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sábado, 30 de enero de 2021

La salida del sol. 30/01/2021

Me levanté temprano porque quería ir a correr. Quizá tú ya habías empezado la jornada o aún remoloneabas. Después ha pasado un día, que veo y, espero, ves morir en paz. Llegué hasta la playa y pude ver el sol alzarse del mar. Y esto, que es solo otro día, es lo que quiero compartir contigo

¿Qué hacemos ahora? Yo trato de conjurar los días que corren entre las manos. Supongo que tú pretendes lo mismo y lees distraído unas pocas líneas. Tratamos de agarrar la realidad entre las simulaciones, los simulacros y las servidumbres de una existencia vicaria, esa sostenida por el estímulo de la promesa de un goce y el temor del dolor. Han pasado horas entre conversaciones breves, imágenes y bromas, cierto cansancio vital y el desconcierto de saber cómo han pasado los años. Tan callando. Todo eso es cierto...y sin embargo, el fuego que hizo lucir la playa por la mañana pudo dar calor y sentido a la marcha del tiempo. Una promesa llena de volumen y vigor el futuro y lo bello nos promete felicidad.

Lamenté no poder hacer una foto para mostrártela. Era tan hermoso. Confío que mis palabras mientan casi tan bien como mienten las imágenes capturadas. Otros pocos madrugadores caminaban por la playa, extensa y clara. La bajamar daba espacio para que la arena pareciese un tesoro. Una línea de luz (el tremeluz, como dicen en Portugal) brujuleaba contra el reflejo lejano. La llovizna se había despejado y el aire se llenaba de calidez, mi piel sentía el hormigueo de sus rayos y los contornos se perfilaban, salvo el más importante; la línea del horizonte daba a luz una masa de fuego obrando la magia que la mantiene difusa. Y entre el rumor de las conversaciones joviales y las miradas lejanas, sentía que era para mí esa sensación impresionista y silenciosa, preñada de sentido y tranquila.

¿Acaso insinúo una epifanía, una revelación? Bien me conoces, no es así. Quizá lo lamento. La tierra ha seguido girando y engulló hace rato lo que hizo nacer antes, pero no se ha llevado mi ilusión ni mi recuerdo. Mañana, los días que vienen, habrá otros que verán un cielo similar, quizá aún más claro, pues hoy, leves gasas de nubes distorsionaban la circunferencia anaranjada en un hermoso colmar de luz su contorno probable. Los siguientes días, digo, habrá otros paseos, juegos, melancolías y quimeras. El mismo mar, el viento desde los árboles del parque, el paseo hacia el faro, rojo y solitario, el cielo, el mar y su rumor... 

Y sin embargo, quizá haya una misma fe, la certeza de que saber reconocer una mañana distinta cada día que nace es lo que marca la diferencia entre la verdad y lo superfluo. No sabes, yo tampoco, si hay detrás del velo una mano que dirige el arrebol y su escenario o si es un azar dichoso, pero para el caso es lo mismo. ¿Quién ha dicho que no hemos de apropiárnoslo? Cógelo y guárdalo, que derrita algún miedo que el día traiga en una brisa endiablada de repente y sin saber por qué. Piensa que estamos frente a frente en esa playa viendo la luz nacer, como la vez primera, derrotando a la tiniebla y piensa que es bueno que así sea. Déjame compartir contigo la impresión de un nuevo comienzo de verdad y armonía y que lo que los días traigan no sea solo temor y soledad. Hay más misterios en la vida que los que cualquier filosofía pueda atrapar. De las cosas más extrañas, quizá la más relevante sea ser la conciencia de la materia que nos forma. Mas, de momento, dejemos de pensar y hablar tanto (discúlpame, por favor) y pensemos que hay incendios que avivan la mejor parte del alma y está bien contemplar su silencio y pedir su favor. Esa luz que me ha iluminado hace unas horas estará conmigo aún mucho tiempo, deseo, tan hermosa era...

