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domingo, 28 de abril de 2024

Un verano. 28 de abril, 2024.

 Un coche surca un paisaje pedregoso. El calor es sofocante, ese que hace que las bocas se resequen y agrietan los labios. El creador del Mundo está fuera de él; quizá pudiera ser más amable con sus criaturas. Ha decidido no hacerlo y seguir su propia justicia que enmadejará o desmadejará el juego a su antojo.

Un coche negro avanza, decíamos. El país podría ser Argelia. Quizá sea uno que no existe en el mismo mundo en el que habitamos nosotros. Los seres y sus vicisitudes se agitan en la conexión del señor de su destino y los ojos ávidos del joven que lee en su habitación, en un rito nocturno y amado, descubrir otros mundos, otras voces, otros mundos invisibles que moran en éste. Durante el día le fue concedido gozar de los dones pródigos del verano. Escaló en su bici, tesoro de los pobres de los niños de pueblo, cuestas suaves alrededor de las cuales amarilleaban rastrojos. Se zambulló en una poza que no muchos conocen. ‘Como la noche conoce a las estrellas’ leyó ayer, y ese verso ha resonado en su cabeza ahora, sin saber bien por qué: porque él es otra criatura y el dueño de su historia así lo ha decidido. Ha estado mirando jugar la partida en el bar del pueblo a hombres secos y duros. Ha visto a sus mujeres protectoras gobernar la vida con valentía. Se ha sentido parte de su gente, trasegando unas cañas, en un mundo cruel y severo pero también abierto, presto a cambiar la audacia por oportunidades. Es un sentimiento cálido sentirse parte de algo superior a uno mismo. Luego, volvió tranquilamente a casa, sintiendo el aroma de la noche suave. ¡Verano! Que hermoso sentir el frescor del agua, la calma de la amistad, un tiempo tan lento y preñado de gratitud que parece recobrado.

El joven cierra la puerta con cuidado para no despertar a su familia. En las estanterías le esperan hechizos y a él le gustaría apurarlos todos. Ha sentido el fragor de la caza entre las paredes de una abadía entre las montañas. Agosto refresca el rostro, dicen los viejos y entre el canto de los grillos de cuando en cuando, ha refrescado su mente con razonamientos enrevesados que disimulan la lucha por el dominio. Años más tarde, aprenderá que casi todas las desgracias provienen de no hablar claro. Ha acompañado a familias huyendo de las tierras atormentadas para que su nombre no se perdiese. Ha surcado un río febril en busca de la definición del mal y el horror, si tal cosa es posible. Sentirá, cuando le llegue el momento, que tal cosa es un afán insensato; quizá sea porque recuerde la sensación de arena escapando entre sus dedos tras golpear el rostro de la oscuridad, al final del río. Ha acompañado a un centinela, día tras día, tras su muralla, esperando a los tártaros, pues ese es su deber. Y los mundos antiguos y los que vendrán, y los personajes que parecen ser suyos, así los autores le han dejado penetrar en su pensamiento y lo que sienten. El terror, el romance, la rabia, la esperanza, la sonrisa. Todo ello navega entre la brisa de las palabras que tiene la suerte de compartir. Leerá el Don Quijote y a Borges algún día e intuirá el juego de espejos de la literatura, imitando al de la vida, que suele ser ambigua en su acecho de lo real.

El joven siente que sus ojos van cerrándose dulcemente, después de una aventura en torno al cabo de nueva esperanza. Ha merecido la pena, como siempre, se dice. Bebe un vaso de agua y se felicita de su fortuna, la de todos aquellos que pueden vivir un verano así. El mejor verano.

No sabemos su nombre: yo, que puedo ser dueño de mis criaturas y soy la criatura de otro al que no conozco, en una espiral inconcebible de causas, podría crearlo. Tampoco que le deparará el futuro, los gozos y los pesares que la vida irá repartiendo por su camino, como hace con todos. Quizá haya otro jugador que mueve la pieza del destino mientras los señores de su vida creen ser su destino absoluto. Nadie sabe. Mientras la noche se apodera de ese mundo distinto que se parece al nuestro, todos los sueños, los seres, el cielo y el subterráneo se van plegando para sólo nacer de nuevo en el momento en que tú lees cuando yo ya soy una sombra inútil para ello, conectando en un punto del tiempo y del espacio que no debería estar, pero que tú y yo juntos hemos conjurado; la magia incesante y fresca de los recuerdos de nuestro mejor verano, aquel que sabe que frente a todo el frío del mundo envolvente y confuso hay un calor interno y primordial más fuerte empujando de vuelta.

 


 

miércoles, 24 de abril de 2024

Abril. Veinticuatro de abril.

Abril es el mes más cruel. Entre la niebla de la alborada despliega los pétalos de la memoria. La dulzura de lo que se pierde es más espinosa que la dificultad prevista. Y el sol nunca se asoma. Te has sentado en un banco en la luz cansada de la tarde. La frescura de los tilos no parece sino un reflejo del otro lado, aquel que ves en los sueños extraños e inacabables. La palidez de sus ramas, que no filtran la luz del sol, hacen sus brazos cansados.

La derrota del tiempo es que nada cambia. hay otros bancos, otras riberas, pero siempre cae la misma lluvia y acosan las mismas preguntas. El vacío es infinito, frío como la arcilla seca. Las nubes se ciernen en una cúpula de terror silencioso. El camino no lleva a ninguna parte. Acurrucado contra la tiniebla, buscas aquello que despeje tu mente, para no pensar ni sentir. El rumor es lejano. Vas a tratar de olvidar un olvido y pensar en la quietud apacible de lo que resta del día, antes del silencio, antes de que anochezca. 




domingo, 14 de abril de 2024

Infancia. Catorce de abril.


¿Recuerdas aquel tiempo de perpetua promesa?
El prado, el arroyo, la lumbre y cada rostro
Parecían distintos, escondiendo un misterio
Que envolvía su sueño bajo el cielo infinito.
Fue la hora preciosa que agitaba el segundo
En la vibración de un mundo generoso y despierto.

La voz sobre los campos era de un Dios presente
En gorjeos y trinos, rumores y crujidos
Delicado y audaz trotando entre las formas
De la imaginación y el asombro, el amor a la duda.
Ahora echo de menos su consuelo atento
Como aquel que espera que abran la puerta de su casa ya en ruinas.

La soledad se poblaba de seres misteriosos
Compartiendo secretos desde su primavera.
Guardianes del ocaso y un templo de alegría,
Fuimos lo que la suerte supo y lo que el alma quiso:
En su brillo de agua lo que guardas se pierde
Porque todo lo que no está en ti y se te da, te hace
Y lo que diste al fuego de los años es lo que permanece.

