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domingo, 31 de julio de 2022

Pecado, redención. 31 de julio de 2022.

Esta mañana he acabado una novela, Silencio. Trata acerca de la persecución a misioneros católicos en el Japón del siglo XVII, cuando el cristianismo estaba proscrito. Quería ver la película de Scorsese (aún no lo he hecho, pero la veré), y oí hablar bien del libro, así que decidí leerlo.

La novela es un portento. La verdad de la literatura no es la de la filosofía ni la de la ciencia. En particular, creo que la novela es la superación de la abstracción a través de la concreción de la verdad en personajes complejos, que deben ser un prisma en el que los conceptos devienen en distintas formas de luz, espectros de realidades que espejean en nuestra propia conciencia y son diversos y reconocibles. Lo demás es maniqueísmo y la presentación pseudorreligiosa de arquetipos y lugares comunes, lo que viene a ser la literatura de un tiempo a esta parte, instrumentos de reafirmación sentimental a través de tramas simples y falsas.

Pero me desvío: la historia, la de unos personajes concretos enfrentados a otros y en un entorno definido y particular, deja pinceladas de reflexión sobre la fe, la entrega, el sufrimiento, el dolor del alma, la esperanza, el pecado, la posible redención, el poder y el espíritu. Todos ellos aletean con un fondo de un cielo impasible: el silencio de Dios, por encima de todo y todos, la lejanía de la luz en ocasiones, la indiferencia monstruosa o delicada en los asuntos humanos. En fin, la recomiendo. Es ante todo, una buena novela, eso debe bastar.

Aparte del silencio divino, que desespera tantas veces, de la ausencia de fuerzas, de la esperanza como luz y como cruel desengaño, hay una reflexión que se ha quedado resonando desde hace unas horas: el pecado no es tanto alejarse de la gracia, sino cegarnos al sufrimiento humano que tenemos ante los ojos. Vivir en una ciudad grande se ha convertido en un catálogo de esos sufrimientos, la soledad, el desamparo, las vidas derruidas por las que paso mirando a cualquier otro lugar. A veces quisiera ser más decidido y hacer algo para ayudar a mi comunidad, a veces pienso que solo me engaño para sentirme mejor. Deseo ayudar, pero el miedo y el rencor también han hecho mella en mí y me digo que yo también sufro, yo también estoy lejos de la plenitud, solo, para mí la respuesta también es el silencio. Puede que así sea. Puede que uno no pueda ser tan fuerte como el cordero de Dios que desea coger para sí todo el sufrimiento del mundo. Y sin embargo, deja un poso de amargura pensarlo, sentirlo. Una culpa difusa y derramada sobre todos a la que no se contrapone una esperanza de redención. Una forma de control grupal obsceno, sin duda. Pero tras todas las mentiras e imposturas, hay una espina que hace sangrar, lenta pero incesante.

La luz se derrama sobre un cielo en paz, nublado pero en una quietud típica de la primera tarde. Acaba Julio y el tiempo vuela raudo hacia otro ocaso tras el que espera lo que no se sabe. El faro rojo al final de la bahía luce orgulloso y las olas juegan donde las aguas del puerto y el mar se funden, para dar al silencio de Dios un rumor de paz y llenar las vidas de un vaivén constante, aquel en el que nuestra redención tras un largo camino acaso nos espera.



 

miércoles, 27 de julio de 2022

Eurídice. 27 de julio.






Cuando llegue otra vez aquel tiempo sagrado
En que el sol ilumina el país de los vivos
Y su fulgor enciende al tiempo el país del recuerdo,
En el brillo del estanque contemplaré tu rostro.

Las sonrisas de ayer, ilusiones aladas,
Repetirán un tiempo nuevo en grises odres viejos
Y dulce será beber el vino del recuerdo
Para que dé calor a los helados labios.

Te diré que espero, como espera la abeja
A que el tiempo dore su paciente rutina
Y haga de ella dulzor y alegría con lo que fue negado,
Hermano, amor, amigo, inalcanzable y puro.

En esta oscura cavidad, oigo a veces rumores,
La vida que incesante renueva su promesa.
Pienso en tu suave canto, que antaño me sirvió
Para anidar en la bruma esta gema imposible.

Orfeo, mi dulzura, la voz que en ti manaba
Es aquí un perezoso fluir de nada a nada,
El reflejo inevitable del rostro de una ausencia,
Sin luna allá en lo alto, ni bóveda celeste, ni pájaros.

Estremeces la roca inamovible con tu lira callada
Haces ondas del lago que derrama el olvido
Despiertas la esperanza y abrazar tu memoria
Arrulla con tu soplo mi corazón ya frío...