Hay momentos que valen toda una vida.

martes, 26 de enero de 2021

Hemos de tratar de vivir. 26 de Enero

No soy original, afortunadamente. Comparto la admiración por Hayao Miyazaki con millones de personas. Creo que sus películas son porciones de todo lo que es puro y bello en este mundo, una mirada fascinada a la imaginación desbordante y la verdad que encierra. No creo que haya relatos más poderosos que aquellos en los que uno desea vivir. Él lo logra casi siempre. Bendito sea

He tardado en ver su testamento artístico, El viento se levanta. Trata de una vida con sueños y caídas, dificultades y promesas. El gran terremoto de Kanto, la recesión económica, una epidemia y una guerra. Como nosotros, los personajes tratan de vivir y de orillar la desgracia, buscando la belleza. No esquiva la crítica social ni personal; nunca lo ha hecho. Los anhelos también pueden perderse por la maldad y la estupidez que el miedo hacen crecer.

Y no obstante, existen la fuerza de la imaginación, la esperanza, la contemplación de la belleza, que necesitamos como el agua las plantas y la justicia, que es un horizonte que nos mantiene despiertos. Existen otros mundos en este, y muchos son maravillosos. Nos consuelan y alivian de éste. El señor Miyazaki ha construido unos cuantos y hemos volado en ellos, olvidando rutinas y el hormigueo de la inquietud. Y cuando se acaban, uno se entristece por abandonar ese mundo mágico, pero a la vez siente que una ventana a esa vida se ha abierto y que uno puede ser un poco mejor, sin atajos pero sin abismos inabordables. Y es bueno que así sea. Donde existe el riesgo, florece lo que ha de salvarse, aunque sea un instante.

Abandono ese Japón nada envidiable tras la guerra que la magia de un creador poderoso me hace tratar de entender. Siento que uno es responsable con el tiempo que le toca; no para hacerlo un paraíso (suelen traer catástrofes en las que el acero cede y se oxida sobre la hierba verde), sino para no empeorarlo. Viviremos más desgracias y tendremos que saber combinar el apetito por la libertad para tratar de hacer de nuestra vida nuestro arte con la responsabilidad con el tiempo y el lugar que nos han tocado. La contemplación de la belleza, la palabra justa, el acto bueno. Quizá el cultivo de estas cosas simples sirva para colmar un alma humana.

Uno de los conceptos caros a Miyazaki es el de un lugar más allá del mundo pero en contacto con él, en cuyas tangentes aparece la magia. Un mundo con más paz, más naturaleza, más justicia, mas comunidad y más apertura a las maravillas que cada día presta. Nuestra venida y nuestra partida son indiferentes en el esquema cósmico. Siéntate y respira, como hago yo contra la noche de una tierra cubierta por el mismo velo que a todos nos cubre, para darnos la esperanza de un comienzo con la nueva aurora. Escucha el rumor del devenir, que te llama para que te unas a su danza inacabable. Dónde te llevará, no lo sabes y, en cualquier caso, no tienes poder contra su influjo. Vislumbra las estrellas entra las gasas de nube. Mira las luces de los barcos en la noche acarreando las mercancías y parpadeando contra la oscuridad y disfruta el momento que ninguna eternidad podría cambiar. El viento se levanta: hemos de intentar vivir.




sábado, 23 de enero de 2021

La primera sangre. 23 de enero.


He alzado mi puño febril y enajenado.
He descargado la ira sobre el rostro que fue mi único espejo.
Esa cara perdió súbitamente cada surco,
Y quedó en paz, sin rastro de recuerdo ni agonía
Empezando ya a hundirse en un tiempo misterioso
Sin astros que lo ordenen ni voces que lo ignoren.

Y en ese mismo instante, yo aún chapoteaba
En el furor del odio, asfixiado en su garra
Y mis venas ardían y las sienes golpeando advertían
Que ese mar me cubrió para siempre. La quijada cayó, e inerme
Quería sentir culpa y mis ojos no veían más
Que la hierba mecida y la paz de los lagos.

He buscado la culpa y no la encuentro, mas hay fuego
En el bosque y hay un viento que no limpia la sangre
Y los ojos de Abel siguen abiertos y su cuerpo no envejece
Ni su carne se pudre.

Pasan los días como pasan los signos en el cielo. Sentado sobre mi vida
Siento la ausencia, arreando a las bestias apacibles.
Quise vencer pero me acosa su presencia. Deploro el cielo
Y mi Señor se acerca tenebroso a decirme palabras
Que ya no más entiendo.



jueves, 21 de enero de 2021

Yo no vi jugar a Nate Davis. 21/01/21.