Aquel resplandor para mi mal está apagado
Y lo que sabía sentir es una llama oscura.
Avanzar es más arduo y ascender es cansado
Hasta la cumbre nevada a la que llega el hombre
Tratando de vislumbrar en el país del niño
Los tiempos de gloria por esa luz bañados.

Ahora somos olas que amenazan romper
En el vacío insomne de la playa entre brumas
Dónde la memoria destiló experiencia de sabor amargo,
Allí dónde las lágrimas ya no son capaces de contener un mundo,
Pedazos rotos de un espejo que jamás contemplamos.

Dondequiera que vaya, el embrujo se ha roto. 
El fracaso no es dulce. La paz tiembla
Sin la magia ubicua que despierte un anhelo.
A veces un batir de alas revela su destello
Y la inocencia baña el día con su cáliz sagrado
Mas termina pronto y me deja en silencio.

En su trono agotado, rige terrible el tiempo;
La costumbre olvida el fulgor y se agota
Y la noche no prodiga su camino entre estrellas.
¿Dónde han quedado derrotados la esperanza y los sueños?
Sólo una voz moribunda susurra aquel recuerdo
Cuando todo era instante,
Cuando fuimos eternos.




martes, 9 de abril de 2024

Una historia de fantasmas. Nueve de abril, 24.

En la casa había una habitación por la que entraba el sol por las mañanas desde que el alba rompía. Por la noche se oían los grillos, traídos por la brisa nocturna y el aroma de los jazmines. Así pasaban los días. A lo lejos, las colinas onduladas de la primavera evocaban la distancia melancólica de la mar, como de una ausencia innombrable. A veces, la fuerza arrebatadora de las tormentas de verano iluminaban los parajes lejanos entre estruendos fragorosos

El tiempo pasó. Las otras estancias se llenaron de sombra. El polvo se fue posando en los muebles, levantando cada mañana motas doradas entre un viento fresco. El olvido desplazó los recuerdos, las pequeñas victorias, las embestidas despiadadas de la realidad. El desencanto.

Así que al fin llegaron. se apoderaron de los dormitorios tristes y del salón, donde antes aleteaban las risas. El silencio tiene una dignidad extraña que el bullicio no conoce, mas en ocasiones hiela el corazón. Solo queda ya un rumoroso pestañeo de las cortinas blancas que agita el viento que anuncia los nuevos días y con rayos del sol lentos y suaves, donde viven ellos, en un lugar ya lejano, en una habitación vacía. 



jueves, 4 de abril de 2024

Las inmensas preguntas. Cuatro de abril.

¿Es el sufrimiento inmanente? ¿Acaso, sería posible, elevarnos por encima del dolor? ¿Es la conciencia un ángel, un cierto guardián ciego, o es una ilusión creada por múltiples centros de experiencia que aún no aprendimos a distinguir? ¿Qué me une a las personas distintas que fui, algunas irreconocibles? ¿Es la esperanza, la ilusión de un futuro, la capacidad de modificar mis recuerdos para unirme en todos ellos y superponer una ilusión que llamo yo? ¿Es mi impresión de libertad otra ilusión inalcanzable? Y lo más extraño de todo, ¿por qué soy capaz de planteármelo, si soy incapaz de encontrar siquiera un indicio de ello? En fin, por qué soy capaz de preguntarme acerca de cuestiones abrumadoras que no deberían aparecer.

Una confusión irresistible que en ocasiones me invade es la de percibir todo con un orden que no es de lo que veo, sino de lo que hay dentro de mí. Pero dura poco y enseguida siento que yo me despojo de mi percepción misma y todo aparece como iluminado por un sol tenue y diferente sobre un planeta muerto. Un silencio eterno que nadie percibirá, cuando toda vida perezca. Algo que sólo existe en virtud de la presencia de algo que siente o piensa, en ausencia del ser, desaparece y a la vez se hace omnipresente. Mi hoy contradice mi ayer constantemente, sí. Pero es que pienso que no hay nada que tenga relación con lo demás si salgo fuera de mí y que todo es lo mismo cuando vislumbro cualquier aspecto de la realidad después de sentirlo o pensarlo.

Una obsesión que vuelve a mí es tratar de comprender, aunque sepa que nunca podré, porque soy consciente, sensitivo, porque somos la parte de la materia que trata de conocerse. Si la intuición es una sabiduría secreta y es cierto que comprender es recordar. Por qué, y esto es lo más extraño de todo, hay una selva de símbolos que puedo compartir con otros, porque la complejidad no me aísla sino que me aferra a otros y a la ilusión de que aún mantengo un hilo tenue de percepción con algo más allá de mí. Tantas veces me parece una ilusión, una cárcel de experiencia falsa que levanta la creencia en lo que nos ciega. Entonces, la melancolía y el desprecio me anegan, deseo desterrar mi conciencia, anular mi percepción y entregarme al alma del mundo, olvidándome completamente de mí. Y mi corazón se exalta tímidamente con esa elegante esperanza.

Miro ahora por la ventana perlada de gotas de lluvia, surcada de su agonía, reflejando diversamente las luces náufragas de esta noche. Las inmensas preguntas aturden mi mente y el viento, el río y los hierros de la ciudad son el fenómeno pasajero de esta noche, construida bajo una representación fugaz de un dolor que imagina su padecer porque se engaña creyendo que existe. Sé que lo que pueda darte el instante, la eternidad no sabrá traerlo de vuelta. Pero me pregunto si no debería dejar de buscarlo y aceptar lo que venga y simplemente ser, sea lo que sea que eso signifique y sea lo que sea que soy.



martes, 26 de marzo de 2024

Dignidad. 26 de marzo.

Me he acostumbrado a no ver las noticias. Oigo las deportivas en programas nocturnos, porque suelen tratar de éxitos y sucesos que despiertan admiración, si uno trata de abstraerse de su entorno. Las redes sociales en ocasiones expanden algunas, también. No es frecuente, pero entre todas las tareas urgentes no es la menor aprender a rechazar la basura. En fin, que esta entrada la iba a escribir el pasado diciembre después de ver "Que bello es vivir" en la tele; esos días  Arabia Saudí seguía presumiendo de músculo de poder blando pagando cantidades enormes a deportistas.

Una de las cosas que mas me gusta de la película es su carga crítica a la codicia. Hoy, ayer, siempre, el dinero se sobrepone a cualquier jerarquía para demolerla y que nada más valga. No creo que deba ser impedido más que en el ejercicio de la libertad personal de cada uno. Es cierto que vivimos en un capitalismo absoluto y hay asuntos que deben trascender el dominio de los más afortunados. Personalmente, me resulta deplorable. No obstante, se me ocurre que la dignidad es un remedio más decisivo y honorable que la queja sempiterna de las almas bellas: se dice de aquellas que participan del mundo tal cual es, se quejan de su inocuidad y renuncian a participar en cualquier mejora provisional para mantener su ideal a salvo sin mancharse las manos.

