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domingo, 24 de noviembre de 2019

Noviembre. 24/11/19.

El odio es una mentira que niega lo que en cualquiera merece compasión. Como vivimos tiempo de odio, la mentira ha de multiplicarse en relatos enrevesados que justifican el ansía descarnada de dominio, la voluntad de ascender el ego sobre todo lo demás.

Este clima moral de competición incesante precisa de justificadores y apologistas; de las víctimas necesarias, del mérito del que vence, de la sonrisa de los bienhechores. Desde siempre la mentira ha gobernado el mundo.

Supongo que antes la pelea se restringía a los poderosos de verdad y los demás sabían la posición que les había tocado. Para bien o mal, hoy todos crees ser merecedores del trono y se alistan para ser quienes lleven la Historia a un nuevo estadio. Para los demás, nos queda la angustia de saber si algo quedará de nosotros. Admito sentirla a veces, cuando la corriente de lo que me pasa me supera; Cuando los muros de la prisión se hacen visibles y el mundo es un eterno noviembre de desamparo y frío; cuando estoy solo y descanso de ser yo mientras percibo que los demás se agitan en la misma oscuridad y no me quedan fuerzas. Al fin, cuando comprendo que la mentira también atraviesa mi vida e impulsa mis brazos y me da miedo quedarme en el escollo rocoso e incómodo de la verdad. Porque la verdad me asusta, y si no puedo sostenerme en sus exigentes salientes rocosos, me quedará para siempre en la sombra. La mentira ofrece una noticia, una fe de vida que da cuerpo a las injusticias que se nos han hecho y niega las que cometemos.

Nos movemos rápido, pero nunca tanto como el olvido. Algunos tendréis fastuosos monumentos que recordarán la maldad que tuvisteis que padecer. Otros habitaréis un simple, modesto recuerdo que congregará a unos pocos de cuando en cuando, antes de que también se olvide. La mayor parte habitaréis la sombra y la Historia, como un ángel terrible, volará rauda hacia adelante y siempre sonriendo. Y siempre seguirá existiendo el monte sobrecogedor y ampuloso hacia al cual la mayoría desearemos ascender y hacer cumbre; desde allí, contaremos la Historia. No muy lejos, en un mar desapacible, la verdad ofrecerá sus escollos y su brutal desnudez. Desde allí, los que logren sostenerse durante un instante breve, gritarán con todas sus fuerzas sin voz, antes de caer.

Dundalk se hace noche entre ladridos y luces que parpadean. No puede saber que quedará de nosotros pero, durante hoy, nos sigue viendo.




jueves, 14 de noviembre de 2019

Pesadilla genérica. 14 de noviembre.

A pesar de sus modificaciones accesorias, todo está ya en la montaña mágica. Lo que esta marea ansía y lo que tendrá es el terror, como retribución a la expansión ilimitada de sus egos sobre el mundo que los contiene.

Vivimos una época que, como todas, esta hecha de abandono, hastío y ocasionales momentos de terror. El animal que no nos deja ser felices muestra las fauces para aburrirse o para atacar ciego. Y la rabia que la frustración individual desata se agrupa en el calor del establo para dictaminar culpables.

Somos la cuerda de ciegos que siguen a un loco, la ola gigante que ya no puede volver atrás, el rumor aciago del vendaval que no dejará nada tras su paso. En la pesadilla de la oscuridad todos los perros ladran y los que aún alzan una llama de vida están secuestrados por el odio. La miseria moral grita desde cada rincón, pero nos hemos vuelto sordos. Los mares de la piedad y la compasión gritan desde todos los ojos, pero se han congelado y nos han dejado ciegos.

Poco se sabe del mañana, pero hemos aprendido a esperar lo peor. Mientras saludamos la catástrofe con frivolidad y adulamos al miedo.la sombra se acerca. Como no aprendimos la alegría solar cuando los rayos nos inundaban y cultivamos nuestros yoes mezquinos, ya no queda voz para gritar. Y al fin, pasaremos al otro lado y con suerte, alguien recordará las injusticias que nos fueron hechas y serán silenciadas las que hicimos. En un tiempo, todo será silencio y mar helada y los monumentos con los que deseamos dar un sentido al caos anterior también caerán en ella.

Una luz tenue aparecerá en el horizonte y titilará durante un tiempo. Luego, se irá alejando y será un punto de brillo azul entre la noche calma. Un último parpadeo y se perderá también. Esa luz es a lo que llamamos esperanza.

Y solo resucitará en las miradas que se contagien de su postrero fulgor. Luego, despertaremos.