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miércoles, 27 de octubre de 2021

Nieve de otoño. Parte V (y última).

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Cuarta parte


Todo fue como un sueño, como el febril sentimiento de la realidad abierta en canal, una revelación confusa. Supo que sería rico y los dones serían concedidos prolijos a sus días. Volvió a casa temblando, y su madre lo abrazo como si fuera un pajarillo herido. Frente a la lumbre, veía figuras esquivas en el fuego y bailando contra la pared y supo que eran mensajes que solo él sabía ver.

Prosperó en fuerza y en conocimiento y supo que el mundo solo espera a quien sepa conquistarlo e implora por el dominio. Se embarcó en aventuras y se acostumbró a salir airoso de todas. Cada vez más holgado, seguía arriesgando y conquistando. Nada podía detenerlo. Su mirada se hizo más decidida, cruel, heroica y terrible. La nieve caía entonces como siempre cae, placida y dulce, escondiendo su luz en lo que nos eleva y nos hunde. A través de su velo, Hans peleó, prosperó y se defendió del destino, se alzó de sus limitaciones y creyó que la vida le sonreiría siempre.

Todo llegaba a su puerta, todo pasaba por él. Los préstamos a exploradores lejanos que arriesgaban sus vidas junto con el patrimonio empeñado, las armas de ejércitos que fueron nada y ya son polvo, los ropajes y los perfumes, el metal y la sangre, todo fue suyo y todo lo acrecentó. Las pieles de animales exóticos, aunque no deseaba ver su registro en los libros: le recordaban horas felices pasadas. Su familia no pudo superar la pestilencia de una primavera maldita. Los metales preciosos, las gemas y las especias que abren las puertas de otros mundos. Todo pasó por sus manos. Como Craso, deseaba arañar la felicidad en sus cuentas y por un tiempo, logró identificarlas.

Hasta que llegó su hora.

Siempre había sabido que el final traería hiel. Lo había visto sin saber comprenderlo, hasta que los años añadieron su peso y lentitud. Podría haber elegido el conocimiento y reflexionar junto con los sabios idos en sus legajos. Se hubiera unido a los Husitas y haber defendido un rostro diferente de Dios. Tras la escaramuza de la montaña blanca, rudos soldados no hubieran tenido piedad de su temblor ni de su luenga barba y quedó inerte en su biblioteca menguada. Pudo haber deseado el poder con su espada pendiendo sobre su cabeza frágil. La debilidad se acrecentaría mientras las facciones crecerían en fiereza y al final, su propio hijo cumpliría lo que su angustia había anticipado cada noche desde hacía muchos años. Inquieta es la cabeza que porta la corona.

Pero la que eligió fue la del declinar lento y la soledad. La fortuna se iba, la audacia se tornó temor. Los días eran un camino oscuro entre árboles que formaban amenazantes siluetas e iluminados por la trémula luz de una luna menguante. Y también la luz de sus ojos se apagaba sin fuego en el que descansarla. Una daga que había recibido como un obsequio desde oriente a cambio de un pago generoso de una remesa de clavo y canela, le hablaba desde su filo. Siseaba maliciosa y el veía su rostro cansado en su brillo vivaz. Una noche, ella quiso que él la cogiera y le habló. Hans respondió, ‘¿Me dices la verdad?, ¿será rápido?’ Y una voz profunda y ronca le contestó ‘Te digo la verdad, Hans Vogler el Afortunado. Lo prometido debe ser cumplido. Rápido cumpliré tu deseo. Deprisa te daré muerte’. Hans asintió.

Y ella bebió su sangre.







La realidad, tal y como somos capaces de contemplarla, obedece las reglas de nuestra gramática, piensan los que aún persiguen una cifra, una palabra o un signo que pueda modificar o simular la memoria y la ilusión. Incansables, siguen buscando. Creen que si una llama se encendiera, todo habría sido distinto. Nos sabríamos asomar a un innúmero de perspectivas. Ellos creen, aunque la vida pase en sus disquisiciones. ¿Crees tú, lector?, ¿serías capaz de inflamar tu vida en el apogeo de una pasión? Nadie sabe el final de todos los caminos y es un empeño audaz tratar de atraparlos todos en una tangente entre el lugar y el tiempo.