Es muy fácil escribir en un blog que no lee apenas nadie, pero creo que existe una falta de dignidad global descorazonadora. Se ve en los relatos y en las noticias, en los héroes absurdos adoptados por la cultura popular contemporánea. Temerosos, víctimas de sí mismos, soñando venganzas imposibles y dedicando a su propósito una versión enamorada de su propia importancia. Es humano, demasiado humano...pero no es admirable. La hipocresía inversa de la hora requiere victimizarse para poder ser irresponsable, para sujetar el frío de la libertad a la pasión triste del resentimiento. Aquí hay que perder, o fingir que se pierde, exhibir la pobreza, la ofensa, el padecimiento, la lágrima y todo será perdonado. 

Creo que la dignidad, la conciencia del valor propio, erige una jerarquía impasible. no pide ventajas ni las concede. Nada puede vencerla. Se impone al relato interesado. No busca la venganza de la memoria desquiciada, le basta su propio instante de triunfo. El mundo no comienza con nosotros. Como hay avances evidentes, también recibimos de los días de ayer servidumbres heredadas. Luchar contra ellas es noble. La pelea contra lo que nos quiere herir y contra lo que nos quiere comprar sirve para elevar el momento a lo mejor de toda una vida. Y, en cualquier caso, lo contrario es entregarse a quienes quieren usar su protección para afianzar su dominio sobre conciencias inermes. Lo bueno de la integridad es que nunca puede ser compartida al abyecto impulso que llaman gregario.

La noche se desploma sobre la luz de la primavera. Todo pudiera ser nuevo, hay mucho bueno y no es la menor de las delicias de la vida alzarse sobre los escombros de los días y sentir la hermosura de decir un no que es un sí a todo lo que merece la pena.




domingo, 24 de marzo de 2024

Ecos de pasado. 24 de marzo, 24.

Imagino los viejos lugares arrinconados por el devenir con melancolía y óxido y silencio. Balnearios entre montes nevados y abrazados por brumosas gasas, jirones de niebla, allá donde la carretera serpentea entre montes de coníferas. En esos lugares remotos, ayer la vida de los grandes del Mundo agitaba tableros, portales, paredes, recepciones y vistas. Hoy serán lugares para los que sienten nostalgia de aquel mundo que no vivieron. Acaso los regentarán personas tristes, abrumadas por el olvido. En sus cámaras frigoríficas semidesiertas se irán acumulando los días sobre las provisiones del Menú, también amarilleando, esperando las visitas que los remuevan de su sopor. Allá en el empedrado donde resonaban los carruajes de caballos no hay más que charcos, sombras de cielos nublados y color plomizo. Las paredes desconchadas, los portalones con la pintura decaída y el umbral descuidado. Signos evidentes de la tarea implacable de olvidar un olvido. Los ecos del pasado forman ondas concéntricas que llegan hacia mí y luego se retraen, hasta igualarse con el mutismo de hoy. En una pulsación trabajosa y lejana.

También trato de pesar cómo serán los pueblos de la costa que perdieron sus fuentes de vida. El mar lamerá orillas pedregosas bajo cielos de cobre , sintiendo un viento frío que empujará bancos de nubes contra el horizonte difuso. Las casas serán iguales y si aún queda un hostal, alguna tienda y bar no será terrible...pero acaso sea más trágico, pues la tragedia puede ser irónica también y desvelar distancia entre lo real y lo anhelado sin que el deseo de que coincidan se pueda separar. Las gentes serán viejas, pocas figuras se aventurarán en la calle o la plaza frente a la lonja, el ayuntamiento, la casa del pueblo. Será como si el tiempo de la creación se hubiera detenido y el de la decadencia se expandiese hasta superponerse ambos en la misma quietud. 

Me gusta imaginar todo ello, porque ya vivo allí. Siento habitar una quietud irreal envuelta de fragor indescifrable. Creo que estoy en un lugar mental que añora un mundo que ya no existe y no se conforma con las perspectivas del futuro cercano; que gusta de la soledad y encuentra la desolación hermosa y al tiempo desea la floración y el calor de la existencia. Que teme el punto medio en el que estoy: siento, ahora que la noche ha caído y el rumor de los que vuelven a casa se va acallando, que está en un lugar de vibración decadente. Sí, hay movimiento, pero no hay dirección. Sí, hay novedades, pero no hay esperanza. Mientras las grúas permanecen, edificios y parques se erigen y las luces se instalan para conquistar la oscuridad, veo en su futuro hierros sombríos y azules, vientos inhóspitos, lluvia gris y marasmo y allá, más dentro de mis ojos, las estampas de melancolía, con óxido y silencio, forman una ventana desde la que mirar a la desolación desde una esquina, cansada y lóbrega, de mi alma leve.



 

jueves, 21 de marzo de 2024

La sociedad indecente. 21.03.24.

Cada pocos días se vuelve a descubrir con escándalo que en este Casino se juega. Es un espectáculo grotesco en el que se representa la indignación inane de las almas bellas.  Un teatrillo barato que concita furia, exigencia y razones fingidas para desarrollar una catarsis fingida. Y hasta la próxima. La última, de momento, es la de la federación del furgol. Años de comisiones, informaciones, mangoneo, orgías, venalidad, estómagos agradecidos y permisividad en el uso y disfruto de dinero público y el nombre del país han desembocado en el enésimo escándalo insoportable que se arrinconará cuando llegue el siguiente.  

Así es en todo el país, diría. Creo que en España todo está corrompido y hemos consentido en respirar ese ambiente viciado...desde que tengo memoria. De hecho, me parece que el asunto va más allá de la corrupción: el problema es que es, que somos, una sociedad indecente. Tomo el término usado en el sentido de que una sociedad decente es aquella que las instituciones no degradan al ciudadano ni ellos se humillan entre sí. Aquella que entrega el exceso de poder en impersonalidades y ritos para desvanecer su abuso en la medida en que la condición humana lo permite. Allá, no: basta ser conserje de una biblioteca voluntaria, delegado del club de lectores o tener una placa, una tarjeta, una llave o un papel y esperar a que las puertas del paraíso se abran en la medida de lo posible. Puede ser dinero, o no llegar. Puede ser el abuso de poder, o no llegar. Lo que es, y aquí está el asunto, la oportunidad perpetuamente aprovechada de afianzar un dominio ilegítimo saltando más allá del legítimo.  Una atmósfera de humillación constante en cuanto uno percibe una nimia posición más elevada.

