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martes, 30 de marzo de 2021

No sé quien soy. 30.03.

La belleza nos salvará. Nos repondrá de ser inmutables el estallido blanco de los almendros y el soplo delicado del viento, que va donde quiere. Nos dará profundidad a la mirada el misterio de los animales, tan diferentes y tan hermanados por un misterio que nadie puede considerar sin sentir un asombro ancestral. Nos consolará de lo que no comprendemos el esfuerzo ajeno, la alabanza y la libertad de ver en el otro un reflejo dorado de lo que podemos aspirar ser.

Lo creo firmemente, aunque hoy no sea fácil. Cada día se levanta con la misma fatiga de una repetición sin duende, enredada en las mismas peleas sin vuelo ni gloria. El mismo mal que nos tienta, la misma indecencia que envenena un convivir difícil, como son todos. Porque no existe calma sin esperanza ni se puede vivir la vida solo recogiendo un fruto de hoy, sin sembrar ilusiones. Hoy cuesta tenerlas, mientras las semanas agrietan y las horas cobran una usura de tedio y cierto abandono de uno. Las noticias se repiten, las impresiones nos bombardean por encima de nuestra capacidad de asimilarlas, las mismas guerras que nos capturan en una tierra de nadie baldía mientras los fuertes reclaman sus tronos. Pero hay algo admirable en el espíritu humano que hace de cada final un nuevo principio. Nada está escrito. Entre la minuciosa malicia de las redes, aún correrá el agua.

También podrá salvarnos la belleza del recuerdo, que a veces brinda dones inopinados. He recordado durante el día como era visitar el pueblo de mi padre y pasar las noches frías oyendo el silencio del campo, más espeso y profundo que el de cualquier ciudad, siempre alerta. Era un mundo nuevo, un esfuerzo por re-conocer lo que apenas sabía, puertas con gateras, orden familiar estricto, calor y sudor de los mayores, una habitación, una manta (zamorana, por supuesto) que ajustaba el cuerpo contra el lecho, para mantener el calor que la helada afuera reclamaba. Yo no sabía lo que pasaba, era un turista que volvía a un inicio de su historia sin saber muy bien cuál era ni por qué. Y fui feliz allí, marchitas en mis labios las antiguas voces, porque todo era a la vez nuevo y tan antiguo como el tiempo mismo. 

La felicidad impone una carga y una bendición: siempre parece un lugar al que es posible volver. A todos mis afortunados días y a las voces que se han ido acallando en mí pero aún perviven les pido volver la vista y poder recordar, para poder aspirar. Si podré, no lo sé. Dublín es un río indiferente hoy y un cielo amigo, un sol de cariño y las implacables grúas recortadas contra el atardecer. Las iglesias se perfilan contra la línea del cielo y las luces en los edificios sugieren la resistencia que necesitamos. Porque no sé quien soy ni quien fui, y los recuerdos vienen y van, mintiéndome. Porque lo que era monótono ayer hoy me llena de pesar al faltarme. Porque necesitamos más aire y más silencio. La belleza nos salvará y, déjennos tener esperanza, la belleza nos hará, de vuelta de algún día sin ningún anuncio de brillo especial, comprender. Y todo empezará de nuevo.


   

sábado, 27 de marzo de 2021

Adiós a todo eso. 27 de marzo de 2021.

Algún día, la conciencia que somos se desvanecerá. Quizá no sea para tanto. Llevo sin ver la magnificencia del cielo nocturno durante centenares de miles de años. Que a veces sienta lástima porque mis ojos de animal curioso dejen de admirarlo una noche y las que la sigan no disminuirá su esplendor indiferente. Por otro lado, el yo es una delicado hilo que anuda las experiencias y las esperanzas en un cendal fino para sujetar la dirección de la flecha del tiempo, esa que apunta a un reluciente mar que imaginamos y no conoceremos. Parece lógico desear que esa experiencia que da unidad a tanto fulgor distinto nunca tuviera que romperse.