 Vivimos tiempos confusos; aunque nunca han sido sencillos. Despojados de héroes, aquellos que han de alzar la antorcha del ejemplo y advertir del precio a pagar para cada opción tomada. Privados de intrahistoria, el hormigueo bullicioso o incesante que las gentes corrientes tejen en una red incesante de afectos, esfuerzos, anhelos y promesas. Sin el fulgor ni la luz tranquila, parecemos chapotear en medio de claroscuros de abismo iluminado por relámpagos, desde donde nada brota ni permanece, solo un blancor fantasmal que se pierde en la sombra del yo y un presente despojado de un hilo que lo sujete desde el pasado y lo lance al futuro.

Sirva esta espontanea digresión para reseñar un documental deportivo. Versa acerca de alguien que pudo reinar y cerca de la cima hizo el movimiento más asombroso de todos: desapareció. Su historia es una mixtura de rueda de la fortuna y trabajo duro, brillo y rutina. Nate Davis pasó por una España que empezaba a disfrutar de un deporte algo más profesionalizado a finales de los setenta. Y dejó huella en comunidades que empezaban a sentir el brillo de la modernidad y sin saberlo quizá, el aliento que niega la inocencia de las comunidades apegadas a ritos cercanos, en los que la trama es robusta y el brillo de lo excepcional vibra sus cercanos hilos. Las imágenes muestran a un grupo de gente admirando limpiamente a otra persona haciendo lo excepcional, viviendo más cerca del cielo. Quizá no fuera tanto así, nunca es tan simple. Pero la madeja que forman los sueños y la materia de esa gente parecía más fuerte entonces. No vi jugar a Nate Davis, por desgracia. No puedo recordar el tiempo de la amabilidad, apenas.

Cuando Davis estaba más cerca de la gloria, se lesionó el cuerpo y se estremeció su alma: su esposa tenía cáncer. Él dejó todo para ayudarla, estar a su lado, hacer todo lo que pudo. Pero a veces nada puede entorpecer lo que ocurre. Y cuando todo había acabado, el volvió a la vida desde las paredes de espejos de la fama, dejando un rastro de humo donde antes hubo vigor, admiración, reflejos brillantes. Hoy es un hombre de más de sesenta años que trabaja como guarda de seguridad. Su voz derrama sensatez y dignidad y sabe que lo que logró quedara con él, aunque muy pocos más lo saben allá donde el se gana su pan con honradez. Pienso que esto ofrece una valiosa parábola: hasta el irritante, el que se inclina sobre su decadencia o el triste, pueden luchar o haber luchado batallas de las que nada sabes. No se trata de perdonarlo todo, sino de no añadir más peso al caminar ajeno y no asumir lo que rebaja. La vida que no vemos es, probablemente, la que quedará en pie cuando nosotros y lo demás ya se haya derrumbado, idos bajo el peso del tiempo.

Yo vi jugar a Nate Davis ofrece además una esperanza remota, la de que la vida, aunque ausente, puede esperarnos. Tal como él se despojó de fama para salir al encuentro de la vida, tal como los que lo alentaron vieron sus comunidades disgregarse y su prosperidad personal alejó la calidez de vida y con la miel ofreció duda, uno desea a veces volverse a donde todo es más claro. Allá los ríos corren libres, el esclavo se ve libre de su amo y aprendemos a saborear el instante. Hacia allá hay que ir, me digo en la ciudad cercada por la enfermedad y las miradas bajas, el pesimismo y la sospecha. Hacia allá, porque donde arraiga el riesgo crece lo que perdura y la luz de la mañana traerá alivio y armonía. Allí viviremos, y creceremos, y olvidaremos...y algún día conoceremos todas las respuestas. Hoy, unas nubes como de gasa ensuciada quiebran la quietud de la noche con un brillo ambiguo que la luna les presta. Es decadente e incierto. No vivimos el más feliz de los tiempos; pero nunca es fácil.



domingo, 17 de enero de 2021

La verdad es la vida misma. Diecisiete de enero.

 En la guerra incivil que azota el hoy, una batalla se libra con especial entusiasmo, algo estúpido: la batalla por la verdad. Lo cierto y lo taimado, lo ajustado y lo perverso se dirimen en  arduas burbujas apasionadas. Uno no sabe muy bien qué hacer, salvo salir corriendo en cuanto se puede.