Nadie ha visto las centellas que ofrecen un mundo nuevo a cambio de pedir una vida, según dicen los textos antiguos. Ha habido susurros y rumores de su aparición y su destino amargo. La flecha del tiempo sigue apuntando hacia aquel lugar sombrío que acaba en decadencia, desaparición y olvido. En las ciudades hoy la electricidad espanta los miedos y los ríos llevan su carga sin que nadie los mire. Las gotas de lluvia tiemblan contra la ventana, los pájaros se esconden de las tormentas. Si hay otras vidas y una visión divina que contemple cada meandro de la realidad, no lo sabemos. Si es posible vislumbrar las luces de un infinito que ciega el velo de una ilusión, no podemos conocerlo. Quizá en la pugna de los iniciados aún con esperanza esté su iluminación inconsciente, irónica: Dejar que los días traigan sus propias respuestas y para las preguntas incomprensibles, tratar de ordenar a nuestro propio modo la arquitectura del caos a la que llamamos vida.

martes, 26 de octubre de 2021

26/10/21. Los viejos académicos.

 Los niños construyen una visión del mundo propio, como de viejos académicos. Ven en sus burbujas invisibles trazos de realidades abstractas, esquivas, aparentes. Distinguen sus luces y reflejos que pintan de color un mundo turbio. Discuten seriamente acerca de un mundo que aprenden a conocer como adultos y al que han llegado a captar con la sensibilidad única de quien no ha adquirido el desengaño, que marchita la inocencia. Huyen de la amargura y el orgullo para apurar el momento. Y en su ir y venir aprendiendo y disolviendo su sabiduría innata en experiencia, van entre nosotros, y no les hacemos caso.

Los viejos académicos caminan por el parque otoñal apasionados en sus disputas que a los otros parecen nimias. Han pasado su vida tratando de conocerla a través de la experimentación y la observación delicada de sutiles temas que contienen un mundo vedado a casi todos. Etimologías, física de líquidos, prehistoria, animales extintos. Los años no nublaron su pasión y, como no es posible reconocer la pasión propia, viven en la ilusión de que casi todos la comparten. Su materia los salva de las tribulaciones que el caos de la vida arrastra hacia sus puertas; su saber es la roca contra una tempestad turbia.

Así fuimos un día. La sombra nos ha cercado y de los niños conservamos la frustración de no haber sabido crecer y el espanto del mundo, él nunca perdona. Los otoños pasan, las afinidades electivas nos acercan a unas costas y nos destierran de otras, los colores se atenúan y el fuego deja apenas las ascuas. Es bueno desterrar la crueldad del animal que fuimos, mas...ay, cuesta amoldarse en el futuro sin expectativas. De lo que fuimos en el recreo, un grupo de aprendices maravillados contra la aurora del porvenir, nos encerramos en la armadura de los temerosos. Refinamos la crueldad en costumbre y hacemos lo único peor que envejecer. Seguir siendo niños sin inocencia ya. 

Deseo que haya una salida, momentos de soledad o intimidad en los que uno llega a ser quien es. La noche llegó hace horas a esta costa y el silencio se extiende como una mancha aún más negra. Todo está dormido, apagado, exhausto.  Los viejos académicos siguen persiguiendo los objetos de su pasión, los niños su alegría y los demás, casi todos, nos agitamos en la confusión. Y a pesar de todo, con su rabia y su dulzura, aún la vida late y aún sigue esperándonos.




jueves, 21 de octubre de 2021

Nieve de otoño. Parte IV.

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Hans caminó sobre el filo del tiempo, tan frágil como el del hielo, siguiendo un momento de lucidez en la oscuridad. En la penumbra de una duermevela sentía el calorcillo suave que la anticipación de una promesa posa en el corazón. Caminó contra claros que dejaban ver las siluetas de las torres de las iglesias contra la bruma nocturna, avanzó entre callejuelas angostas y la luz lo llevaba hacia la ribera del río, que era un rumor ancestral y misterioso. En los ángulos de las cuestas contra los muros cansados, era guiado por una luz que confortaba y no dejaba ver nada salvo el camino. Tan claro, tan seguro. Tan promisorio.