Considerando en frío, imparcialmente, somos seres de días. Lo experimentamos de una forma cruel desde hace unos meses. Pero siempre lo hemos sabido. En cada leve inconveniencia y fastidio por dedicar el tiempo a lo que nos desgasta; en los pensamientos que acechan y vuelven aunque no deseemos seguir anclados en ellos; en la pelea por conquistar el segundo para que no nos fluya de las manos y nos deje anhelantes de lo que ya se va alejando de nosotros al quedarse atrás; en la lucha por la verdad y por algo que trascienda la pavorosa fragilidad del ser, hacia la luz más alta en la que encontraremos acaso una respuesta. En cada noche en la que no recordamos nada digno de ser diferenciado y atesorado durante el día que pasó...

Pero vuelvo a divagar y como casi siempre, es acerca de lo que no podrá ser aprehendido. Y sin embargo, me gusta imaginar otros tiempos y lugares alrededor de nuestro inabarcable Universo. En otro sistema alguien escribirá o escribió, pintará o pintó cosas parecidas a novelas, poesía, cuadros, esculturas. Cerca de un sol que puede ser distinto al que nos alumbra, un ser se pregunta por la verdad y el sentido de su breve paso. Frente a un mar de gas iluminado por tres lunas, alguien venderá entretenimientos para el espíritu a otros que se sienten cansados. Mientras un satélite populoso era destruido por una estrella voraz, alguien compuso arte elegíaco para dar valor a los que compartían su trance. Siempre lo imaginado, tan profundo como lo que no vimos. Siempre lo creado, tan posible en el futuro que no hemos de contemplar. Todos dejaremos una breve memoria de nuestro paso, en lo bueno y lo malo, los amigos y los rivales, los momentos felices y las caídas. Poco después, esos planetas, soles, constelaciones, galaxias, también engullirán otros y se irán apagando. Y ese será el momento en el que estas especulaciones, bastante baratas, se confundirán con lo real, cuando sea un recuerdo tan leve que quienes queden no sabrán si en realidad ocurrió, como yo ya no sé si hubo una tabaquería en Lisboa.

Hoy el río sigue avanzando, el viento sigue soplando donde quiere y sé que el sol se esconde tras las nubes que viste de seda blanca. La gente pasea, tratando de sobrevivir como mejor puede. Si hay algo más allá de ese burbujeo incesante de la existencia, es difícil saberlo, mas sé que, ay, algún día llegará en que habrá que decir adiós a todo eso. Parece difícil mantener una conciencia personal tras haberla sentido desde hace menos de un parpadeo de la historia de las cosas. Pero quien sabe. Puede que nuestra concepción del tiempo sea irremediablemente defectuosa, ¿cómo podría ser de otra forma? Somos materia que trata de conocer el misterio que la engendra. Puede que seamos solo la forma en que el Universo se conoce a sí mismo. Bienvenido a todo ello, día de hoy.






jueves, 25 de marzo de 2021

Lo llaman molestia y no lo es. Contra la mucha comodidad. 25/03.

Durante las últimas semanas llevo observando algo a mi pequeña escala que había intuido otras veces. Cierta cantidad de incomodidad parece deseable y demasiado confort arrastra a la molicie. No se puede vivir embelesado en el ocio si no hay un esfuerzo incluso en ello. Yo siento un cierto alivio cuando algún pequeño esfuerzo o tarea lleva una carga añadida. Creo necesario consignar que he vivido una existencia afortunada y feliz así que esos pequeños trabajos suelen ser banales y no deseo los grandes pesares para forjar mi carácter, posiblemente bastante perdido ya. Prefiero el sol al drama y a veces me frustro y pataleo, como tú.

Sin embargo, existe una gratificación instantánea después de elegir un camino algo más arduo; simplemente, saber que aún puedo arrostrarlo y confiar que el día en el que no seré capaz está lejos. Ese sentimiento semiatlético, nietzscheano, de la felicidad: superar una valla, tener el orgullo de estar dispuesto a pagar el precio que cada decisión impone irremediablemente. Una aristocracia del espíritu, en cierto modo. Callar cuando podría quejarme. Apretar los dientes y tratar de alcanzar aquel estado de la mente en la que el estoicismo vence al desencanto, decirme que nada importa salvo lo que haga de mí. No siempre funciona claro. El ideal nunca paga peajes y lo real asusta al fijar un punto de no retorno que las buenas intenciones no pueden aspirar a modificar.

