñado (grande) de dólares.

La noche ya ha caído sobre un mundo lleno de cicatrices. Algunos sabrán las maldades que padecieron otros, habrá algunas, demasiadas, escondidas por siempre. El viento es un rumor agresivo que eriza las olas del mar, puñales de olvido contra un mundo que gira demasiado deprisa.




miércoles, 16 de noviembre de 2022

La Ley. 16/11/22.

Se habla mucho de la ley estos días. No merece la pena perderse en detalles. Como es acostumbrado, quienes saben callan y quienes ignoran llenan el aire de palabras. Vivimos en una época que aspira, entre otras, a la literalidad y al entretenimiento. El resultado es un poco pringoso, el de una frivolidad que pudre lo que reviste, perdiendo el tiempo en la contemplación de lo obvio, agostando otros significados, otras oportunidades, la diversidad de lo que existe, en definitiva. La ley es hoy uno de esos tópicos extenuantes.

Esto es cuanto sé de mí, pues sólo puedo hablar de mí. Estudié derecho. Lo hice, como tantas otras cosas he hecho, sin mucho convencimiento, algo de curiosidad, la inercia de seguir en los estudios que me parecía lo único para lo que valía, un poco movido por una sensación de utilidad y de falta de confianza en mí. Había otras opciones, decidí que mi vida estaría plena de tiempo y que no lo malgastaría como un pródigo que acaba ofuscado sin saber lo que posee. Sobre el derecho, sobre la ley: no soy ningún experto. De la carrera, algunas partes me gustaron, otras no. Hoy odio que esas decisiones pospuestas hasta que sólo pudieron ser súbitas, ese ir con la corriente, haya sedimentado una tristeza que nunca se ha ido de mí.

Recuerdo dos fragmentos que me hicieron pensar en las leyes como algo valioso. En la sangrienta 300 de Frank Miller, Leónidas dice a su exiguo ejército que pelean, posiblemente mueran, por la ley, para evitar que se convierta en la voluntad de un hombre, el anhelo de Jerjes y los que son como él. Obviamente simplificadora y anacrónica, me gusta una idea en ella. Cuando la ley coincide con la conciencia, es la expresión de la libertad. El otro texto es el cuento mínimo de Kafka Ante la ley. Leedlo. Es misterioso y siniestro, básicamente la fútil pugna de alguien por estar dentro de la Ley mientras fuerzas más poderosas que su voluntad lo impiden. Si la ley es letra muerta, sin el espíritu que la vivifica, es una cárcel de cualquier anhelo justo. Pienso que cualquier reflexión sobre las leyes debiera ser un diálogo incesante de la voluntad de la gente que decidirá libremente someterse a ella, consciente de ambos extremos.   

Se dice a menudo, y es cierto, que la ley está hecha para el hombre y no el hombre para la ley. No obstante, creo que esta perspectiva soslaya el aspecto fundamental. No es la ley la hecha para la gente. Estamos hechos los unos para los otros, para vivir juntos. Hay una perversión del legalismo, desde luego, pero también está la de aquellos que desean sacar ventajas de la convivencia ignorando la libertad de otros porque han decidido que su deseo vale más. La ley es también el aprendizaje más necesario en el mundo de hoy, con su suma furiosa de egos desbocados: aprender a ser iguales en lo que importa, para ser libres siendo distintos. Creo que la única libertad posible nace tras entregarse uno a algo más grande, más poderoso e inefable, más allá. Ese algo no es la ley, sino la conciencia común de la que nace tras un proceso deliberativo (idealmente). 

No se engañe quien lee esto: hay que servir a alguien. Puede ser a la libertad o a la opresión, al ángel o al diablo, con conciencia o por desidia. La cobardía del mundo y el afán de seguridad buscan sirvientes. la libertad y la esperanza, también. El dinero, el poder, el rencor contra los males que acechan, en especial el otro, el enemigo. O en cambio el afán de encuentro y de alegría. Todo puede ser plasmado en una ley, Kelsen tiene razón. Sin embargo, para vivir fuera de la ley se debe ser honesto; Antígona lo fue. Depende de cada uno aspirar a vivir en una sociedad decente u opresiva. Depende de cada uno aspirar a conformar el tipo de persona que se desea llegar a ser.

Estos días la noche cae a plomo, apresuradamente nos envuelve a las aves y las gentes, el río, los hierros, las luces y el viento, la calzada y el rumor antiguo del día. Trato de no pensar mucho en mi país, el que me hizo, el que me hace ahora y pensar que mañana será otro día de libertad y oportunidad, porque la ley de la conciencia dicta que cada momento ha de ser atesorado. A las alas de este pensamiento entrego hoy mi espíritu, abatido y cansado.




domingo, 13 de noviembre de 2022

Geografía sentimental. Trece de noviembre.