Se trata de aprovechar el momento de acaparar, porque, y esa es otra clave, si no lo haces tú, lo harán otros. ¿Cómo puede prosperar un país con esa cantidad de desconfianza en todo y todos? Y después, si llega, aguantar el chaparrón y resistir un poco. En esta etapa no se trata de la tentación y la ingenuidad tratando de llegar a acuerdos, sino del tono constante de disculpa del tramposo, el dopado, el ladrón y el corrupto encubriéndolo con declaraciones altisonantes. La disonancia entre lo que se declara y lo que ocurre es insoportable. Uno solo puede pensar que convive con un número alarmante de personas que han decidido rechazar la realidad y otro aún mayor que es incapaz de reconocerla, sumidos en delirios. Todos hemos visto a los corazones más turbios de nuestra generación consumidos por la codicia. Nos da igual o no podemos hacer nada. No importa tanto. La conclusión amarga tiende a ser la misma: Nunca vuelvas allí. No cedas a la multitud. Deplora a los que debilitan con su protección mientras declaman su protección a los débiles. Teme al Estado. Pierde la esperanza con aquel país soleado y terrible...

Las nubes ciernen oscuridad lluviosa y frío. Anhelo el sopor de la calidez y el abrazo de la primavera. Pero es mejor estar triste tras la ventana que ser un esclavo de pasiones tristes en aquella tierra que envenena los sueños. 




lunes, 18 de marzo de 2024

La penitencia. Hace mucho tiempo en un lugar al que volveré...

Huyo del aroma escabroso de la culpa y espero que tú hagas lo mismo. No hay penitencia más ardua ni excruciante que la consecuencia de la falta, macerada en tiempo y la repetición que provee el recuerdo. Pero sé que en los puertos cercanos al Pirineo, la conciencia intensa de la vulgaridad invencible hiede tras voluntariosas, inanes muestras de sofisticación pretendida. Pescado muerto podrido. La soledad se cierne sobre cualquier Gólgota y las cruces no dan paz, sino soledad y abandono. Esfuerzo inútil de evitar ser quien es, cadena perpetua. Allá en el sur, la hipocresía no conforta de la correcta baja estima propia, En fin. Gusanos que solo saben alimentarse de sus propias excrecencias. Nada importan. Sí, sí, acabarán muy pronto. 

Los demás, que aspiramos a no perseguir a nadie porque no tenemos que compensar el fastidio de existir, seguimos adelante. Con penitencias más o menos arduas, pero nunca rotos. Solo importa la inocencia, y la inocencia es un espejo prodigioso que borra cualquier falta si advierte la pureza. Por eso el mundo de hoy es difícil de vivir. El cinismo y la codicia parecen ser lo único que existe.

El día torna a la noche pausadamente y la estupidez lejana no puede tocarme. la llovizna eleva un clamor a la ciudad vacía y la vuelve distante. 

viernes, 15 de marzo de 2024

Primavera. 15 de marzo.

Echo de menos las noches cálidas que conseguí vivir. Anhelo sentir la brisa cálida nocturna envolviendo mis brazos desnudos, la manga corta, las terrazas. Deseo, necesito notar que la primavera despliega sus olorosas sábanas perfumadas. Tumbarme al raso en la hierba y contar estrellas. Sentir que la comunidad sale al encuentro y cesa de ser un vidrio fragmentado, creer que puedo encontrarme en otros, en paseos imprevistos, en la improvisación de deambular a lo largo de calles gastadas y queridas por mí. Ay, añoro la suavidad de la lentitud en el paso de multitudes joviales. La misteriosa alegría de quienes nos sabemos mortales. La cavidad imperceptible que, en ocasiones venturosas, logra detener el tiempo. Quiero ver las noches llenas de rumor y excitación, de jazmín y abandono inocente. Me encanta que la primavera vaya destapando las cortinas y que llegue sinuosa a herir con su filo de luz el significado de la noche. 

Cuando niño, sentía el llegar del tiempo prometido casi como una sorpresa. La casa tenía más luz y el resplandor de la mañana iluminaba hasta las sombras más recónditas. Todo lo que ayer costaba, era grácil y se daba sin esfuerzo. Lo arduo era de repente un don. Hasta el atardecer hería de intensidad y fuerza. Sin embargo, no era el sol cruel, aún. Era una bestia aún adormecida que daba sus primeros zarpazos desde el fondo de un sueño. La sangre acaso palpitaba, sabedora. Yo no lo sé: lo que el cuerpo advierte, el cerebro no logra acecharlo del todo. Las luces de los faroles solitarios, las voces lejanas, las paredes doradas de la ciudad antigua, todo conspiraba. Todo llamaba desde un lugar lejano, desde el seno del tiempo, con una voz sensual, un punto siniestra. La voz que no llega al interior de las casas, cuando el frío reta y el fuego cobija pero también amenaza.

Hoy es marzo y esto tiene ya muchos años. Quisiera atar la luz al mes y al cielo el de mi tierra, que hoy se habrá abierto sobre los campos en tonos rosados y azules. Las ondulaciones verdearán y los ríos seguirán, incansables, mientras resplandece el sol en sus muslos fértiles. Destellos entre las ramas de las encinas, de los pinos fragantes. El tiempo era entonces, y parecería ahora también, infinito. que tiempo de maravilla aquel que nos dio a probar la inmortalidad en un instante. Mas, ay de mí, sin querer aprender he aprendido que hay que dar lo que nos salva a la cruz del tiempo para que al fin nos acompañe...

Hoy es noche húmeda, acaso no fría pero tampoco invitadora. La casa, todas las casas se sienten vacías. Las ha abandonado el conjuro de lo que forma una complicidad, un gesto, el destino caído entre dos luces lejanas que vienen y vuelven desde dos misterios. No deseo que la noche venza, no deseo entrar obediente en el asesinato de la luz, pero el recuerdo puede herir y necesita más para sanar: una sensación, la vibración correcta, una pulsación que concuerde lo que esperamos y lo que ya hemos aprendido. Hoy es marzo, y deseo la primavera. Bestial, huracanada, invencible. Sin misericordia, sin tregua, con la memoria y el deseo de una brisa, un helado, una sonrisa y, allá, allá lejos, donde dicen que habita el olvido, una promesa de retorno contra las estrellas, alzado en la calidez maternal de la noche, ligero de equipaje, vencido sin ser derrotado.





domingo, 10 de marzo de 2024

Domingo tarde. Diez de marzo.

Si tienen razón los que creen que entre la realidad y la percepción se interpone un velo sutil, la lluvia podría ser su representación más lograda. Hoy cae un fina cortina y todo lo que hay bajo su reino temporal parece otro. Las poderosas grúas aparecen cansadas, las aves desterradas tras las nubes grises, donde acaso luzcan mil soles resplandecientes, el rumor de gentes y días se convierte en un silencio pesado, la luz mortecina, como de octubre, va declinando y los perfiles de los edificios se difuminan ligeramente, las luces parpadean lejanas y parecen venir de otros lugares en realidad, mostrando un reflejo algo pálido en este lugar que no deja ver su misteriosa fuente. El río apenas se mueve, como si la fuerza impulsora que conecta la vida y sus corrientes escondidas estuviera dudado. El mar es una única figura con la neblina lechosa de esta tarde húmeda.