Me pregunto como será el mundo cuando ya no esté. Supongo que tiene algo de mórbido, pero no lo veo tanto así. Para mí, sin exagerar, se trata de saber como serán los inviernos que no veré, si habrá gente sentada frente a una lumbre modesta, como cuando era niño, si seguirán viendo puestas de sol o recogiendo moras, si la vida tornará en torno al Sentido o a la Verdad. Me imagino cómo podrán ser los avances técnicos y el alma de los hombres, si la tentación de lo fácil conserve el misterio de su alma y el arrojo de tomarse molestias dará una luz más cálida a sus días. Es lo que canta Dylan, puedes elegir, pero tendrás que servir a algo o a alguien. Pido que sepa encontrar un propósito, acaso una verdad que me eleve. 

Dublín pasa otra tarde triste, como la mayoría estos últimos meses. Lo llamamos pandemia, miedo, prudencia, tristeza, abandono, rabia, pero son mucho más que eso. Entre las nubes oscuras, el viento, las preocupaciones de la gente y las miradas grises, somos llamados. Joseph Conrad escribió "Creí que era una aventura y en realidad era la vida". No creo que haya mucho más. La vida en la enfermedad (el camino brillante y genial mas, ay, tan terrible), en el silencio, en la angustia por el futuro, en las pequeñas alegrías y en las euforias, en el temblor y en el éxtasis. Deseo muchas veces que sea más fácil, pero es mi tarea tratar de hacerlo. Trato de apechugar con lo que decida, sea errado o feliz y llegar a ser una mejor versión de mí. Allá esta ella, taimada y dulce, llena de cargas y presentes. No sabes que dispondrá tu mañana. Ve y pelea. Ella siempre está dispuesta, pero nunca espera. 

Vamos, corre, date prisa.



lunes, 22 de marzo de 2021

Hoy escribo gilipolleces. Veintidós de marzo,2021.

Es la hostia. Interesarse en España no es interesarse, es morir. Uno trata de no estar lejos y esperar lo mejor, por su gente y por su futuro, pero vive Dios que es difícil. La España de espíritu burlón y de alma quieta siempre estuvo ahí: nunca pasa nada y si pasa, se le saluda. Hay un fatalismo sardónico que queda muy bien como postura, pero que acaba siendo una impostura, se sabe guardar muy bien de lo que no se puede tocar. Hay también un esencialismo excepcionalista que cansa: el país es o lo mejor o lo peor, nunca uno más, con problemas, como todos. Hay clientelismo, corrupción, estupidez, envidia. Hay gente buena, sol, buena comida. Pero ya se me va la perola. Yo solo quería contar acerca de la gente que "hoy escribo sobre...".

Puede que se haya cruzado usted con algunos. Son los que dan opiniones que nadie ha pedido en aceras inocentes. Son la airada respuesta a una pregunta que nadie hizo. Son cuerpos de signo de admiración vueltos a las nubes. Son metralletas de eslóganes, panzers de consignas ajenas. Son la hostia. 

Parece que las cacofonías del eco nos atraen misteriosamente. He visto cosas que vosotros no creeríais: autobiografías de futbolistas de 19 años, el uso indiscriminado del término de moda (una vez oí hablar de un talibán de las carreras de caballos), el nacionalismo progresista, gente cercana a la jubilación llamada con diminutivos (Rociíto, Ramoncín, Paquirrín). 

Lo que no me esperaba es que la salvación fuera a venir de columnistas. Pero ahí los ven ustedes. Ávidos de temas de rabiosa pertinencia, vinculando asuntos en apariencia alejados para demostrar su lucidez, derrochando estilo punzante e irónico, alumbrando a las masas. Y oye, cada uno se gana la vida como puede, faltaría más. Pero al menos se agradecería menos intrusión y más pensamiento. Porque es todo un reflujo antiguo cubierto de brillantina. Regurgitan lo que han dicho otros mejor, repiten las ocurrencias como ideas, abrasan el matiz en el ejemplo burdo y al fin, se fuman un puro con la conciencia satisfecha de quien ha hecho algo para salvar el mundo. 

