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lunes, 24 de septiembre de 2018

The whole of the moon. 24/09.




En las mejores horas, creo que T.S. Eliot es completamente sagaz cuando dice que hacer lo útil, decir lo justo y contemplar lo bello es bastante para una vida. Qué más hace falta, con que ropajes queremos vestir lo que ya se nos va escurriendo del día.

He salido a dar un paseo, por no quedarme en casa. Antes, había leido un mensaje en twitter que me llamó la atención  y lo reproduje en mi perfil. El paseo fue exquisito, la luz se batía en retirada y las nubes parecían pinceladas gruesas en un lienzo encendido. Paseando, fue acabando el día y en el cielo fue surgiendo una luna llena esquiva, rielando en el agua, mientras la niebla difuminaba casas y luces debajo de su resplandor helado. Era como un cuadro, una invitación a entrar en otro mundo mejor, pausado y delicado, consciente y sensitivo. Y fui acercándome a ese cuadro y fui parte de el, mientras la noche caía desde el cielo, aprendiendo a vivir en uno de los múltiples mundos que viven en este.

Mientras llegaba a casa, he seguido leyendo mensajes que me citaban, tratando de un tema que desconozco y del que he aprendido un poco hoy; y ser consciente de la intuición de que el talento, la inteligencia y la belleza son pródigas cuando se las busca me ha alegrado el día. Porque quien busca, encuentra. E iba volviendo a casa entre los pasos acolchados de la calma interior y recordaba dones.

La luna, que nos muestra una senda cuando todo está oscuro. El tiempo, que nos ofrece la urgencia de una flecha y la pausa de un bagaje. El ajedrez, que es un palacio de gramáticas aún misteriosas. La ignorancia, que nos impide abandonar la tierra. El viento, que enciende el espíritu. Y la libertad, que saca de casa o te desvela el anhelo del retorno, te pone palabras y colabora en tu descubrimiento. Por el pan, el cedro, el chocolate, el fuego, la caoba y el agua. Por tantas cosas que he dado por supuestas y que me han hecho vivir más vidas. Por la poesía que anula la realidad gastada. Por las palabras de la música y su fuego que nunca se apaga y vibra, "unicornios y balas de cañón, palacios y muelles, trompetas, torres y bloques, plenos océanos cubiertos en lágrimas, banderas, trapos, navíos celestiales, cimitarras y bufandas, cada precioso sueño y visión bajo las estrellas..." Por el arte, que despierta a los que viven en nosotros y que cuando hablamos, olvidan.

Dundalk se sienta a contemplar la luna naranja y entre sus gajos y el azul eléctrico del inicio de la noche, imaginamos un tiempo en el que nos llamará para impregnar lo que de veras importe, cuando despertemos. 

jueves, 20 de septiembre de 2018

20/09/2018. Nadie nos mira.



Parece que en los gestos arduos fuéramos capaces de desafiar a la vida.Todos vivimos en el mismo teatro y somos consumidores del mismo drama, vemos al héroe, sufrimos con él, nos congraciamos con los otros en su triunfo. En fin, debe haber una razón de cohesión grupal y social alrededor de ese impulso, un deseo de emulación y de creencia en la pervivencia del grupo a través del esfuerzo del individuo, algo que nos desborda pero que de alguna manera fuera posible encauzar a través del sacrificio. Es una idea necesaria, supongo. Lástima que sea falsa.

Los soñadores son los que actúan como si alguien pudiera ver sus privaciones, sus logros, sus dudas. Pasamos por la vida deseando que algún día la providencia pase factura y nos devuelva lo que fuimos dando sin pedir nada entonces. Confiamos en que la virtud de un acto lo torne mágico, anulando el precio que precisamente convierte el acto en virtuoso. Pero la vida cobra al contado y de nada sirve lamentarse o maldecirla. La ley es la fuerza, las lagrimas son sal que se perderá en los charcos sucios de ciudades sin nombre.

Hay religión, hay un superyó que dicen trata de encauzarnos, porque el estado de guerra perpetua no conviene a nadie. Pero me conjuro a mi mismo para dejar de ser actor de escenarios de bruma, y apretar los dientes y seguir peleando. Lo demás poco importa, es una mezcla de temor y vacío. La vida es indiferente, y recrearnos en nuestro sufrimiento aspirando a la piedad catártica de los espectadores no conduce a nada. Es mejor bajar a la arena y reivindicar el destino sobre la gloria o el fracaso grandioso. Nadie nos mira, y si hubiera un sol que nos lanzara sus rayos de forma amorosa para nuestro deleite, todo hubiera sido distinto.