Porque la verdad es poliédrica y a la vez exigente. Hay una decepción inevitable al conocer la verdad de las cosas tras la idealización del mundo que el vigor juvenil sostiene. En la tragedia clásica nace una figura que me resulta admirable, la anagnórisis, el protagonista que caminaba por la vida de su obra ignorando algún hecho acerca de sí, lo conoce. Este hecho puede ser tan opresivo que sucedió antes de su nacimiento, o fue independiente de su voluntad. No importa mucho. Debe arrostrarlo, si puede. Su verdad no se cuida de lo que sienta o crea. Así de fuerte y terrible es.

Más adelante, Don Quijote embarca a sus lectores en un juego supremo de espejos e ironía, ¿donde se esconde la realidad? Los libros le hacen percibir un mundo que otros no reconocen, él es conocido gracias a un texto encontrado de casualidad en un mercado, quizá mal traducido y cuando algunos leen acerca de él, sienten su misma duda. Después, algunos de ellos lo conocen incluso. Una mayoría persiste en near la realidad de lo que ve, pero todos dudan. No saben si está cuerdo o loco, si lo que cuenta ocurrió o no, en definitiva, vislumbran que la realidad se adapta a nosotros, pasadas ya las épocas de un orden superior inmutable.

Se me ocurre que a veces confundimos la precisión con la verdad. Es cierto que muchos muchas veces han tratado de confundir hechos con opiniones, pero también creo que los hechos pueden ser  ambiguos y abiertos. Lo que tiene historia no puede ser definido, escribió Nietzsche. Supongo que se refiere a la continua re-creación de todo lo que pasa, en el molde inacabable de los ojos nuevos. Hoy vivimos una edad nueva para esos ojos, que extienden su jurisdicción a tantas imágenes, noticias, palabras propias y ajenas, la marcha del mundo en tiempo real, Solo se me ocurre que la autenticidad es el mejor remedio a la imitación de la vida que se nos propone: aprender a pedir prestados ojos de ayer y en lo que permanece más allá de la hojarasca de los tiempos idos, saber encontrar lo permanente, lo que nos forma y somos.  

En cuanto a la pelea por lo que es falso y es certero...relájate, lector, amiga mía...no somos los jueces definitivos de la moral humana, pero nadie puede sustituir nuestro juicio. Sé leal a tu aspiración de llegar a ser quien eres, deja que la vida sea su propia respuesta y acoge la verdad como lo que construye tu vida y no como lo que la convierte en pelea, amargor y ruido.

La ciudad se despierta bajo las nubes y en un silencio plácido, algunas virutas de humo suben hacia la mañana. Detrás de ella hay un sol que nos presta la luz y es hora de atesorarla y dejar de perseguir sombras.

lunes, 11 de enero de 2021

Los Simpson.11/01/21.

 Me han acompañado una porción importante de la vida. Gracias a ellos comprendí el valor de las teorías. En teoría, funciona hasta el comunismo. En teoría. He sabido que por mucho dinero que alguien tenga, hay cosas que nunca podrá comprar, como dinosaurios y he comprado un yogulado maldito. 

En Springfield hay una comunidad excéntrica y entrañable que evoca un mundo más habitable, porque no hay memoria para el rencor y sus habitantes actúan de buena fe. A veces pretenden linchamientos, hasta que se dan cuenta de que ese comunista no es comunista: podrá ser un borracho, jugador y vago, un comunista, pero no es actor porno. Los candidatos a la presidencia van de la mano porque en cualquier caso el planeta ya está condenado y el actor secundario Bob ve interrumpidos sus recurrentes planes homicidas a causa de su temperamento artístico. Hay desidia, celos, pereza y malos ejemplos, pero quedan el bar de Moe y la tienda de comics, el colegio y la iglesia. El abuelo puede ser irritante pero tiene un corazón puro. Hank Scorpio es un malvado, pero no le gustan las formalidades. Las caricaturas son parte de nosotros y siempre hay una declaración de principios en el humor de la serie: uno debe ser valorado por lo mejor que es capaz de dar. Tampoco me parece un humor dócil. Tratan con acidez los azotes que desgastan el mundo occidental moderno. Le estupidez, el rencor, el ansia de lo nuevo y el podre del dinero son criticados en chistes eficaces que evitan la complicidad del emisor y el espectador contra un tercero para excluirse y sentirse elevados en el pedestal de los que siempre eligen el lado de los buenos (que suele ser la mayoría).