Son las redes sociales, los libros que les venden sus amigos, los podcasts que rellenan, los despachos oficiales que ocupan, las reflexiones que malgastan, las revistas que asuelan, los platós que visitan y las putas columnas que repiten lo mismo para que los convencidos les hagan la ola. Las élites se han ido de lo común a lo que pueden permitirse sin compartirlo y han dejado a tertulianos de intelectuales y a charlatanes de políticos. Esta es mi aportación al coro hoy: la crisis de representación de las sociedades, cubiertas por subproductos que hacen mucho ruido sin tener nueces. 

Ya es de noche aquí. Voy a cenar y a tratar de evitar mucho contacto, no siendo que haya alguien que hoy escribe sobre algo. No siendo que las luces, la luna afilada, el color de los almendros y la suavidad de la noche tengan que ser testigos de la ardorosa columna "Ya sabe usted ahora como somos Onán y yo, señora". Ellos ya tienen su parroquia. No hace falta unirse a rebaños, a estas horas. Porque si no, de qué.

Hoy escribo gilipolleces. 

sábado, 20 de marzo de 2021

Anhelo de un hogar, deseo de un olvido. Veinte de marzo.

La fotogenia ayuda pero embruja. De los paisajes físicos y morales hace un espacio alternativo donde todo funciona y corre por los raíles de una costumbre sin pesar ni insatisfacción. A mí me ha sido dado vivir una de esas malicias: siempre pensamos que los paisajes cercanos a nuestro hogar, aunque amados, tienen un brillo más apagado que lo que se esconde tras las montanas que forman el horizonte escarpado. Vivir fuera de tu país es una experiencia hermosa y gratificante. No obstante, una de sus mayores ventajas es un filo que en ocasiones amarga. El sentido de que tu mundo es como lo ves y que el mismo sol baña todos los reinos. No creo ser extraño en esto; parece que somos bombardeados por ideas universales y refulgentes, echamos de menos lo concreto que ayuda a hacer la vida, un aroma, un paseo, un lugar en el que construir un santuario a salvo del oleaje de los días. A salvo de lo que nos desea hinchar para vaciarnos, de lo que desea que consumamos experiencias, sentidos y presentes para consumirnos en un vacío que quema. A salvo de lo que hiere a cambio de una recompensa que no llega.

Me parece que parte de la tensión que aqueja y agita la vida pública es un grito ronco. Nace como un murmullo que muta a clamor, el de las personas que desean la concreción de sus propósitos en lugar de efluvios ilimitados que ni alimentan ni dejan soñar. El ego puede necesitar aires de grandeza, mas el cuerpo quiere la felicidad inconsciente y un propósito sencillo. El héroe y el santo son centinelas de fortalezas asediadas en desiertos en los que algún día asomaran los tártaros, pero esas fortalezas existen por el calor de la vida y la armonía del corazón de los que las habitan. Para alcanzar esa armonía, creo que es necesario buscar lo que existe y tratar con reparo a lo invisible. Puede que algún día aprendamos que unas son emanaciones de lo otro. Pero hoy, no lo sabemos.

Ese deseo de ser tenidos en cuenta sin quedarse atrás es algo específico y pegado a la tierra. Puede que lo confundamos, o debamos conformarnos con dejar rastros breves...pero eso no basta. Dejamos un rastro, una huella que no queda pero se registra. Un pensamiento que quizá no compartamos dentro de un tiempo, un recuerdo que traerá una punzada de pena, un motivo de vergüenza, un orgullo que no ayudará hoy, marcas de una persona que fuimos y ya no reconocemos. Una huella, una mancha humana. Queremos que cuenten con nosotros, no ser recordados en cada error, remordimiento o caída que pertenecen a la condición humana. Y el cínico consuelo de que nadie perderá su tiempo en verlo porque estarán todos ocupados tratando de dejar su huella recuerda que ese vosotros nunca se abre a un nosotros que libere. Y el murmullo de esa falta de hogar, el clamor crece retroalimentado.

Solo puedo conjeturar que el futuro cercano repondrá un deseo de olvido como reverso necesario de la presencia actual, la de los desafíos cotidianos, el paso tranquilo y el ir resolviendo problemas en que consiste la vida. Un rechazo de la celebridad a cambio de la existencia. Uno piensa que la modernidad ofrece rasgos de ello, la fama contra la angustia de los que ven sus impulsos sin fruto para ser alguien y el recogimiento de los que confían en que sus semillas prosperen. Pienso en Kafka, Pessoa, Cavafis, trabajando en sus puestos y sin darse importancia, lanzando su botella de náufrago al mar del futuro y dejando que el azar y el gusto decidan su destino. Imagino que hubo otros millares que no tuvieron la fortuna, pero no creo que deba importarles demasiado. Existió su hoy, nuestro ayer.