Las sombras alejarán su hechizo cuando la luz las toque
Y alcance a alumbrar lo que marchó en sigilo.
Allá donde nos llevan no hacen falta palabras,
Lograda la plenitud cuando todo se ha dicho.

Vendrá la nube con su extendido manto
Y el silencio de nuevo se sentará conmigo
En el tronco raído, contra la luz inmensa
Que viene de tu mundo y se agosta en el mío.


domingo, 24 de julio de 2022

Morirse debe ser dejar de caminar. 24.07.

Sucedió antes de que Sabina rompiera en indiscutible, pero en esa época tiene algunas de sus más hermosas canciones y tengo para mí que la Balada de Tolito es tan cumbre como cualquier otro tema de Joaquín.

Admito que en mi caso hay razones que desbordan los gustos líricos y musicales: simplemente, me gusta mucho caminar, como otros eligen hacer puzles, reparar coches antiguos, ver cine o hacer fotografías. Caminar me ayuda a pensar, me relaja del estrés del día, si lo hubiere, me sintoniza con el ritmo general de la vida, asfixiado por la hipernovedad y el vértigo en mi teléfono móvil; en definitiva, reduce el mundo de las infinitas posibilidades engañosas a un entorno tangible y habitable. 

Camino las mismas calles la mayoría de las veces, es cierto. No obstante, siempre es posible encontrar un nuevo matiz a su apariencia y al día que haga irrepetible su conjunción. Ese es el reto, saber encontrar en lo que se repite lo que perdura y lo que maquilla, lo que nos lleva y lo que se queda. En fin, es más complejo de lo que pudiera parecer.

Ayuda a pensar, dije. Siempre me ha encantado la imagen de los discípulos de Aristóteles, los peripatéticos, discutiendo y filosofando dando vueltas al jardín (la palabra viene literalmente de un termino que significa 'dar una vuelta'). Y dando vueltas, caminando lento o rápido, la mente y el alma de alían con el cuerpo para entregar diferentes representaciones de la imaginación y combinar los recuerdos entre ellos y con los anhelos y deseos que no se han cumplido. Hay de todo: a veces pienso gilipolleces, que gano una discusión que tuve antes y en la que no se me ocurrieron los brillantes argumentos que aparecen ahora, que tengo una vida en otro tiempo y en otro lugar, que cambio mi vida súbitamente y la giro hasta un punto en el que todo aún me es posible, que soy un dinosaurio y me como a la gente que no me cae bien, etcétera... Otras veces, templa las impresiones, que en el día de hoy parece que deben tender a la rapidez y la simpleza para conseguir adhesión. En general, propicia un estado de ánimo calmado, reflexivo, sereno, a fin de cuentas, humano. Todo lo que hace una persona lo es, concedido. Pero me parece que hay actividades que conectan con lo que somos de forma más honda, quizá algo más sencilla. 

Las más de las veces, es un conjunto de todo, de oír música, mirar el móvil, tratar de capturar el momento y pensar que cada instante nos regala sorpresas y que caminando las hallaremos. Después de todo ello...morirse debe ser dejar de caminar. Camino, trato de aliviar el dolor del cuello, imagino las naves de los aqueos, pienso que tras las nubes puede haber una ciudad de oro o un OVNI, tarareo alguna canción sin motivo aparente y pienso en lo que he dejado al otro lado de las olas y que nunca olvidaré y a lo que deseo volver a cuidar. 

Hoy caminé descalzo a la orilla del mar y resultó que no necesitaba mucho más. Viendo el vaivén de las olas bajo un cielo infinito y amable, la mar aparecía como un camino que lleva a sus propios secretos. Y el hecho de que exista un secreto así en alguna parte es de lo que depende todo. Ahora, la tarde declina entre una luz pausada y el clamor de las gaviotas, que vienen y van como un ejército airado. Una brisa cálida recorre los cuerpos que caminan y el paseo empieza a desvanecer las voces del día. La vida tiene su propio vaivén y ahora mismo requiere observar y urge a no desperdiciar un solo minuto. Llega a ser quien eres, parece susurrarnos. En el paseo de cada día y en la consagración de nuestras inclinaciones, un Dios desconocido, solitario y lejano, acaso la suma de todos los dones que miramos y no sabemos ver cuando vamos más deprisa, permanece y espera. Y poco a poco, hasta llenar la noche, pétalos de oscuridad caen sobre la mar cansada, esperando la aurora para poder volver a brillar y mostrar mañana, siempre de nuevo, nuestros rostros en su infinito espejo.


miércoles, 20 de julio de 2022

Ojalá. 20 de julio, 22.