La irrealidad del momento despierta un eco tenebroso en mí; me lleva al temor de que un día pierda el hilo que conecta las impresiones de todos y forma un tapiz común que almas difusas indiferentes entre sí reconocen como realidad. Es difícil asumir la existencia de otra persona como similar a la de uno, porque el torbellino de causas y reacciones que los días acumulan me ensimisman y me hacen creer que las características de otros, que son iguales, son máscaras toleradas que no saben descender más profundamente de lo que puede mi imaginación. En cualquier caso, pienso que la plenitud debe ser la capacidad, imposible en esta tierra, de encontrar la profundidad ajena tan compleja y sutil como la propia. Quizá un día más allá de la vida, en una hora auspiciosa de la eternidad, esa entrega será posible y nos desprendamos del yo para formar parte de una conciencia universal que se esconde tras la creación y tras cada momento, una tranquila fuente de luz dorada que a veces acaricia el espíritu pero que no sabemos encontrar por nosotros. Es un don, simplemente.

Desvarío un poco. Decía que temo perderme entre la tarde espaciosa y cubierta de bruma y allí desencadenar mi sentido de la realidad. No es infrecuente que sienta que mi razón se aparta del momento que vivo y lo que veo y siento me resulte enajenado de mí, lejano como un espejismo. Entonces, creo que puede ser una cierta lucidez y una cierta locura, como si fuese a morirme y la verdad de las cosas se muestre distinta, brillando contra un resplandor inusual y atrayente. Entonces, trato de pensar en otros lugares que he entrevisto, imaginado, visitado o meditado. Me resulta grato haber caminado en grutas donde hay dragones, en planetas errantes que no ven la luz de ninguna estrella, en mares de gravedad infinita y en caminos suaves entre el hechizo de las ramas mágicas. Luego, me percato de que es domingo, la tarde va acabando y dedico unas pocas líneas a cualquier íntimo deseo de despertar. 

Algunos pájaros han aparecido. Quizá sean heraldos de aquel lugar donde un sol perfecto ilumina y calienta todos los caminos, allá donde la brisa envuelve y los ríos cantan, todas las memorias son gratas y la hierba en la ribera es mullida y verde y todo es verdad. Aquí, las nubes se funden en distintos tonos del gris y el velo aparece frío, distante, desolado. Puede que un día la distancia entre lo real y lo percibido se anule. Puede que aún no sea tarde para regresar a casa.


    

sábado, 2 de marzo de 2024

Sonámbulos. Dos de marzo, 2024.

No sé si es igual en todas las ciudades medio grandes o más, las que tienen considerable tráfico. Es bastante normal ver en ésta a gente que pasa en medio de los carriles de las avenidas paseando en el convencimiento de que los coches pararán o no arrancarán hasta que estén a salvo. Generalmente aciertan, claro, pero es una apuesta en la que perder conlleva un impacto real (guiño, guiño). Es bastante sorprendente que en ciudades de hoy, crispadas y broncas, no haya más accidentes. No ya por mala intención, que siempre puede salir, sino por la confianza en la atención y la prudencia de los demás en esta sociedad apática, lenta de reflejos, anestesiada en la miseria ajena y la decadencia.

Ahí puedes ver a casi todos en casi todas las ciudades, sintiendo un miedo real de precariedad y agitación y eligiendo verter su rabia sobre todas las causas equivocadas con la actitud de sonámbulos que vuelven de todo. No hay cárcel más eficaz que la liberación de toda restricción para que los fuertes se impongan; no hay censura más efectiva que proveer a todos de un altavoz. 

Bajo carteles y propaganda, muchos, demasiados, aplican análisis regurgitados como si pusieran en jaque al sistema, olvidando que su profeta dictaminó, esta vez con acierto, que las ideas dominantes son siempre las ideas de los que tienen la posición de dominio. Sin entender otro mandamiento, que el ser social determina la conciencia, añaden más y más chatarra intelectual y moral al tema de cinco minutos de hoy antes de recoger la nueva carga para el siguiente. Son las voces discordantes pero en extraña armonía con sus opuestas, porque de hecho existen para que sus opuestas triunfen. Son la necesario tensión que cualquier sistema necesita para mantenerse en pie, y por ello los retribuye generosamente. Son los guerreros de la igualdad apuntalando el mercado con su hiperexpansión de la individualidad extrema. En fin.

Nada tengo contra el capitalismo , si contra el capitalismo absoluto, como con cualquier absoluto, asfixiante. La mercantilización completa de la existencia me angustia. Sus efectos me repelen: la masa de iguales esforzándose por diferenciarse. Caminantes sonados. Ellos miran para otro lado, mientras los coches avanzan hacia ellos. Quizá nunca lleguen a atropellarlos. Mas en el tiempo que discurra entre la amenaza y el despertar, se contendrá la respuesta verdadera: si en el tiempo presente es posible fragmentar al individuo y despreciar la esperanza y pretender ser libres. Si es posible no ser un peón admitiendo luchas contra lo que no existe y a favor siempre de las mayorías de hoy. Buena suerte con ello. 

Ayer nevó, hoy hace sol, antes llovió y antes hizo calor. El tiempo se altera contra el paso del día y el río sube caudaloso hacia su mar inmensa. Las ventanas reflejan luz pálida de primavera y las calles se animan en un susurro extraño. 

lunes, 26 de febrero de 2024

En solitario. 26.02.24.

Tú también lo has sentido en algún tiempo, estoy convencido. El muro que se va construyendo en el cielo hecho de nubes negras, la brisa fugaz como una noticia, el aire cargado de electricidad separando las cosas tras su cortina onírica. La calma tensa mientras las aves vuelan bajo, los árboles se mecen en campos de arbustos, el silencio solo espera el primer aviso del trueno para replegarse sobre sí mismo.

Me encantaba sentir esa presencia remota, antes de la furia de la tormenta. Anhelaba la llamada de esa fuerza, como si fuera una promesa y el ayer se borraría para dar paso a lo nuevo. Ese sería el momento de partir, de desenlazar la hilera de conveniencias, toda la madeja de relaciones con lo ya recorrido. Una oportunidad dorada de descansar sabiéndome otro.

Todos sentimos así, supongo. Todos nos sorprendemos de saber que los otros sienten y han aprendido a sufrir, que la existencia de los demás es ardua de aprender como un enigma. Y sin embargo nos esforzamos, aprendemos. Pero luego siempre hay un momento, una cumbre helada en la que es fácil resbalar y volver a replegarse uno. Llevo tiempo así, deshabitado, sintiendo que la lluvia fina que a veces me separaba de la realidad ha ganado consistencia y me rechaza. Trato de alcanzar la mano al otro lado, pero su corriente es más fuerte. 