La familia es el eje sobre el que todo gira. Sus desencuentros, ayuda, peleas y reconciliaciones suelen enhebrar la mayoría de los capítulos. A través de su envidiable presente, la familia resiste y los días pasan, mientras a Springfield llega el monorraíl, el señor Burns trata de suprimir a su viejo enemigo el Sol o Moe recibe bromas en su teléfono fijo. 

Estoy viendo la última temporada estos días. Tras unos añitos sin saber de ellos pensaba que estarían acartonados, secos. Me ha sorprendido gratamente verlos en plena forma, haciendo de un poco de locura la mejor forma de afrontar con pasión esta breve etapa que llamamos vida. En la isla esmeralda la noche cae pronto desde un cielo que estos días no ofrece libertad y esperanza. Se agradece cada pequeño motivo para que la vida merezca la pena y dé unos minutos de alegría y paz. Me pregunto si en los años que vienen, la mirada limpia sobre el otro, por más defectos que tenga, será posible en nuestro mundo de color carne. Hemos sembrado bastante rencor y sospechas para querer ser mejores que los otros. La lluvia se posa en el cristal de mi balcón como un reflejo cansado de un lugar donde todos quieren ser escuchados, pero todos hablan porque tienen cosas muy importantes que decir. Y qué queréis que os diga: hay cosas que no pueden funcionar, ni siquiera en la teoría.





Dios bendiga a Los Simpsons y a la gente que los acompaña.

jueves, 7 de enero de 2021

Siete de enero.

Hay un malestar en el estado, la cultura y la vida, que está proveyendo de respuestas erróneas a preguntas pertinentes a este tiempo desquiciado. La insoportable levedad del ser siempre había sido un suspiro del corazón; ya se sabe que los suspiros son porciones del alma que van al aire, donde se pierden. Se nos han prometido dones y lo más importante, pensábamos que alguien recogería lo que los jirones del espíritu van dejando en el camino de la vida para que germinen: un esperanza, un recuerdo, un afecto, el recuerdo de un amor aún posible. Pero a veces parece que la furia y aún peor, el olvido, rigen sobre lo que existe. Y vamos sonámbulos, presos de una desazón que ni siquiera tiene nombre, porque nos han dicho que no existe ni debe existir. Comamos y bebamos, mañana moriremos. Y uno siente que apenas le importa a nadie y que tras su paso solo quedará el nido del viento y la grama esparcida sobre los gratos rincones de ayer.

Antonio Machado acuñó una frase tan hermosa y profunda que parece mentira; "De toda la memoria, solo vale / el don preclaro de evocar los sueños". Faltos de sueños, cansados de la épica que da la voz y la gloria a los otros para coleccionar en nosotros hieles y cicatrices, parecemos escondernos en la calidez calmada del yo. Otro engaño. El ego es un torbellino de sensaciones tiránicas y aspiraciones frustradas que solo desea su expansión, hasta terminar reinando sobre su voraz deseo. Y la concurrencia de esos reyezuelos agrios conlleva el terror. Así que hay que elegir entre ellos y nosotros, lo que promete liberarnos y lo que nos promete aceptar. La mentira nos hace optar por el más equivocado. 

Ganivet dijo que el sueño de cada español era poseer una carta foral de un solo artículo, "esta persona está facultada para hacer lo que le dé la gana". Parece que hemos vencido, todos lo han hecho. Hoy siento que el remolino me arrastra de la furia a la tristeza, de la pena al temor, del temor al desprecio y del desprecio al cansancio. Y por encima de todos ellos, la levedad del ser cae como la nieve sobre todas las huellas, todas las marcas y todas las manchas, aliviándome de todos los fallos que cometí y recrudeciendo el fulgor mustio de la apatía. Porque hay un olvido que no tiene prisa. Crece con el ansia de vencer sobre todo que olvida o niega al otro, cuya mano parece ya muy fría, muy lejana y altiva, desconfiadas ambas como para aspirar al verdadero encuentro que quizá nos elevase. El resto es silencio, miedo de perderme en un laberinto de amargura y sospecha de que el bien aún exista, haya existido o el futuro sea un país del que llegan más noticias que juguetes caros y el mismo miedo de siempre.