Dundalk aparece esta noche como un conjunto de rincones fríos y azotados por el viento lluvioso que no significan nada.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Cultivar un jardín. Diecisiete de septiembre.

Cultivar un jardín, como quería Voltaire. Estoy viendo el documental de Louis Theroux acerca del tráfico de mujeres. Como es habitual, es afilado y directo, y también permite ver el mal que se esconde detrás de las máscaras. A veces es aterrador ver esos fantasmas agitándose tan cerca de la vida que intentamos construir, lejos, lejos de ellos.En cierta forma, el peor mal, el más perturbador, es ver a la víctima amar a sus verdugos, o quizá es la resignación porque la vida es corta, el cuerpo es frágil y el espíritu se marchita si otros no lo riegan con su compañía.

Vivimos en un mundo mejor del que pensamos, dice el estupendo libro "Factfulness", lleno de datos y estadísticas que hacen que un rayo vibre incluso en esta oscuridad de esclavitud y miedo somatizado en voces ásperas y miradas esquivas.

Pero está el anhelo, y el impulso hacia lo mejor, y la belleza. Esto es desolador. Sin embargo, de alguna manera, ha hecho mejor mi día,le ha dado profundidad de campo y resplandor. Creo que esa tensión entre la belleza desolada y la tristeza que la ha conocido y perdido crea en nosotros un anhelo de más, si no de eternidad de permanencia.

He salido a pasear cuando había anochecido, pensando en ello, las sombras y la luz que rechazamos tantas veces. El miedo y el sufrimiento son un océano que grita alrededor. Quizá solo quede cultivar un jardín, como un santuario. A la sombra de una higuera, ver pasar las nubes y surcar de sudor los días en busca de un fruto improbable mas pleno. Como el vagabundo que ha conocido la postración, como el caballero que ha conocido la nobleza humana, resuelvo seguir adelante, cayendo y levantándome, sin mirar atrás, buscando la belleza y la bondad.



Y Dundalk rumorea olas de plata azul mientras silba en la noche y oculta las caras de los apasionados que buscan aún en ella un resplandor cansado.


sábado, 15 de septiembre de 2018

Masters of war. 15.09.18



Cuando estudiaba en la Universidad (no, no hice tesis) recuerdo haber realizado un trabajo sobre conflictos internacionales en base a un artículo que me enfureció cuando lo leí. Su autor defendía que las guerras deben dejarse terminar sin ninguna intervención externa. De otro modo, su mortandad será mayor y acabaran en un precario equilibrio de poder que será el germen de una futura, no muy lejana en el tiempo.

 Recuerdo haber escrito lo que yo creía que era una refutación, fruto del ardor de la razón incuestionable que me asistía. "Se va a enterar", pensaba, "voy a ser la punta de la lanza que destruya esta idea perversa". Estaba influido por las brigadas internacionales, los aventureros extranjeros, los justicieros en países equivocados. Y además, me creía alguien, alguien en lo cierto. En fin, no puedo negarlo, era otro, más apasionado, más impulsivo, generalmente más equivocado. Claro que es como veo al que fui hoy, habría que preguntarle a él que piensa de quien me he convertido. Pero ese sería otro tema.

Lo cierto es que hoy coincido con la tesis en su punto básico; en una guerra, no hay que colaborar con ninguno de los ejércitos que se enfrentan ni hay que apoyar más bando que el de la paz y el de sus víctimas. Para el ciudadano hoy, cada asunto parece resolverse con algunas piezas periodísticas y unos libros, pero vivimos en un mundo lleno de historia detrás, donde nuestras opiniones básicas y tendentes a la transformación binaria hacen más daño que ayudan. Muchos de las conflictos que parecen irresolubles hoy a fuer de su longevidad han sido y son alimentados por prejuicios y ansias de protagonismo de terceros, atizando un fuego al que sin duda el deseo de un mejor futuro para los directamente involucrados permitiría atenuar. En un mundo tan interrelacionado, parece que la mejor opción sería la presión diplomática y comercial contra dictadores, belicistas o incumplidores de sus tratados. No me permito ser muy optimista en el corto plazo. La profesión de salvador está muy solicitada, lo único que parece cambiar es el bando elegido.