La noche cae aquí y la ciudad tampoco es amable. Los neones lucen, las sombras pasan raudas, montones de basura se acumulan en los callejones. Hay un rumor que me envuelve aunque no quiera, y las ganas temibles de una tormenta, de una furia que destartale andamios y ruinas para saber lo que queda. Y después, caminar y no parar nunca. Ver sin recordar tanto, saber sin saber que se sabe, lograrlo sin saber cómo, llegar una mañana como otro cualquiera y verlo. Haber encontrado al fin el gran río y cruzarlo bajo al auspicio confuso de un deseo ancestral. No mirar atrás. Haberse ido.







jueves, 22 de febrero de 2024

Asesinato en la boda real. 22 de febrero.

Se había preparado con esmero. Los invitados mostraban su agrado. Incómodos tras el viaje o descansados después de las atenciones de la Corte, contemplaban el sol esconderse tras las montañas. Una brisa de cambio e inquietud flotaba en el aire. El rey preparaba una campaña contra tierras lejanas, llenas de riqueza, dioses extraños, ritos desconocidos y el aroma de lo poderoso y lo prohibido. El viento susurraba promesas y amenazas; sólo se cumplió la última. De camino a la recepción de invitados, su escolta había sido dispersada, pues ir junto a hombres armados a los lugares rituales era la ominosa marca de los tiranos. En ese momento, un brillo apareció reflejando el mediodía y una daga asestada no erró su propósito.

Ese fue el momento en el que Filipo de Macedonia fue asesinado y un joven con pocas perspectivas llamado Alejandro asumía el trono. Lo que sigue es una conquista tan extraordinaria que resulta difícil de creer. Alejandro podría mirar en retrospectiva con toda justicia a su padre como un hombre de menor valía, aunque no lo fuera: desmoronó un imperio centenario en menos de una década y siguió hacia los confines del mundo en una forma que nos parece hoy apenas menos sobrehumana que aquellos que libremente le adoraron. La Historia debe ser seguramente la conjunción de una miríada de causas y azares ajenas al control de unos pocos humanos; Alejandro Magno hace parecer la Historia como un recuento de los afanes y elecciones de un hombre en su veintena. Y todo empieza con una puñalada en un teatro macedonio donde iba a celebrarse una boda real.

El caso es que estuve allí hace unos meses, en el antiguo teatro de Aegae, hoy Vergina. El camino subía por un camino pedregoso bajo un sol poderoso. El rastrojo amarilleaba y se oían los grillos, en esa calma de la solana en la que no corre ni la brisa y los ojos perciben las vibraciones en el aire. Había una verja en la entrada al teatro. Un coche con un operario dentro yacía al sol de la mañana, que comenzaba a picar un poco. Una mesa de picnic y dos sillas vacías, con latas de refrescos que deberían estar ardiendo, si quedaba algo. Bajo unos árboles flacos, la sombra cobijaba a un lebrel que dormitaba y subía y bajaba la barriga como si estuviera casi asfixiándose. Enfrente, algunas ruinas y la forma semicircular del teatro cubierta bajo la hierba.

Y en fin, que queréis que os diga...sic transit gloria mundi. Gastamos los años y nos gastan, las vidas pasan, los edificios se derrumban, las sombras pasan, gente mínima aquejada de la enfermedad de la importancia se pierde y no se nota. No se trata de sorprenderse de lo que hacen dos milenios en la historia humana: se trata de aprender a aceptar lo que la ambición y la ansiedad por nimiedades hace en vidas breves. Lo demás es silencio. Pero sí, yo estuve allí una vez y acaso aprendí algo.

Si no es así, tampoco es relevante ;lo que permanece nos trasciende. Cada opinión, cada interpretación, son menos que una ruina cubierta de musgo o hiedra. La noche cae, el frío aprieta y un azul eléctrico descuella tras las nubes. No todos han nacido para ser héroes. Pero no todos han nacido para ser siervos. Lo que ocurre una vez es para siempre y no merece la pena estar agotados, hastiados, enervados, confusos y hambrientos por lo que no queda y se agosta si no sale fuera de uno. Solamente da profundidad y perspectiva el conocimiento y el cultivo de lo que no puede sernos arrebatado; solamente da esperanza el sueño de un mundo nuevo. Sea aquel el que llega tras la conquista del mundo o la de uno mismo. Trata de aprender, me digo, tantas veces sin éxito. Lo demás sólo serán verduras de las eras. El asesinato en la boda pudo preñar la caída de un Imperio y la contemplación del olvido quizá sirva para ver la vida desde un punto más elevado. Allá donde el único miedo que cuenta es el temor al miedo mismo. Lo demás, que se lo lleve el tiempo.





viernes, 16 de febrero de 2024

Fragmentos de nada. 16 de febrero.

Hace unos días vi una peli con una escena en la que un aspirante explicaba una propuesta mientras tres figuras serias sentadas frente a él tomaban notas. No sé por qué me dio por pensar en todo lo que llevamos todos, de exámenes, entrevistas, preguntas, aspiraciones, documentos, procesos, diarios, etcétera, con un sinfín de anotaciones breves, retazos de una parte mínima de lo que somos y, sin embargo, decisivas.

Me preguntaba entonces qué figura se haría de cada uno de nosotros si la única arquitectura presente de nuestra existencia fuera la contenida en esos archivos, notas, observaciones... Lo que queda de nosotros en aquellos comentarios concisos que tratan de representar lo que somos capaces de atrapar en minutos que pretenden encapsular toda una vida, que hay de vivo en la experiencia contenida y comprimida en dos frases. Hay algo en esa irrealidad que llama a la cautela; queremos ser más que un instante, claro. Sin embargo confieso que algo me atrae en esa idea de ser una captura mínima de la impresión de desconocidos. Acaso será que prefiero con mucho ver la historia y la vida como una ficción que ni significa demasiado ni importa. Ser fragmentos de nada, parte de un total también de bruma, la fractura de una realidad vaporosa, inasible, un olvido de un olvido, una brisa que me acoge en su seno y me lleva a otro lugar cuando la realidad me aplasta.

Quienes logran tener parte del mundo enlazado a su voluntad gustan de lo escrito en papel, madera, en piedra. Les gusta imaginar la solidez del mundo que rigen, disfrutan tratando una realidad robusta en la que su existir adquiere solidez y sustancia y su dominio se engrandece. Dejan su huella en el tiempo. Registros, códigos, anotaciones de hechos notorios. Cada uno lleva la penitencia en su propio pecado. Yo no puedo querer ser nada. Ellos no saben escapar de sí mismos. 