Me gusta más mi ensueño que mi realidad, como a casi todos, los que no la hemos conquistado. En los vaivenes del destino hay resquicios en los que me entretengo con el gozoso alivio de ser otro, o yo, pero distinto. La realidad que vivimos es el velo de otras. Hay una geografía sentimental, y sensitiva, que no abarca solo el trayecto ya hollado, sino que es recorrido por las pisadas de la imaginación hacia futuros inciertos.

Supongo que todos hacen lo mismo; es grato descansar de las costumbres, la herencia y el futuro predecible y entregarse a una potencial libertad arrolladora sin tener que sentir sus pequeños tributos: hay gente que uno desea conocer, como otros horizontes deseados, misteriosos y promisorios y también parásitos sin dignidad que no son capaces de irse de otras vidas a las que no están invitados. Pero bueno, eso también es la carrera del río del tiempo. Saber pasar y llevar lo que uno desee consigo mientras pueda, recuperar, perder y recordar, mirar al futuro.

Hay un pasaje del Don Quijote que me gusta mucho: Sancho ha conseguido y sufrido su ínsula y se ha hartado de las pretensiones y maldades de otros a quienes consideraba diferentes. Vuelve a su rucio conocido y lo abraza mientras llorando, dice:

Venid vos acá, compañero mío y amigo mío, y conllevador de mis trabajos y miserias; cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.

Después, declara que va a volver a su antigua libertad, para que lo resucite de esta muerte presente. Ningún destino más alto que ser libre, sobre todo de la ambición y la soberbia, alimentos que avivan el hambre que dicen ahitar. Ese es un amable recordatorio de que las fantasías muestran una luz irreal, como los cuadros hiperrealistas. Nada malo en el relajo que que otorga el examen de otras capacidades que el rumbo tomado tronchó. Pero es malo vivir en un lugar en el que las capacidades se vuelven obsesivas y asfixiantes, y en vez de un lugar diferente y agradable, pintan palacios y triunfos vanos. Eso me digo, mientras la gente pasea en una noche que nace de un invierno desolado, demasiado pronto y demasiado larga. 

La ciudad duerme entre las luces tímidas de los hogares en los que otros suenan, pelean, sobreviven, temen y anhelan. La comedia humana nunca se detiene y sus personajes hoy se refugian del viento, se alumbran y calientan, como los erizos, esperando la aurora. 

lunes, 7 de noviembre de 2022

Vamos Rocky no me jodas. Siete de noviembre.

Ayer vi por fin Rocky. Era una de esas pelis que al parecer todo el mundo ha visto. Fue distinta de lo que me esperaba. Estuvo bien, pero me resultó muy gracioso verla, a estas alturas. El resumen destripa un poco la historia, por si acaso alguien que aterrice en esta entrada no la ha visto aún. Allá vamos.

Rocky habla torciendo la boca y generalmente a gritos, a otra gente que grita o le grita también y muchas veces confieso no saber por qué gritan. Supongo que quieren representar la dureza de la vida y la crudeza de su barrio. Hay un mafioso que va en coche todo el rato y su chófer sin más grita e insulta a Rocky porque sí, y a su novia también (ya llegaremos a eso). 

No tiene familia pero le gustan los animales, y la chica de la tienda de animales, que tiene un hermano que es amigo de Rocky y trabaja también con animales (en el matadero) y es el que más grita y grita en la película, sin mucho motivo la verdad. Una vez tira un pollo entero a la calle porque su hermana lo estaba cocinando, dando voces mientras lo hace. La virgen, que panorama.

Es un buen chico, trata de ayudar a la gente, no matar a nadie aunque el mafioso le insinúe cosas, y trata de convencer a su amigo de que le arregle una cita con su hermana. El cortejo a la chica es de puta madre. Le dice que entre a casa, que él le dice a su hermano que ella está ahí y abre la ventana y da una voz. Luego le dice que el sofá es muy bueno y le quita las gafas para darle un beso (reflejo de boxeador, supongo). Y después ya se quieren y ello le hace gritar un poco menos. Y ya no compra alcohol a menores ni le dice una niña que no vaya mucho con chicos para que no piensen que es una cualquiera. La verdad, da unos sermones del copón al principio de la peli. Sylvester puso todo escribiendo ahí.