Las nubes dejan un paisaje quieto de belleza desolada, agradable y serena. La belleza puede salvarnos. El tiempo y el río pasan con suavidad sobre los seres que los contemplan. Las ramas comienzan a lucir de primavera al son de un viento tímido y las aves surcan el cielo con su inocencia y orgullo. Yo no sé que es lo que ha de quedar de mi, entrego parte de mi tarde a este consuelo fútil de dejar escritas estas disquisiciones sin rumbo y esperar que el día llene lo que las palabras no pueden aspirar, porque el espíritu es capaz de vivificar lo que lo escrito deja perecer. Y así ha de ser, mientras la tierra gira.




martes, 16 de marzo de 2021

Días de sol. 16/03.

Hay días con sol y días de sol, como hay presencias que nos resultan mortecinas bombillas y otras que nos parecen fuegos salvajes que alumbran los territorios libres. Los días de sol pueden obrar prodigios en el alma humana. Alumbran un cielo más puro y las simas del alma. Cuando la luz baña un objeto o un sentimiento, es distinto a cuando los ilumina. En los primeros casos, parece que la luz les sale de adentro.

No sé si soy yo o les pasa a todos: cuando niño, veía alargarse los días y la calidez que hacía la mañana fresca pero agradable y la tarde inacabable, llena de promesas. A veces, la vida consiste en simplificar, creo. Buscar el vuelo del ave, el cosquilleo del sol y la presencia animosa contra el futuro. Lo que otras veces parece una rutina que aplasta en su rodar implacable, se convierte en un rito donde los pasos cobran sentido. Los sonidos entre los árboles que despiertan, el murmullo de la fuente, los rayos de luz filtrándose entre las hojas. Y todo eso es una riqueza que no precisa avaricia porque es mayor cuanto más se comparte. 

Vivimos encerrados en Universales: conceptos abstractos que ofrecen un marco intangible para nuestros días. Son placenteros, pero fríos. Sienta bien que un sol amigo permita que palabras como madre, mar, sol, alegría,frescor, voz, amistad, luz, justicia o belleza desciendan de su reino puro a una realidad concreta y unan ambos mundos en un éxtasis de melancolía. En ese sentido, el verano de la existencia es también el tiempo en el que nos parece que todo se ha detenido y podemos planificar la conquista del futuro. Es tiempo de libertad y relajo, iluminados por una presencia benévola y muy alta, adonde nada puede alcanzarla. Y entornar los ojos contra el brillo irresistible, y sentir la piel despertar. El verano de la existencia, que para mí pasó sigiloso como un ladrón en la noche.

Hoy el sol había desterrado a las nubes y el viento no brizaba las olas del río. El tiempo no existía por un instante. Caminaba a la orilla sin desear nada. Me quedé mirando el tremeluz del sol sobre el agua, la calma refulgente de su caricia. Sobre ese brillo gozoso, había un pato, tranquilo como ellos saben serlo nadando. Súbitamente, se sumergió, como cayendo en picado hacia la profundidad. Esperé unos segundos, a ver si salía. Debía de estar a gusto y refrescado, no lo vi más. Era lo lógico. Bajo el encanto del agua, ser feliz sintiendo que la luz sigue arriba y nos cuida, no hay que darse prisa y nadar sin preocupaciones. Él se quedó ahí, persiguiendo sombras y volando bajo otro cielo. Yo he seguido caminando, sin pesar ni urgencia, sintiendo besos de brisa contra la piel y el aleteo del día de sol en el espíritu. Las voces tenían un tono más alto y desde su reino, la luz bendecía lo que pasaba. Cuando llegan estos días, hay un deshielo en el alma y una fuerza interior muy poderosa se atrinchera contra el dolor del mundo, su empuje perverso, sabiendo que contra su impulso terrible hay algo en nosotros aún más irresistible empujando de vuelta. 

sábado, 13 de marzo de 2021

11-M. El escudo de Aquiles. Trece de marzo.