Y sí, he escrito esto a raíz de los láseres que no se equivocan matando a quien no deben. Me pregunto por qué los países siguen alimentando complejos militares industriales mas allá de un mínimo que garantice la defensa de su soberanía (bueno, claro que lo se, como lo sabemos todos, porque todos parecen apoyar de un modo u otro dicho complejo, "cabalgando contradicciones", que suena más poético).  Y es esa ayuda, por beneficio o idealismo, desde lugares que no sufrirán las consecuencias, las que enquistan conflictos, aumentan la mortalidad  e impiden la paz, en un mundo donde demasiadas potencias territoriales aspiran a aumentar su influencia en nombre de grandes palabras y numerosos billetes.

Se dijo que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud; para las generaciones privilegiadas del periodo de paz en Occidente, la justicia vale sangre, porque la humanidad, como los filetes, es más apetecible si está un poco ensangrentada. Sabiendo que hay señores de la guerra aprovechando esta hipocresía, lo menos que deberíamos esperar es que los defensores del idealismo sepan que realimentan la realpolitik y que los defensores de la realpolitik sepan que sus razones son aún más falsas que las de los que desean que una ola de justicia barra el mal ante nuestros ojos. Ese es el drama: dos afirmaciones completamente opuestas pueden ser ambas mentiras.

Vaya, igual me he acabado apasionado un poco, pese a todo. Le digo a Dundalk que he decidido examinar mis ideas cada poco tiempo en base a los datos que obtenga y juntos empezamos el día sintiendo la brisa de un territorio insignificante, pero libre y justo, por la mañana.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Tarde de domingo. Nueve de septiembre.

Hay tardes que traen la amenaza de una repetición ardua y pesada. A veces, nos sirven para hacer recuento de la semana que se va marchando, lo que queda por hacer aún y si podemos encontrar un nuevo incentivo tras las ramas de los árboles recortadas contra el poniente encendido. A veces la habitación quema mientras la lluvia repica afuera; otras veces, una rutina amable trata de hacernos detener el tiempo en su quietud amable. El deporte nos acompaña con sus laureles depreciados, y la abundancia de espectáculo nos cansa del mundo.Seguimos recibiendo el goteo constante de la industria de propaganda para moldear nuestra conformidad con la de otros, y tememos el devenir lejano mientras ansiamos reafirmarnos en el mañana escaso. Llegará un día con nubes grises en nuestro umbral y ojalá encontremos palabras para convencernos y fuerzas para pelear sin dar ni pedir tregua. Sí, sí; ocurrirá muy pronto. El día del señor sigue sin darnos noticias de un Dios que alza las cosas y se esconde tras su silueta.  Cuando pienso en ello, me resulta difícil volver al dios personal que un día creía sentir, pero vislumbro un principio creador desconocido y que nunca será reducible. Qué sé yo, es solo un sentimiento.

En fin, las volutas de pensamiento llegan por donde vienen, como sopladas por un espíritu lánguido, y solo queda el tiempo acercándose a la noche, los cajones recogidos, la habitación desnuda, la alarma presta al juicio nuestro de cada día y una sensación de agonía entre lo que uno ha ido atesorando por el camino y el deseo de apostarlo a doble nada, sin mencionar siquiera lo que ya hemos perdido. Suave es la noche, y los coches dejan su rastro sonoro mientras llegan a los sitios donde imaginamos que las tardes de domingo son más cálidas y justas. Y en esto, como en todo, no hay mucha verdad.

Dundalk se levanta tarde y se recoge pronto estos días. Aún los pubs tendrán luces y charla, pero desde las casas y las chimeneas, banderas blancas se alzan contra el crujir de la semana que se pierde rumbo a la isla del pasado, de donde solo fantasmas irreales regresan.



jueves, 6 de septiembre de 2018

Mitiqueces del astrodeporte rey internacional

Preguntaban en tuiter acerca de los mejores jugadores de una serie de países, y conteste lo míos. Pero me he quedado con ganas de contar acerca de los malos o los que nos han hecho disfrutar por otras cosas, que pueden estar relacionadas (o no) con la pelota y el juego.

Allá vamos...

Alemania, Ballack. Cada cierto tiempo, me gusta verlo perseguir de nuevo, como en un eterno retorno, al árbitro ese que los robo contra el Barcelona. Como disfruté ese robo. Y ahora nos traen el VAR para quitarnos la gracia. Un deporte que sirve al crimen financiero, fomenta valores penosos e incentiva la violencia tiene ahora que ser "justo". No me jodas.