Su madre miraría por la ventana, angustiada, esperando a su padre, que llegaría derrotado y preparado para un nuevo día de batalla. Sus hermanos no correrían tanto como de costumbre, tímidos por la pesadez de la espera que su madre irradiaba. Pasos en la calle se acercarían y se alejarían entre conversaciones cortadas. La vida seguiría, en fin, ajena a todo, porque nada importamos. No muy lejos de allí, un niño  persigue un hilo de sueño.

Entre las paredes de una callejuela sin salida, se aposentó la chispa y emitió un fulgor más intenso. El rostro de Hans abrazaba los claros y los oscuros que presagiaban todos sus futuros y aquellos que lo precedieron y sus ojos abiertos no sabían contemplar más que la luz que inundaba una porción del Universo, contraria a todas las reglas y a favor de todas las esperanzas. Hans sintió, desde un abismo que no podría nombrar, que esa era la luz que una puerta abierta desde algún otro lugar derramaba sobre éste. Su boca musitaba una oración que su corazón recordaba en el momento de emitir su voz. Vibraciones apacibles recorrían su cuerpo inmóvil. Vio caminos que se bifurcaban, fuegos que se apagaban repentinamente, rugidos de agua que se hundían bajo las ondas y sintió que el mundo era el conjunto de todo lo inimaginable: de lo que no imaginamos y de lo que no sabemos que se puede imaginar. Y fue en ese momento en el que supo el futuro que se otorgaría a sí mismo. Y fue entonces cuando la llama declinó y se durmió en la negrura plácida.





Has despertado cansada. La luz de las mañana en otoño busca una blancura que no rompe en augurios pero no sabe esconder los pesares del día. Te has desperezado en la cama y el pensamiento te ha llevado por extraños senderos, que se olvidaron pronto.  En la ducha, el cuerpo despertó y las cicatrices se cerraron por el instante de descanso en los brazos del agua. Has desayunado rápido, leyendo algo en tu móvil, quizá, es poco probable, estas líneas. Has salido a la calle para que el Tribunal del día te juzgue de nuevo. Has sonreído, has estado triste, hiciste planes, te ha azuzado el rencor, has deseado algo diferente, has compartido con otros. Tuviste tiempo para ti antes de volver a casa, viste algo en la tele, has leído unas páginas. Entras en la cama y te abandonas al cansancio. Aún resistes.

Mientras todo ello pasaba, otros caminos se han ofrecido y se han cerrado ante ti, el futuro se ha plegado como un acordeón y una luz delicada se ha presentado para mostrártelo todo. En varios lugares, hay quienes tratan de figurarse como funciona el misterio. Hay quienes creen que el misterio ya se resolvió hace demasiado y nos hemos acostumbrado a él. Necesitamos un nuevo secreto, enigmas que nos den la profundidad que la decepción de la realidad, pese a todo, nos ha dejado. Pero aun hay pliegues de misterio, esperanza y alegría entre lo que suponemos inmutable. Morimos y vivimos con infelicidad, pero lo imposible existe. Hemos olvidado como verlo, eso es todo. Abre los ojos.

lunes, 18 de octubre de 2021

Nieve de otoño. Parte III

Primera parte

Segunda parte

La oscuridad se cernía sobre la silueta de la ciudad. Sombras y niebla acogían las leves luces de los callejones. Allá hay un farol, allí alguien pasa raudo con su candil, más lejos unas sombras titilan, se funden y se desprenden de la  oscuridad en tonos difusos y movimientos periódicos. Qué yacerá allí, Hans no lo sabe. Sus ojos estaban acostumbrados a las oscuridades y no prestaba mucha atención, hasta que la vio.