Mientras pasa todo, el boxeo no es que esté muy presente, la verdad. El caso es que el campeón del mundo decide organizar un Operación Hostia Triunfo y elige al azar a Rocky, que no es que esté muy en forma. Su entrenador gritando le dice que promete, como digo yo que si no me lesiono la rodilla me ficha el Bayern de Múnich. Así que Rocky, The italian stallion, se pone a entrenar. En la primera carrera casi echa el hígado subiendo las escaleras, no tiene gimnasio así que da hostias a las piezas de carne del matadero. Tiene muchas discusiones con el entrenador, a voces mayormente. Una de esas discusiones, antes de comenzar a entrenar revela la emoción más auténtica de la película en mi opinión. Y bueno, después sigue corriendo a topísimo y pegando fuerte, por calles desiertas y sucias, hasta que llega el gran día.

La pelea es cojonuda también, el campeón del mundo acaba hecho un Cristo después de pelearse con un paisano que entrenó dos o tres semanas, me parece, igual fue más, no me acuerdo. Los dos están moribundos y dicen que no quieren rendirse, a la gente le da igual si se matan, ya ni se sabe lo que hacen, tambaleándose. Total, que llega el final y mientras están contándonos que ha pasado (un empate, creo), Rocky grita a su novia con la boca más torcida que nunca, y su novia está muy emocionada porque ha sobrevivido, aunque no lo parezca y se dicen que se quieren. 

Eye of the Tiger no sale. 




viernes, 4 de noviembre de 2022

La ciudad y la noche. Cuatro de noviembre.


Hay cielos estremecedores porque en ellos se adivina el vacío. Transmiten el silencio sin fin, el que no rompen los seres tras las ventanas, ni los vehículos, ni la paz rumorosa de la primavera. Amalgaman nubes sucias con humo incontenible que vomitan las chimeneas. Los edificios se alzan para ocultar el mar. Los raíles unen ninguna parte con el futuro que nos olvidará. Las paredes  lisas extienden una sombra que se desploma sobre espacios vacíos, en una quietud inevitable, fantasmal, de hastío y abandono. Y el tiempo pasa detenido incesantemente, como una gota de lluvia se desliza en las ventanas del otoño, como la sensación del alma de que la vida se halla ausente y escapar es arduo porque no aparece sitio al que ir. Una tragedia irrelevante.

Me gusta el estilo expresionista de este paisaje urbano. Creo que todo arte, como todo lo que hace un ser humano es un intento de comunicación, con mejor o peor fortuna. Este cuadro es conmovedor en su ensimismamiento, como si su atracción oscura invitara a desear escapar de allí, pero a vivir también, o acaso sentir que las ciudades, tan llenas de gente y de movimiento en realidad carecen de una vida. Su horizonte es de hielo, uno que quema y corta, para mí más candente cuánto más frío aparece. Una desolación calmada, una desesperación elegante mientras la luz mortecina detiene el tiempo y sus hipnóticas formas atrapan la parte de la visión interior que da a lo que no se sabe nombrar. Un silencio que chilla, haciéndose pedazos.

He conocido al artista, Mario Sironi, gracias a un libro estupendo, M. El hijo del siglo, acerca del nacimiento del fascismo. Lamentablemente, como gran parte de la vanguardia asociada al futurismo, Sironi cayó en una doctrina deleznable, que impulsó sus temas y sus abandonos. Otra lección de tragedia, una real que nadie puede embellecer. "No hay pintor que valga sus pinturas", dijo de él Gianni Rodari, escritor y simpatizante comunista, que lo admiraba y lo reivindicó. En palabras de Picasso, fue el artista más grande de su tiempo. Quizá exageraciones, quizá sólo palabras. El arte no debe someterse a las tablas de clasificación; todo lo que nos completa queda fuera de mediciones y párrafos revueltos llenos de hojarasca.

Nadie sabe en que abismo abyecto puede derrumbar su alma, ni el enigma del talento. Un comensal de Mussolini, que sentía la ronquera de su odio agitando su propia piel, llevaba dentro un mundo hermoso y desolado. Pero de esto ya han hablado otros y en realidad no se puede hablar demasiado: el genio se extravía como cualquier otro con los vaivenes del mundo.

La pintura sigue impresa levemente en mi mente aún, difuminada, y aún vuelvo a ella. El tranvía parece crear su camino mientras se adentra entre los edificios y el final de la avenida agoniza bajo una luz templada y siniestra, los tejados relucen porque nadie vuela encima de sus copas y en todos los lugares hay almas muertas. Mi ventana da a una tiniebla espesa, el tiempo pasa y el día parece eterno, del ocaso al alba escondido y una pintura metafísica se forma allá abajo, con el río y los paseos solitarios, con los edificios poderosos y las ruinas de las obras, las grúas y el mar. La ciudad es noche y lo será durante unas semanas. Nosotros, que ya sabíamos, buscamos una llama que de calor y luz en los rostros, una nueva forma de mirar que extraiga la belleza de los abismos, de las rutas de lo cotidiano, casi una armonía...casi una fe.