Ella mira cada mañana un horizonte escondido entre antenas. A veces, las nubes anidan en esos brazos y a veces el sol hace brillar el metal. Piensa en los viñedos de su niñez. Cuando se tuvo que mudar a la ciudad, sus padres la extrañaron del trabajo arduo y cruel del campo, pero el sol y el agua de los pueblos pequeños alienta más el alma, quizá. En cualquier caso, la había tratado bien. Los sueños también se pierden por buenas razones; había aprendido a concretar su deseo y amaba la ciudad hosca que se extendía bajo un sol generoso y un celeste abierto. Y eso había bastado.

Hace su café sin prisa, mientras oye la radio y recoge la ropa de la cama, se ducha, se viste, revisa unos papeles. Después, como cada día. escucha Extremoduro en el coche que conduce al trabajo. Una multitud de otros autos que se mueven en latidos, alineados al son de un tambor de tiempo, esperando la señal para avanzar y la señal para detenerse. Son esos placenteros minutos del día cuando la claridad baja del cielo, como un don, y el cuerpo finalmente despierta de una duermevela plácida en los mejores días, cuando no hay estrés ni angustia en el corazón. Una soledad compartida que despierta, ávida de darse y compartirse en otros, para sentarse en la hierba o para invitar a una caña. 

Cada once de marzo parece que el cielo está más cerca. Los recuerdos, las nuevas opiniones, toda la hojarasca de pareceres y declaraciones solemnes, la mirada ausente de muchos. En fin, señales del desconcierto, de un deseo íntimo de ser despojados de la carga de lo que nunca debió ocurrir, de un recuerdo de aquello que simplemente...no puede pasar. El clima moral de lo que la tristeza arrasa. Es la nube de polvo que los ejércitos del tiempo levantan a su paso implacable. Ciegan la visión del momento y cubren las cabezas de los que quedan con una corona de desolación. Nada puede ser interrumpido. Lo que ocurre es para siempre, y esa ceniza nunca se puede aventar. Quizá sea mejor así, piensa; que estén aún, sentir que forman parte de todo esto, aunque las palabras de los muertos crezcan mentirosas en los labios de los vivos.

La majestad de este mundo no está en nuestras manos. Vamos a trabajar o peleamos por encontrar uno, tragamos bilis y esperamos un mundo más amable. De vez en cuando hay un espacio de generosidad, concordia y falta de aprensión por el futuro, y ahí anida la felicidad. No puede durar mucho, pero a ella no le importa. Sabe que por todo lo que hacemos, hemos de pagar un precio y se lo recuerda en las reuniones interminables, en las sesiones fatuas, en la vuelta a casa tras otro día de pelea. Una copa de vino tinto la esperará, mientras verá los edificios y el susurro de la ciudad que asciende hacia la tarde, como muere el sol en los cristales, como lo hace entre las hojas de los naranjos y en el paso cantarino del arroyo, en otros sitios. Ella esta aquí, y es donde quiere estar. Piensa mientras empieza a hojear las páginas de la novela que lee, que desear buscar siempre el sitio en el que no se está es perder el orgullo...sin él, se pierde la vida antes de perder el cuerpo.

Lee y espera que la comida se vaya haciendo mientras el sol revela todo lo que la realidad postra ante él. El escudo de Aquiles reflejaba el mundo y todo lo que existe. En él estamos cada día, en cada remordimiento y euforia, cada visita al hospital y cada gol, cada estrella que al otro lado del mundo, alguien ve desde el Océano. Después el sol fue lamiendo su mejilla por la que, como cada día de ese marzo, una pequeña lágrima surcaba. Es necesario vivir en un mundo en el que alguien puede llorar porque otros han llorado.

La noche iba asomando y el rumor que la ciudad ofrendaba a la última línea dorada del cielo contenía nombres diferentes. Acostumbrados a pedir por ellos mismos, una ciudad dedicaba el momento más puro a recordar y a pedir por otros. Ella no lo sabía, pero esa petición rompió el peso del día y le dio la profundidad perdida, la vitalidad robada que era devuelta como homenaje. Se levantó para recoger la cena. Cuando se acostaba de nuevo, el recuerdo volvió a pasar, como el destello de una hoja de cuchillo. Dolió. Pero es mejor que aún duela. Y se abandona al sueño y la música misteriosa que contiene. 