Rebosaba calidez y armonía. Venía de otro mundo mejor sin acabar de posarse en este. Hans pensó que serían fuegos de San Telmo que los marinos de los mercados contaban a los niños para asustarlos y en los que él había dejado de creer desde que era ya un hombre. Así le habían dicho, tú debes proteger a tu madre como un hombre y pronto también traerás pan a la casa. Hans se sentía emocionado de una forma inconcreta por la necesidad que había de él y confundido por su exigencia. Sea lo que sea ser un hombre, pensaba, no parece traer ninguna señal o remedio. Hasta que la señal se cernió sobre él y conmovió sus ojos.

Todo estaba en silencio. Era ya hora de estar en casa, la hora en que el borracho y el pendenciero ocupan las calles y los problemas aparecen, las horas en que los imprudentes pueden hacer estragos con sus vidas ordenadas hasta entonces. Mas nada importaba en ese momento. La luz parpadeaba contra el fondo de sombra e iluminaba un camino que el velo de la noche transformaba. Lo que era cotidiano parecía nuevo, afilado, peligroso. Hans, sonámbulo en la fantasía de la centella, la seguía como sigue el inconsciente al destino o el cazador a su presa, con el temor asfixiado por el deseo. Y entre las callejuelas y los portones, el rumor del río embravecido y el viento gimiendo contra las veletas, caminó tras ella.



Lo supieron los arduos alumnos en el jardín, aquel que dio su sabiduría al vigilante del paso del puente y al que alcanzó la sabiduría bajo la sombra de la higuera. Lo supo el místico del Zohar, aquel que descubrió la ley del cuadrado inverso y el poeta loco. Los días y sus armas vuelven cíclicamente en un baile que es una condena y un laberinto. Tras cada paso hay otros variables caminos que se abren y que desaparecen al cobrar el nuestro. Cada elección acarrea mil renuncias; cada lastre, libera del peso del mundo. En sus estudios y en las fórmulas, los sabios buscan encontrar la palabra de él, el destino, el azar, la providencia, la causa no causada que ofrece la salida. Tras esa puerta puede esconderse un fulgor o la nada. Todos coinciden que sea lo que sea que yace, es preferible a la repetición y el retorno de lo que nos encadena mientras nos da ilusión de libertad. 

Hay quienes siguen estudiando los símbolos y las declinaciones de la libertad perdida. Hay otros, la mayoría, que arguyen que la causa se ha desvanecido. Para perdernos, se nos dio el afán de búsqueda, dicen. La respuesta se ha fragmentado y perdido, yace en ciudades sepultadas bajo las dunas y en ciudades arrasadas por bárbaros, consumidas por el fuego y borradas en ríos incansables. Seremos esclavos en este rito de iteraciones y olvido perpetuo, para volver a cubrir las mismas pisadas y fatigar el silencio con las mismas palabras. Solo los que conocen y no tienen fe están desesperados. La mayoría sigue con sus vidas, tratando de construir sus figuras de nieve bajo un sol implacable, ignorantes de su sino y alegres en su condena. Entre ellos, muy pocos, cada vez menos, aún mantienen la llama de una esperanza revolcando anaqueles, archivos y figuras, buscando su momento de súbita comprensión que irradie el Universo y libere su embrujo. Aquel momento en el que una vida de alguien, acaso cada vida tiene su propia oportunidad aparejada, susurran en sus conversaciones turbias, pueda salir de la rueda maldita. Aquel instante en el que todo pueda cambiar por un segundo, pero para siempre.

Ajenos a sus cuitas, los gatos maullan en la oscuridad contra el callejón sin salida de cualquier ciudad sin calma, con una luz intranquila que descubre las tuberías, cuerpos de arpas oxidadas. En una habitación a media luz, una duermevela busca aquel instante y, en él, todos los secretos.


miércoles, 13 de octubre de 2021

La Fin. 13 de octubre.

No he agregado a la infinita suma
De sufrimientos, penas y mentiras
Un número más. La dulce espuma
En un olvido grato ha de anegar mi ira.