Me queda la ilusión de dejar de ser un día y que por un instante muy breve todo lo que pueda quedar de mí sean pedazos incoherentes de formas diversas, sombras y susurros sin importancia. Hoy, la noche pasa y arrebata la luz, hundida bajo un cielo extraño. Me consuela pensar que no tengo más que lo que he perdido, que no soy más que lo que he olvidado. Todo está quieto. Nada permanece. Las gentes se embarullan en los bares, los estadios están vacíos y las grúas se camuflan entre las nubes negras. Nada de eso dura mucho. Es un lienzo apresurado, una visión ajena, un escudo roto. Mañana será igual, todos lo saben.



domingo, 11 de febrero de 2024

La paz. 02/11/24.

Pasó una nube y el cielo se abrió en una lona pálida de azul. Una leve brisa la empujaba. Los ojos que miran distraídos parecen buscar adentro, como hacen los que tienen algo más grande que sí mismos para vivir y avanzar. Aquel hombre dio unos pasos titubeantes frente al gran obelisco de piedra. Bajo él, un relieve crispado juntaba escorzos de corceles, lanzas, caídas y furia. A eso había ido.

El campo se extendía bajo la luz poderosa del sol. Los párpados cerrados, la sonrisa menos crispada. Las manos se desataron y deshicieron el puño. Es un alivio saber que lo que ha pasado y es bueno ha sido para siempre y no seremos despojados. Se tumbó bajo la mole, con la espalda sobre la hierba y la quietud del mundo circundando. La violencia de la luz mitigada, la vileza de la sombra ausente. Mientras descansaba, dejo de pensar en lo que quedó atrás, y entonces llegó su sueño.

martes, 6 de febrero de 2024

Divagación del seis de febrero del 2024, 23.26.

El tiempo es la percepción psicológica de un cambio caótico e incesante. La percepción completa debería mostrar las cosas tal y como son, infinitas. Como somos seres de supervivencia y no de plenitud, la experiencia nos está vedada y se superpone en capas contradictorias fracturadas. La mente sabe comprender lo que no pertenece a su misma materia. La mirada separa entre predadores y presas, el oído se apresta para oír lo que amenaza y lo que promete. O bien todo este caos es infinito o bien su orden está por encima de nuestra comprensión. En realidad, ambas significan lo mismo: eres, somos la discordancia del fulgor del instante y el frío de la eternidad, sin poder atrapar ninguna de ellas. 

El río corre igual que siempre hacia la mar, y cada fracción de segundo es distinto. El viento sopla donde quiere y no recorre dos veces el mismo sendero. La lluvia no despoja nunca de la misma forma los árboles. Les estrellas nos parecen inmóviles, pero más allá de lo que logramos captar, batallas de titanes pudieran suceder. Acaso algún día, después del tiempo seremos liberados de la conciencia y la percepción. Los meandros del misterio arrastrarán olvidos parciales hacia una comprensión total. Y allí, quizá, encontraremos todas las respuestas.




martes, 30 de enero de 2024

30.11.23.

Esta ciudad es muy fea. La gente es muy fea. Yo soy muy feo. Siento asco de mí mismo. Mi autodesprecio, desazón, incertidumbre y náusea están un punto encima del personaje más atormentado de Dostoyevski. Puto infierno de acero y hormigón, suciedad y ruido. Los edificios son muy feos. Las farolas son feas. Los puentes son feos. Algunos parques son lejanos y fríos, coquetos, crueles y sin embargo feos. Todo es más feo que tirar al abuelo por las escaleras.

Pero es una elección colectiva consciente...eso lo hace más llevadero y también más duro. Se glorifica al yonqui y al tronqui, al macarra de la barra y al malote cachalote. Deambulamos en la glorificación de la ruina y el abandono. La desgracia de la belleza es que florece cuando su tiempo ya ha pasado. Por eso sentimos que nacimos demasiado tarde.

Mi habitación es fea. El colchón es blando y es feo. Entran a veces corrientes de aire, lo que no es tan feo en sí, pero me atormenta, me enerva, me consume. Me toca las pelotas, vamos. Y eso también es feo. Fea la pared, feo el armario, fea la luz de la lámpara. Los cajones son feísimos. Feo el suelo. Feas las sillas y la mesa. Ah, que fea es la alfombra. Oh, mundo, oh crueldad, oh fealdad, oh destino. Destino que también es feo.

El mundo se acuesta con las cicatrices abiertas. La costumbre amortaja el ensueño de la vida. El trabajo no aporta libertad ni esperanza. Una brizna de hermosura acaso bastara. Pero no hay signos auspiciosos. La luna cae sobre hormigón y acero gastado, sobre la lluvia pertinaz, sobre el recuerdo del momento en el que la belleza aún iluminó al mismo mundo de hoy, un mundo feo de cojones. Me salió una entrada bastante fea. Así estamos. Somos feos.

lunes, 22 de enero de 2024

Quién fuera. Una parábola. 22.01.24.

Dios y el diablo conversaban, como hacen incesantemente, mientras su vista paseaba por la miríada de constelaciones, nebulosas, vacío, galaxias y silencio. De pronto, el diablo propuso un juego sobre alguna criatura. Dios aceptó, divertido. Sus miradas abarcan todo tiempo y se posaron en la mente ociosa de un rey de un territorio oscuro y frío.

En la lóbrega estancia de piedra hay un Rey. Mustio en su trono de silencio, contempla derramarse los rayos de un sol pálido sobre los campos. Un jardinero adecenta el jardín real cantando mientras cuida las adelfas.

"Ay", suspiró el Rey, "quien fuera un humilde jardinero, sin más cuitas que cuidar la belleza. Ojalá fuese ese jardinero".

Una voz más allá de las altas torres del castillo declaró así sea y el rey fue el jardinero. Pero las estaciones fueron pasando y dejó de cantar, mientras las flores se marchitaban y otras germinaban. En el cielo, las nubes pasaban ligeras desde un horizonte hacia el otro. 

"Ay", gimió el humilde jardinero, "ojalá pudiera ser una nube que elige donde donar su agua que es vida, sin preocupaciones terrenas". 

Y Satán asintió, que así suceda. Y el jardinero fue leve nube en la cúpula del cielo. Y soplaba el viento y la llevaba donde quería en el cielo frío aunque ella quisiera refugiarse tras montañas solitarias, y encima de ella estaba el sol radiante.

"Ah", soñaba la nube, "atravesar el viento, sentir el calor y olvidar los problemas. Ojalá pudiera ser el sol", y Dios afirmó: eso también se te concederá.

Y la nube fue sol. Era magnífico reinar sobre todo bajo sus ojos, calentar y quemar con sus potentes rayos y contemplar tantas cosas. Al cabo, son embargo, sintió vestir un traje de fuego y ser incapaz de despojarse. Encima de él, las estrellas parecían Dioses titilando en una serenidad infinita y sintió tristeza de no poder verlas, ni nada de lo que existía tras su propio manto. 

"Oh", exclamó el Sol, "ser divino y libre de problemas. Me gustaría ser una estrella lejana de la hermosa noche", y la voz unida de Dios y el Diablo dijo eso también te será dado, y el Sol fue un dios lejano y brillante de la noche encarnado en una tierra brillante.