Diecisiete años y dos días después, aún recuerdo, como todos, el siniestro resplandor del mal que pude entrever y que ojalá no haya de volver en mis días. La llovizna limpia las calles y el viento revuelve el río. Otro día más que pasa lento, y nosotros tratando de seguir nuestros trabajos y sombras, cuando los atrapamos. Aunque estoy lejos y el tiempo vuela, aún puedo sentir en la piel también el chillido desgarrado por esos corazones de acero cuya vida fue condenada a ser tan breve.



Descansen en paz.


miércoles, 10 de marzo de 2021

El estanque. 10/03.

En memoria de los caídos un once de marzo del que no queremos acordarnos.

No todo dolor agrieta o quiebra el alma:
Las nubes pasan y se rompen quietas.
El agua del estanque refleja el brillo vivo
Del temblor de su cambio bajo las hojas secas.

No todo lo que acaece posee solución
No saldremos de este mundo sin algún vacío.
La vida repta y vuela coronando su esencia
Misteriosa conciencia de un ser desconocido.

Todo es cambio y es constante. Eres pregunta y latido,
Rápida agua fresca, luz de amor, espaciosa tiniebla,
Sonrisa de la nada, milagro herido, perdido resplandor
En un cielo mejor, ansia del corazón, caricia de la estrella.

La condición humana cimbrea al son del viento
vibración de campana sobre un desierto sin nombre
chispa de conocimiento dentro del vértigo incesante.
No temas al destino: su espalda nada finge ni esconde.

El abismo de ecos a que el tiempo sin pasión nos guía
un rumor de misterio cobija. La fuerza más extraña
es el lamento que descubre el revés de ese espejo
y anhela la plenitud de unión al ardor de la mañana. 

El estanque del parque atardece con calma
Instante que imprime de cuestión la memoria
Las ondas del agua acarrean las dudas a la noche 
Nuestro es el temor que queda. Suya la gloria. 

No es todo es codicia y desazón, corruptible semilla.
Otra noche que cruje en el trabajo del lagar del tiempo.
En el estanque, formas brillantes y gemas de esperanza
Rellenan con agónica paz el fulgor del silencio.



sábado, 6 de marzo de 2021

C'mon the resistance chuminauer. La edad de oro de las series. Seis de marzo.

Las trillizas Waklawskistaya firman en su nueva serie un alegato necesario contra el poder. Es un crítica valiente y necesaria, contra el capitalismo salvaje y la corrupción. The resistance narra la vibrante historia de un dramaturgo y guionista que ve negada su oportunidad vital de filmar una serie de presupuesto de 350 millones de dólares porque la historia sobre una novelista que no consigue publicar 25 ediciones de su novela es perseguida por el poder negándole su sueño de ser famosa y rica por el arte, para poder reprochar a los que ganan dinero porque se lo dan los del capitalismo salvaje y agresivo.

La temporada seriéfila se presenta apasionantes, con el drama sildavo "Onán y yo" acerca de un soldado en un futuro postapocalíptico que mantiene su posición durante 15 años después del final de la guerra, Cho co cho co chodrama, deconstrucción analítica de una familia aparentemente modélica que esconde un terrible secreto, es adicta al chocolate o la superproducción Quick and anxious", acerca de una banda criminal que en realidad forma parte del sistema corrupto: roban coches para manipular el velocímetro y que los ciudadanos vayan 1.3 kilómetros por hora más despacio. Terrible y ajustada metáfora de poderes omnímodos en la sombra. Muy necesaria su visión.

Sin embargo, esto solo es un aperitivo, llegan noticias de los dramas The Warrington files, Not drama for old corrupts, Killer capitalism, Capitalism kills, Corruption, Corrupts, Corruptelas en la capital del Reino (brava autocrítica patria acerca de las injusticias que sufren los creadores en España) o Tsu, tsaku zen, la vida de una mosca en un templo sintoísta lo largo de 364 introspectivos capítulos de una hora y media, una serie necesaria).