Fui subyugado por el arduo y cruel fuego
De la vida, que nunca mira atrás ni llora
Y en el silencio del azar del juego
Un eco de pasión huye a la sombra.

Cuando la lluvia agitando las luces
Deja el regusto de un ayer amargo
Quien ya no es joven ve en la niebla cruces
De un futuro, como el ayer, vedado.

El horizonte acerca el dulce aroma
De aquellos que viven tras los muros amables
Y han desbastado de espinas su corona
Para hacer florecer la sangre de su sangre

Un día sigue a otro en la rueda errante,
Otro domingo gris de vasallaje;
Los turbios pasos del que ya se sabe
Tumba de su amor propio y fin de su linaje.




 

jueves, 7 de octubre de 2021

Nieve de Otoño. Parte II

Primera parte


Hans, que antes miraba con ojos grandes a su hermana pequeña, juega también en la nieve. Su risa se une al coro de la alegría que zigzaguea entre las callejuelas cerca de su casa. Tiene cinco hermanos mayores y aún no ha tenido que saber de las arduas jornadas de labor ni de privaciones. Quizá por eso sea hablador, zascandil, alegre. Como los cínicos, como los niños felices, sabe que el mundo es para aquel que desee capturarlo. A ello se dedica en los días sin fin, entre recado y recado. Su padre, curtidor, compraba los animales y en taller compartido con otros de su mismo oficio convertía sus pieles en prendas de la buena sociedad. Todos en su familia lo han visto, retirando la carne que otros desdichados compran para el mercado, usando los humores que dejan un efluvio gastado en su piel y nunca se desprenderán ya, secándola, ablandando sus cargas, que llevó una criatura, saturando sus huecos, ahumando y cosiendo. Es un hombre trabajador y aunque a veces ha llegado tarde a casa y con un olor a cerveza fuerte en su aliento, siempre se ha preocupado por su familia. Su madre, fina como un silbido y enérgica, ha construido un hogar de tantas vidas difusas sin ella. La ausencia de todos los brazos que puedan procurar un sustento ya no le pesa más. Son tiempos duros y se procura una mirada firme y una voz sin dudas. Hans la ha visto cocinar, reñir, abrazar, gritar, reír, pegar, llorar, acariciar su frente. Lo único que aún no sabe, y no comprenderá hasta dentro de un cierto tiempo, es que significa la mirada que a veces desliza contra la luz que tímida se filtra por los vanos de la casa y que trae el aroma de la mañana. Él sigue jugando y olvidando cada segundo cuando transcurre y se va. Mas súbitamente hay algo que capta su atención y las voces del mundo se aquietan en un silencio espeso y todo el color de la vida está frente a él, que no puede moverse ni sabe decir nada.




 

El mundo es todo lo que acontece. Lo que acontece incluye también todas las posibilidades que encierra el pensamiento. El pensamiento solo puede re-crear el sentido. Lo que tiene sentido es lo que avanza más allá del hecho. El hecho no acontece. Es el acontecimiento revelado. Hay acontecimientos que aún no han despuntado, como auroras futuras.  El acontecimiento y el hecho viven en islas distintas. El mar es el lenguaje. Más allá del lenguaje, no hay nada. El lenguaje transforma el acontecimiento en el hecho y crea olas de re-presentación que se funden en el mar, que une lo que es esencialmente distinto. Las palabras son fuente de malos entendidos. Entender es olvidar la confusión y mirar el principio. La re-creación y la re-presentación son iteraciones de un acto primordial al que no sabemos acceder. No sabemos acceder a aquello que desborda los límites de nuestra gramática.

Todas estas notas fueron halladas en la casa del ropavejero de Dresde. En el manuscrito aparecen las formas de los lugares en los que el texto, con interpolaciones y omisiones, había circulado. Antioquía, Padua, Bolonia, Tours, Varsovia, Toledo, Tánger, Kazán. Quien sabe cuantos lugares más, cuantas fórmulas, estudios, modelos de doctrina, parábolas cambiantes como el fuego en los oídos de los nuevos iniciados. Los que estudiaban la doctrina, anhelaban encontrar un nombre, acaso una sentencia, que pudiera simular o modificar el pasado. Ludwig había sido uno de ellos, como Aleister. Y W.B.