Y contemplaba la noche como un campo de perlas y veía las eras pasar como parpadeos de su voluntad superior. Mas invisibles leyes la alejaban del centro, donde yacen las nebulosas de vibrantes colores y sentía la soledad de su lejanía majestuosa.

"Quien fuera", pensaba, "el supremo hacedor y ser y saber todas las causas y el final de todos los ríos". Y una voz conjunta de bien y mal, alegría y dolor, estremeció todo lo que existe al pronunciar desde el centro de todas las cosas que sea cómo buscas. Y la estrella fue un dios, Abraxas, el Supremo Personaje de Jade, la Plenitud, la Conciencia Última.

Y entonces, cuando los milenios pasaban como susurros y la eternidad no acercaba su mano majestuosa y fría, cuando el destino le era esquivo y partes de su voluntad se rebelaban contra Él y blandían contra su fuerza tridentes de volcanes y mazas de torrentes tempestuosos y agitaban los mundos en una batalla interminable, sintiéndose agotado y cuando no estaba luchando contra la esencia inmutable dirigió su mirada sobre una tierra tranquila y apacible y el Uno exclamó, "ay, ojalá pudiera ser un hombre que estuviera a salvo y seguro y no tuviera miedo". Y el dios fue un Rey de un territorio oscuro y frío que mira desde una lóbrega estancia de piedra a un jardinero que canta mientras cuida los crisantemos.

La noche es fría. Todos buscamos algo más. Todos acabamos llegando allá donde nos esperan. Leed a Barry Hughart. Haced el bien y sed valientes.

jueves, 18 de enero de 2024

¿Y si...? Dieciocho de enero, dos mil veinticuatro.

Escribo justo antes de un partido de fútbol no demasiado trascendente. La gente de nuestra ciudad pequeña, provinciana, nos hemos acostumbrado a ver los grandes eventos, las furias, la épica, en una visión vicaria, cercana pero ajena. Hoy jugamos contra el Barça una ronda de la Copa.

Y bueno. Aún no hemos perdido, aún desborda la ilusión, aún estamos vivos. Puede que perdamos muy claramente y la ilusión dure unos pocos minutos; tú, que leerás esto más tarde, gracias y no me digas que fue un sueño... porque no aceptaré tan vanas esperanzas. Es un sentimiento real, y es hermoso, entre tantas razones para la melancolía, encontrar una razón de entusiasmo por la vida. No, no es un sueño. Es real y lo que el azar nos ha regalado, que no lo manche nada. Hoy, como todo, es para siempre. En esta ocasión, bendito sea.

Una de las alegrías de la vida es poder permitirte avanzar como si ciertas cosas no existieran, o como si lo vedado no importara. Sabemos que es casi imposible, pero...¿y si...? Y en esos puntos suspensivos, en la amabilidad de una duda que entreabre un portón que casi siempre está cerrado, acurruco mi esperanza.  Pase lo que pase, me ha dado unos días hermosos. No hace falta más.

La luz va declinando entre torres de acero y ruido de grúas. Un fulgor dorado amansa el horizonte y las siluetas de los pájaros rasgan su paz con giros y vida. El rumor del río caudaloso ahora llega al puerto y sale al mar, desde donde lleva, a miles de kilómetros, mi esperanza escondida. 




domingo, 14 de enero de 2024

El extranjero entre el centeno. 14.01.24.

Dos de las novedades que mas me han impactado tratan en parte acerca de la confusión. A menudo creo que dejaron un poso algo negativo, agridulce, en mí, que desde que recuerdo veo el mundo con extrañeza y lejanía. O quizá ya fuera así de siempre y por eso me influyeron tanto. Es difícil saber lo que hace contigo lo que te pasa y la parte que uno hace con ello. Sea como sea, el sentimiento de ajenidad y desencanto nunca me ha abandonado, y odio esto de mí.

La singladura de Meursault, El extranjero, muestra un extraño para el mundo entonces, alguien que parece totalmente alienado e incapaz de sentir la vida. Todo le resbala. Hoy ese tipo humano parece la consecuencia lógica de la vida que llevamos. Nos hemos vuelto extranjeros de nosotros mismos. Las andanzas de Holden Caulfield, El Guardián entre el centeno, son azarosas y torpes. Él va rebelde y confuso contra la mentira del mundo, aterrado por crecer, sardónico y amargo, oponiendo inútilmente vitriolo contra un mundo amenazante. 

Ambas novelas son espejos concavos y convexos en la idea recurrente desde las grandes guerras que desangraron el mundo: hemos perdido la inocencia. Entonces era una idea que llenaba de angustia; Ahora resulta otra circunstancia incluida en la carcajada universal que nos domina hoy. La narrativa no es similar. Con Camus saltamos de isla en isla en cada frase y entre medias no hay nada. Salinger destila una melancolía terrible con la que no paras de reír. Acaso Holden tiene aún fuerzas y Meursault es lo que queda de él cuando se acaban.

Y así yo. Siento distancia con lo que ocurre. Siento la cercanía de la sombra. Trato de encajar en un mundo indiferente. Anhelo la paz de un sol poderoso y la piel deseosa de su hechizo, la lentitud, un horizonte iluminado. Me da miedo haber caído en la trampa, no haber visto en el campo del centeno el abismo por el que me precipité y que desde entonces nada me parezca propio ni puedo parecerme ya nunca. También me asombra no saber como resolver la apatía y la anhedonia en un impulso físico, sentir la santidad del cuerpo que derrota cualquier pasión triste. Cada vez cuesta más. En fin. Hoy el día es frío con un sol falso que alivia un poco pero no da calor y la luz cae casi horizontal sobre las macetas. Las nubes pasan lentamente sobre el pálido azul y la brisa fría hace a los que pasan y las aves apresurarse, hacia el refugio de un recuerdo quizá. A veces escribo. A veces leo, veo, hago deporte, trato de despojarme de la tristeza. Hay un nuevo año pero las cosas no cambian. Deseo otro futuro, sin la luz solar que precede al crimen ni la noche de las grandes ciudades de neón que evoca la desesperación. Y de esta manera me hallo hoy, como otro día cualquiera. Agitando las fuerzas, sintiendo las espinas, procurando reunir el impulso para saber escapar,


jueves, 11 de enero de 2024

Volver. Once de enero

Volver a la tierra

De los pinos soleados

Que no hablan el lenguaje de la amargura, 

La del arroyo exiguo y las caléndulas.

Volver y seguir entre bosques de encinas, 

Por entre rastrojos, con la luz del mediodía 

Y con la piel calmada, allá en la tierra seca

Pedregosa y cruel, callada, de dones austeros

Donde el silencio crepita en la cúpula azul,

Donde entregaría mi vida.