Ni Sófocles. Drama humano, tragicomedia del devenir...


Argentina es un país repleto de mitiqueces. No diré nada de Higuaín. Me centro en cuando Bilardo amenazó con expulsar al equipo si le daban un premio al juego limpio y el embrujo colectivo que mantuvo España con el argentino de nacimiento Mariano Pernía porque metió dos goles bonitos. Más tarde demostró ser uno de los jugadores más gozosos de ver en un campo de juego, a condición de que fueras con el otro.

España, tierra de cuartos hasta hace no mucho. Recuerdo bien cuando Cañizares se perdió un mundial porque se le cayó en el pie un bote de colonia (bien podría ser cierto, pero suena mitiquísimo), cuando Molina jugó de interior o las fazañas de Villarroya, que jugaba cuando yo era pequeño; entonces pensaba que era imposible jugar peor al fútbol. Criaturita...


Es más grave de lo que pensaba... 


Brasil, el Eden del fumbo. Romario. Coinciden mi favorito y el más mítico. Me encantaban sus ruedas de prensa defendiendo su vida nocturna como si todos los demás en la sala estuvieran locos por no entenderlo. Dinio vestido de corto. En honor a la verdad, era capaz de hacer magia, y la historia perdona a quienes juegan bien.

Lean y aprendan, amables lectores,

"Hace 18 años que juego al fútbol, comentó el brasileño, "y la noche siempre ha sido amiga mía. El día que el presidente vino a ficharme le comenté que la noche me encanta y que cuando no salgo, no marco. El día del Palmeiras salí por la noche, llegué a las siete de mañana al hotel luego, marqué tres goles. Desde entonces no he vuelto a salir más y los goles no llegan, así que habrá que empezar a salir por las noches. Salí el jueves, salí ayer [por el viernes], saldré hoy [por ayer], y la próxima semana creo que haré igual. Y a quien no le guste...".

"Sí, pero salir por la noche el mismo día que uno no se entrena por sufrir faringitis...", sugirió uno de los periodistas que, atónitos, escuchaban las palabras del brasileño en la ciudad deportiva de Paterna. Romario, no dudó en su respuesta: "¡Pero hombre!, cuando salgo, bailo con las piernas, no con la garganta. ¿Comprendes? Eso es así, ¡coño! Yo no bebo, no fumo. La garganta no resulta afectada".

Nueva pregunta "¿Y si algún compañero le pide explicaciones por sus salidas?" Y nueva contundente respuesta: "¿Compañeros? ¡Joder! Los compañeros, que se jodan. Si vienen a hablar conmigo de este tema los mando ya sabéis dónde".



Vogel, que es suizo, lo cambio por Bélgica, que ha dado más grande jugadores, pero no a la altura de esta historiaza. La composición de tiempo y de lugar es mía. Sevilla, 10 de la mañana y sol de justicia. El entrenador, Irureta, quiere imprimir intensidad al equipo y pide a los jugadores que se muestren más activos. Solo un hombre se rebela contra la tiranía. Vogel se niega a correr porque "yo no soy tu perro". Anticipándose a Ibrahimovic y Maluma, Vogel se corona con estas palabras. Hoy sobrevive impartiendo cursos de inteligencia emocional. Si usted tiene un problema, quizá pueda contratarlo.

Portugal, nuestros vecinos serios (teniendo en cuenta el panorama, a poco). No quiero que Zerre lea estoy diga que le envidio por guapo rico y jugar bien, ni sufrir un ataque psicótico de Pepe, así que voy por Vitor Baia, un portero que parecía que marcaría una época en el Barcelona y acabó siendo peor que Busquets y Secretario, que sin duda, como secretario hubiera sido uno de los mejores del mundo. Eligió mal su vocación.

Francia, Griezmann. Un absoluto crack y para mí el merecedor del balón de oro (aunque el premio me da igual). Un tipo que se considera medio uruguayo porque le encanta el país y espera conocerlo pronto tiene un documental.

Inglaterra. Ashley Cole nos enseña cómo comportarse educadamente al lado de personas que nos dan asco.




Italia. Ballotelli. Prendió fuegos artificiales en su casa (dentro) e invitó a una ronda en una gasolinera. No hay más preguntas, señoría.