Todo eso hoy ya no importa. Aparece como el testimonio vivo y entrañable de un tiempo en el que la fé aún movía a los hombres, y aquella incauta pasión era su perdición y su gloria.

lunes, 4 de octubre de 2021

Nieve de otoño. Parte I

Los tablones crujían con los saltos de los niños en el puente. Caía la nieve como un embrujo sobre la ciudad. Se posaba sobre los picos de las grandes iglesias y en los callejones turbios, sobre las lápidas y bailaba con el humo que algunas lumbres precarias y gozosas ascendían a su encuentro. Los caminos estarán oscuros mañana, pensaban los mercaderes, habrá lobos y quizá bandidos. El sacerdote oraba para que la nieve diera un campo robusto para las cosechas y no se convirtiera en granizo, que rompe la siembra y deja un rastro de animal furioso. Los nobles, de vida regalada, organizarán fiestas en las que los músicos tocarán polcas y la danza y la cerveza darán calor a su alma. Todos son pensamientos breves, volantines de un juego antiguo. Todos contemplan caer plácidamente la nieve, juegan algunos con ella, casi todos están fuera. El otoño llega con las primeras nieves y quien está solo, lo estará mucho tiempo. Mejor ser feliz hoy y que mañana traiga sus propios afanes.

Pues la nieve también se pondrá sucia. Los pasos de todos, el aliento de los borrachos, las discusiones de los estudiantes y los sermones de los clérigos pasarán por ella cuando ya lleve unos días e irá desapareciendo con el paso de la vida. Sí, ocurrirá muy pronto. Los carromatos retomaran el camino de la plaza desde lugares lejanos, los mendigos se agolparán en el palacio y las iglesias buscando una sopa y un mendrugo de pan endurecido. Los labradores subirán a la ciudad desde sus valles para vender lo que Dios haya permitido de aquella tierra dura, todas lo son, y los cortesanos tratarán de esquivar la ira de los que les pueden y afirmar su poder sobre aquellos que no les igualan en honor. Las calles, la ciudad, irá cambiando, tan despacio como la eternidad misma. Muchos solo sabrán ver las diferencias cuando lleguen a viejos y tengan tiempo para mirar. Para entonces, todas las nieves serán las mismas, todos los veranos, todos los rostros, variaciones de aquel que esperan ver después del último trance.

Ajena a la comedia humana y hoy parte de ella, cae la nieve contra el ocaso y las colinas blancas.


Hay en toda vida, varias encrucijadas. Cada vida es una historia universal resumida y asumida en el Gran Juego. En cada cruce hay un equilibrio entre la redención y el fracaso, la oportunidad y la derrota. No importan en sí. Lo que sigue cuando la vida avanza es la devoción por aquellos hitos como puntos de cambio, nacimiento de oportunidades reales, casi siempre ignoradas tras deslustrarse con el gasto de los años y las voces de las oportunidades frustradas, siempre dulces, siempre preñadas de luz y energía. Las voces de los profetas de esas ocasiones nos llaman y tientan, aquí pudiste ser afortunado, aquí feliz, aquí evitar la desdicha. Se dice que son las sirenas quienes embrujan con su voz a los marinos. Mas, si eso pudiera ser cierto, no lo es menos que el eco de la propia voz susurrando promesas imposibles ejerce el mismo poder, pues no hay una voz propia que no nos vea tan luminosos como para no alumbrar cualquier noche de luna nueva. No hay olvido. La vida de toda persona sucede entre el recuerdo de todos los otros que pudo ser, los que dejo atrás y los que escaparon sin que pudiera encarnarlos. La nostalgia más punzante, quizá la más audaz, es aquella que es peligrosa: lo que pudo ocurrir, la circunstancia que habría sido la piedra filosofal de un presente hoy tedioso. Y el tiempo sigue pasando y borrando las demás huellas, como si no le importasen.


(continuará...)