Cae aguanieve afilada sobre las calles y el río. Moja los tejados que ya no oyen conversaciones y los letreros que ya no miran la piedra de las iglesias grises. El agua espejea la negrura de unas nubes sin espalda y las estrellas tiritan sin que les importe nuestro tedio. Quizá el mejor patrimonio sea nacer con el don de la risa y la sensación de que el mundo está loco. Las aves graznan y la luna se esconde. Todo parece exangüe y la sombra avanza contra el perfil de arpas que gotean, muros que cobijan charcos, cristales que guardan resplandores que hoy niegan y una vida que en algún lugar también se va yendo sin pausa ni estruendo, hacia quién sabe donde. 




martes, 5 de enero de 2021

Cinco de enero de dos mil veintiuno. El pecado original y el fin de los tiempos.

Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.


Nuestros primeros padres fueron condenados por anhelar el fruto del Árbol de la Ciencia. En el mito se hallan varias ideas de mucho poder y que mueven a la reflexión. Como es lógico, se ha ido enriqueciendo con aportaciones variadas durante milenios. Pero yo carezco de altura para añadir mucho y no me apetece soltar gilipolleces y ocurrencias ahora mismo.

Hoy vivimos en ciudades que crecen en la altura, hay fibra óptica que alivia el tedio y lenitivos para el dolor. Hay un dolor sordo de falta de sentido que se propaga junto con cierta fugacidad insensible de labores y penas, pero podemos elegir un camino más que casi todos los que existieron antes. El yo y su expansión incontrolada auguran y ya donan quebrantos en su adoración estúpida y vivaz, pero nunca fuimos ángeles. Estos días he pensado en una de esas servidumbres del ego, en mi opinión: la fantasía de un orden.

Parece ser que así nos han parido: nuestro cerebro necesita encontrar patrones y aplicarlos. No nos ha ido mal, somos unos animales que han prosperado desde la nada hasta altas cimas de miseria. Pero no todo lo que nos es útil debe ser cierto. La verdad es una delicada relación entro lo que acontece y lo que nos pasa, mientras el tiempo incansable continúa su zapa de días. En esa intersección difusa a veces percibimos destellos y alumbramos un orden, un relato, una cadena causal limpia y firme que une los pedazos rotos. O lo hacía. En un mudo cada vez más traspasado de olvido y mentira, los seres hipersociales que somos necesitamos más que nunca una regla de razones que expliquen la fragmentación del ser en el mercado infinito de una vida desasosegada. Y me temo que preferimos un orden inefable que el sometimiento a un azar despegado de nuestro deseo.

Es algo que creo observar en otros y seguro que a mí me pasa, en los puntos ciegos en los que no puedo tener perspectiva de mí: nos aferramos a un orden, a preceptos escondidos de culpa y redención. Es comprensible: parece ser más consolador pensar que capturar ese arcano podría servir para librarnos del mal, que es más aterrador si viene sin requerir de ninguna falta. El pecado original traslada la respuesta de ese orden que una voluntad mayor conoce para darnos pistas acerca de dónde se encuentra la salvación. El azar no tiene misericordia ni gozo, es una fuerza ciega que encumbra a algunos y siega a otros sin desearlo, tan solo en virtud de su paso. Los animales asustados necesitamos un consuelo y asir un método que nos permita creer que levantaremos de nuestra vida algo más que lo que el destino avente. 

No me molesta ese pensamiento y quizá no podemos tener otro. Pero en la época de la razón y el avance, quizá podamos pensar si no atribuimos a ese progreso características mágicas que no provienen de su ámbito, sino de uno muy distinto. Conviene manejar estas creencias con mucho cuidado, porque solo sirven para encontrar la culpa pertinaz que causa un mal que no cesa (ya que nunca cesa), que puede ser descubierto con ritos y obediencia a un orden supremo. Y en esa esperanza, en el fin de los tiempos, encontraremos todas las respuestas. El peaje es elevado, no obstante. Consiste en hacer equivaler desgracia y pecado. En esa llanura desierta y escabrosa que solo ilumina la tormenta, nace una idea perniciosa: el otro es una fuente de peligro y el castigo a su falta también caerá sobre mí. Es el abandono de la humanidad básica de quien quiere superar su propia condición. Pues en las turbas de los que han encontrado la verdad sin dudas y la salvación de toda incertidumbre, hay siempre una sangre más que verter antes de llegar al cielo.

Dublín está silencioso y asustado bajo un velo de nubes oscuras que apenas pueden iluminar los brillos de ayer, ya gastados.