Colombia. Cuidadín aquí. Freddy Rincón fue una estafa, vale. Asprilla estaba reparando la rueda de su coche y otro quería participar en lo que creía que era un robo, muy buena. Pero cuando a uno lo amenazan con echarle de comer a un cocodrilo como al Tren Valencia, no hay nada ni nadie que pueda competir con eso. Luego se fue al Bayern. Beckenbauer lo bautizó como The Defoliator (en alemán como fuese, algo así como el deshojador). Lo vio entrenar en un campo rodeado de bosques y pudo sentir el sufrimiento de los árboles.

Uruguay. Hay un estudio que demuestra que es más posible que tú, incauto lector, sufras un ataque de mordiscos de Luis Suárez que de un tiburón. Quiero que me devuelvan el dinero de mis impuestos.

Croacia, flamante subcampeona del mundo. Prosinecki era una estrella europea y vino a que lo acabaran llamando "Marlboro", el paquete rubio más caro. Pero queda lejos de Suker; en una entrevista radiofónica, repitió que el tenía "su calidad" 30  veces (su latiguillo favorito, "yo sé que tengo mi calidad") y revisando una jugada el periodista le dice que se tiró al área. respuesta, algo así como, "no solo área, también Anita". Fue cuando Suker y Ana Obregón hacían esas cosas.

Holanda, la naranja mecánica y el melocotón loco, Royston Drenthe. Difícil definirlo a quien no lo viera jugar, era capaz de seguir moviendo piernas y brazos a toda velocidad aunque se estuviera cayendo, hecho que sucedía el 85-90% de las veces. En su tiempo libre estrellaba coches y ponía la radio en el jardín, hubiera gente alrededor o no.

Grande, el fútbol. Aún nos quedan muchas cosas que ver, antes de que esos momentos se pierdan como lágrimas en la lluvia o como volutas del cigarro que comparten en una habitación Coentrao y Mathieu...




martes, 4 de septiembre de 2018

Horas de luz. Cuatro de septiembre

Va acortándose la luz, como si la hebra del tiempo se deshilachara entre rutinas, sonidos ya oídos y vibraciones que no acaban de rememorar la emoción que una vez hubo. En la ría que refleja los caminos de la luz mientras viaja hacia otro lugar al que quizá nunca lleguemos, las aves azacanean buscando cobijo y sustento con la ligereza de quien se ha liberado de la ilusión del tiempo. Anhelo una vida simple, pero me falta valentía para despojarme de lo que me costó tiempo y esfuerzo ganar. Y a dónde podría ir, además. Dundalk no es un mal lugar, dados los tiempos que corren. Uno se va haciendo a los lugares en los que deja como jirones recuerdos e ilusiones, aún cuando vengan a la mente de forma maquinal y sin relación con ellas. Aquí pensé que habría un lugar en el futuro para mí, aquí pensé que el mundo se caería inmediatamente sobre mí. Aquí construí mi fuerte de costumbre y distancia que oponer al devenir. Y en los días de verano disfruto la sensación de que con el los días de sol despierta la vida. Aunque los huesos se quejen igual de los caminos de la vida, hay algo en mí más fuerte que logra acallarlos jovialmente. Pero sé que llegará el invierno, y espero que esa misma alegría me permita entrever la luz que cuando en mí se pone el sol aún queda.

El agua sigue corriendo hacia la mar mientras la noche se abalanza sobre los restos de luz rosada y Dundalk recoge sus aperos. A veces es suficiente conocer el final del día y conocerlo en paz. Será que voy envejeciendo. Cuando las nubes se abren y dejan ver las estrellas, imagino ascender un día, espero que dentro de muchos años, hacia un cielo nocturno plagado de blancura maternal, de leche cálida, que apague la voracidad sardónica de la negrura. Y, por tonto que parezca, creo también poder oír tintinear su rumor incitante tras el que un día correremos, y junto con ese rumor, el zumbido ansioso de un eco levemente distorsionado, el de la oscuridad y el misterio.Que habrá ahí, no lo sé. Pero creo que en ese día, sentiré un impulso irresistible hacia ese cielo engastado en tesoros, recubierto de diamantes, ricos para siempre en la oscuridad triunfante que los recubre y que disimula sinuosa tras ellos para conquistar mis banderas ya hechas jirones, rico para siempre, mas para siempre condenado.