Translate

lunes, 28 de septiembre de 2020

Caer y no perderse. 28/09/20

Eru Ilúvatar envió a cinco magos (Istaris) por medio de sus emanaciones, los Valar. Hízolo así pues los seres que habitaban la tierra sentían la tentación del poder, el embrujo de la fuerza y la perversa fascinación por las flores del mal. Mas ay, ellos, con todo su poder, tampoco eran inmunes. Radagast se perdió en los bosques y aisló su corazón. Los magos azules huyeron buscando su propio gusto. Saruman se entregó a Morgoth. Solo uno, Mithrandir (conocido en el Norte como Gandalf) logró seguir su misión a través del sacrificio, el temor y la pérdida, y ganó para otros lo que perdió su anhelo. A veces pienso que, sin poder ni gloria, nosotros también somos arrojados desde las entrañas de un misterio que quizá nunca conoceremos a otro jardín del bien y el mal donde las sombras juegan con las llamas caprichosas, formando siluetas que no comprendemos. En ese baile de equívocos, la vida, vamos avanzando mientras aprieta el frío. Tratamos de ganar sustancia y no quedar atrapadas como esas formas difusas que arañan los muros con una pasión y una ternura inútiles.

Una de mis preocupaciones es la de cómo hace uno para no perderse; en un mundo enloquecido por el instante y en el que el recuerdo perpetuo se torna venganza, la tarea de seguir un rumbo es perturbada siempre por un ruido de fondo que nos llama,como el coro de las sirenas de Ulises. La fiesta de enigmas y lo arduo del camino invitan a perderse en el bosque o a partir lejos, sin duda: es más fácil luchar contra la furia del momento que contra la erosión paciente y cruel de los años. El peligro verdadero no debe hallarse en el estallido estúpido de la derrota, sino en la falta de sabor y guía. No saber dónde ir, engañar la conciencia, envolverse en una mentira cálida. Porque la noche es antigua y sus terrores amargos y tan fríos, pintan sonrisas con la niebla que desciende sobre el ocaso. Es entonces cuando hay que pelear, y con todo lo que nos quede, aferrarnos a una llamada, un gesto, una intención que pinten un destello para que cuando se pierda, dejen una breve muestra de lo que fuimos y lo que aquí dejamos, por poco que sea, lo que quedará de nosotros.

La noche ya ha bajado aquí y la brisa tiembla contra grúas ya tan altas que nos han perdido de vista. Contra ese anochecer inmenso camino, tratando de convencerme a mí mismo de seguir adelante hacia una misión que aún solo entreveo y que la mayoría de las veces no me apetece hacer. Pero esa debe ser la misión de todos nosotros, supongo: ir donde uno no quiere para hacer lo que no desea. Y allí seremos, al fin, libres.




domingo, 20 de septiembre de 2020

20 de septiembre. Como osas fablar...

 Lengua sin brazo, como osas hablar, dice el Poema de Mío Cid. Como la vida cada vez es más cómoda y las opiniones, y muchas decisiones suelen salir gratis, la cantidad de lenguas sin brazos no ha dejado de multiplicarse.

Hay quienes salen a la calle como quien va a la guerra, dispuestos  hacer pagar al mundo toda la frustración y rabia que les ha propinado. Por supuesto, en la vida existe una saludable relativa igualdad de fuerzas. Siempre habrá alguien más fuerte que tú, así que no resulta muy prudente escupir a la gente con la que uno se encuentra. Pero la lengua no conoce límites. Lo que la realidad niega, una personalidad animosa y victimizada puede conseguirlo, enhebrar un conjuro que convierta los hechos en su opinión, sus balbuceos en audacia y su visión ignorada en un dictamen universal. Siempre ganan, porque nunca arriesgan. Es fácil levantar catedrales góticas en la Idea. Pero ellas nunca se han erigido sobre opiniones. Una gota de sangre del derrotado vale todas las Epopeyas.

Es el clima moral de la época y todos nos sumergimos en él. No caer en la amargura inane de quien secretamente sabe que el abismo que separa la realidad de su deseo no se ha de rellenar con voluntad y encomendarse al bálsamo insuficiente de la ironía no parecen mala guía, pese a todo. A ello trato de elevar cada noche las ciegas guías de mis intenciones cada vez más torpes e inseguras, pero aún capaces. Quizá el brazo no pueda mucho, pero intentaré no llevar mi lengua mañana no más allá de lo que su debilidad permita.

Y que el veneno de la insidia no encuentre mis labios, sino es para despreciarlo, por siempre. En la ciudad que levanta luces contra las nubes nocturnas que cierran la esperanza de las estrellas, el rumor del mar gime secretamente como una promesa de la que algún día seremos dignos.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Abraham Zacut. 16 de septiembre.

 Hace unos años, caminaba por mi ciudad y en la parte antigua llegue a una Biblioteca nueva, cerca de las facultades de ciencias. Aparte de la alegría que suscita una isla más de cordura en el delirio del mundo, llamó mi atención su nombre, "Abraham Zacut".

Nación en Salamanca hace casi 600 años. Estudió los arduos símbolos de la Cábala, también la Torá y el Talmud. Escrutó las estrellas y llegó a ser un sabio astrónomo, sin que su sapiencia aprovechara más a otros: la sinrazón de la época proscribía a los judíos el ejercicio docente. Por ello, su vida intelectual y me temo que personal, fue una búsqueda de protección y mecenazgo para su actividad científica, aguardando en su memoria los textos que saldrían después a la luz, Ha-ḥibbur ha-gadol (La Gran Composición) y su Tratado de las influencias del cielo. Se especula con la influencia que sus mapas estelares tuvieron sobre los viajes de Vasco de Gama en busca de las tempestades desconocidas en un cabo de buena esperanza. La historia contrafáctica es siempre sugerente; tienta pensar que su nombre fuera reconocido con gloria y que su mente concibió un peregrinaje estelar que se integró en el rielar de aquellos astros sobre las olas mientras la tempestad hacia crujir las velas y las naves se agitaban, domadas por hombres valerosos. La acción y la reflexión  convergiendo hacia un punto de equilibrio permanente. Consolaría pensar que vivió feliz entre sus estudios, nunca molestado y haciendo suya la divisa que aún se conserva hoy entre el olvido de su antigua sinagoga: "El ruido no hace bien. El bien no hace ruido".

Lamentablemente, nunca es tan fácil y para casi todos ha sido mucho más difícil que eso. Fugitivo de Sefarad hacia Túnez, luego a Turquía. Se ignora la fecha de su muerte y el lugar donde pudo haber acaecido, bien Jerusalén, bien Damasco. No merece el olvido que casi sepultó su nombre.

Sin embargo, la parte de la historia que más me ha conmovido estas semanas mientras leía sobre él es su primera expulsión hacia Portugal (donde fue Historiador y Astrónomo real durante algún tiempo). Tenía 40 años, los que friso yo ahora. Quizá sea tonto, pero la edad provoca cierta complicidad, como la de una comprensión más honda. Imaginar como avanzaba por una ruta polvorienta para huir de un país que lo odiaba a pesar de sus logros y que deseaba ignorarlos. La supervivencia nublando el juicio y la amargura del recuerdo. Y pese a todo, ha llegado hasta nosotros. Que el nuevo año hebreo incluya su presencia como la de una estrella lejana y tranquila que ilumine lo bueno que dejamos, en el silencio que da fruto en una brisa temprana.

Más allá de otro mar, las nubes ocultan las constelaciones en un mundo que las necesita, pues también va sin rumbo.