En el terreno documental, nuevos hallazgos inundan las pantallas, crítica social en un futuro posapocalíptico que revelan una versión del pasado ocultada por el poder. La enfermedad, los nombres, la polución, las copias de reseñas de los trabajos de la universidad y tesis doctorales son trabajo de una sociedad secreta y capitalista, como muestra The sorrow files, fruto de un trabajo de investigación de un equipo multinacional en los archivos vaticanos y los de las bibliotecas públicas. No words to express my stupefaction, señora documenta la vida de Mary G. Beale, que en el año 1214 completó un trabajo que resultó en un incendio de la casa donde trabajaba como sierva de un sistema casi tan cruel como el actual. Las leyes físicas desencadenadas pueden haber servido como base de la teoría de la relatividad Einstenieana, argumentan convincentemente los hermanos Zakemura-Gil. Otra historia de oscuridad y opresión. Apocalipsis es el documental sobre el mundo corrupto y capitalista salvaje que nos hace sufrir. Se preve una secuela, Posapocalipsis y una precuela, Preapocalipsis

Como cierre a esta review llena de insights y revelations acerca de esta true edad de oro de la television (sin tilde, es en inglés), una nota trágica que revele cuán necesaria es la denuncia social (preferiblemente apocalíptica o posapocalíptica): las hermanas Waklawskistaya han adquirido un archipiélago de 13 islas (el simbolismo denunciando este sistema salvaje que destruye el medio ambiente es un sarcasmo feroz que hace sonreír con desprecio a los concienciados, jajajAJAAAA), y han tenido que enviar un comunicado mundial deplorando el sistema capitalista que les ha obligado a usar dinero para completar la transacción. Confiamos en que esta atroz experiencia les inspire nuevos proyectos creativos.  Hay que ver más series y documentales para despertar de esta pesadilla. La resistencia a este sistema podrido es más necesaria que nunca. 


miércoles, 3 de marzo de 2021

Tres de marzo. Semos diferentes

Y diferentes quiere decir mejores. El ansia de superioridad del individuo suscita burla y desprecio. El del grupo, un respeto que nace de la cobardía o de su hijo más grato: el sentimiento de fascinación ante la brutalidad y el irracionalismo.

Acaso este sea el subproducto mas abyecto del mercado, tan zaherido como anhelado, generalmente atacado con injusticia. No creo que en este caso sea una crítica gratuita. En el mercado que trafica el ego y la individualidad, cada excentricidad es un símbolo de mérito y cada disonancia estruendosa, el sello de una marca. A nadie se le perdona tanto como al que no lo pide.

Vivimos un tiempo de arrogancia colectiva que enmascara las frustraciones individuales. Son las Consolaciones de la Tecnología. No sirve la vida poblada de trabajos y alcance, una sucesión de penas y triunfos modestos a través de la corriente del día. No hemos aprendido a ser iguales y a convivir con la diferencia. Necesitamos el delirio de grandeza, y la falta de grandeza real alimenta el desprecio a los demás. A falta de altura propia, reduce el mundo. El desprecio de lo común aviva el triunfo de lo bajo, porque no requiere tiempo y constancia. Vivimos una tiniebla alumbrada por destellos furiosos de llamas que no dejan calor ni fruto. 

Creo que por eso el hoy es una sucesión inacabable de opiniones irrelevantes y vacuas. Manoseadas, erigen pedestales de aire y se niegan a escuchar que bajo los harapos que fingen ropajes de majestad, no late ningún cuerpo. Basta que los ya convencidos sigan fingiendo, hasta que logren ver.

La ciudad va cayendo en un hechizo de oscuridad y bruma. Una línea de resplandor tímido se alza sobre las copas de los edificios, las antenas desnudas y el grito sordo y constante de gaviotas. Tú también llegas al final del día cansado. Por mi amor y mi esperanza te conjuro, ¡No arrojes al héroe que hay en tu alma!  Conserva santa tu esperanza más alta. Sabe encontrar en lo que se repite un matiz distinto y lo harás tuyo. Los charlatanes siguen plantando un zumbido de ansiedad bajo los seres y las cosas. Acalla tu mente y haz lo que quieras, ni más ni menos que nadie. Sé exigente pero no duro contigo. De todas las tareas, aprender a vivir es la más difícil.