Pablo Neruda escribió un par de páginas hermosísimas en su Confieso que he vivido. Tratan de la palabra, las palabras, las gemas brillantes, las piedras, los trozos candentes y gélidos de la expresión de una vida. Pero no voy a ponerme a competir con él en ello, así que yo me bajo aquí.

Si hay una palabra cuyo viaje me resulta irresistible es nuestro 'así lo quiera Alá', así lo quieran los dioses, la providencia, la fortuna o el hado. Ojalá. Ojalá que esto suceda, quiera Dios (o cualquier dios sustitutivo) que esto ocurra, ojalá llegar a ser, ojalá permanecer, ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan.

Acaso llegó a ser en la noche de siglos en que las caravanas transitaban el desierto incansable. Puede ser que la incertidumbre humana siempre haya prestado oídos a la petición de suerte: ninguna dádiva es innecesaria. Así, entre mercados y viajes y templos y arena, fue solidificando una manera de nombrar al futuro. El destino quiso que el futuro se le abriera, como se abrieron a Simbad los mares. law šá lláh había nacido, de padres que el recuerdo ya ha borrado hace mucho.

Como era una palabra aventurera y pizpireta, quiso conocer el mundo, con la valentía innata de quien desea ampliar sus límites. Ha viajado por el golfo, el lomo de Asia y llegó a una península en el extremo de un mundo que olvidaba otras lenguas de poder y reflejos irisados. En fríos monasterios de piedra, las distintas lenguas se conservaban y se hibridaban, mientras la locura del mundo cabalgaba sin freno, como siempre. Quiero creer, ojalá, que en un convento norteño, el euskera, íbero, quiso hablar latín y brotó el castellano (o español, como gustéis). Y mientras se asentaban las formas, las desinencias y los sufijos, la gramática se improvisaba de camino en camino y de hito en hito, llegaba otra ola irresistible que nos legó la música verbal de Arabia, que aún degustamos.

Ojalá se puede sustituir por Quiera Dios (que). Él se ha retirado tras las sombras, pero las invocaciones aún habitan los mapas mentales que tribus inflamadas por un ardor santo nos entregaron. Y así fue formando parte del acervo, como el Olé, que pudiera ser la invocación a Alá cuando su espíritu se manifiesta en los mejores frutos de la vida cotidiana, que se manifiestan inadvertidamente para nuestro asombro y alegría. Quisiera que supiéramos mirar mejor. Luego, embarcó en las naves que cruzaron la mar océana y  que no negaron nada. Ni violencia ni fruto, ni temblor ni altura, ni silencio obligado ni palabras vivísimas que entre sus selvas y sus montes se unieron y dieron la medida de un mundo. 

No puedo dejar de pensar en las aventuras que una palabra ha recorrido en siglos, desde un mercado de Bagdad a una cabaña oscura en la Tierra de fuego. Cuando escucho a Silvio desgranar su ojalá, siempre pienso que asombroso viaje de la duna al mar transparente has llevado. Cuantos anhelos, miedos, esperanzas has nombrado, y aún sentimos la calidez de tu conjuro. Ojalá las palabras pudieran contarnos su propia historia. Quiera lo desconocido que veamos la luz algún día grato.

Las nubes cubren el cielo hoy. Una ventisca fresca pasa entre los bancos y la luz es más calma también, lechosa y lánguida. Ojalá la noche sea suave, pazcan las estrellas en la noche abierta y su luz despierte la que tiembla dentro de ti por salir e iluminar todas tus horas. Ojalá tus deseos se cumplan y sigas caminando. 




jueves, 14 de julio de 2022

La materia oscura. 14.07

A veces mi familia mis amigos, yo mismo, me preguntan si tengo intención de volver a casa. Para qué, pienso yo. Ese país se hunde. Claro está que hay lugares que no son externos solamente, sino que forman parte de ti. Cuando se siente que un lugar íntimo se derrumba, también es como quedarse uno mismo en precario, sosteniendo muros semiderruidos por andamios débiles, arrastrando un pesado recuerdo contra el viento del futuro que azota de cara.

Todas las vidas son así, me parece. Quien más, quien menos, ha sabido de la amargura y no ha vuelto mejor de aquel lugar áspero. A veces, es posible que almas más generosas logren salir adelante de la feria de las vanidades, el temor y el rencor, la ansiedad por la opinión ajena y el tiempo que mordisquea los tobillos como en la mitología del Norte helado dragones roen las raíces del fresno Ygdrasil, que es el mundo. Estas almas son capaces de bondad y olvido y acaso ese sea el don más grande. Yo no tengo esa grandeza y no he sido capaz de perdonarme.

Igual que hubo una Gran Explosión inconcebible y el universo expande sus distancias y aleja sus nebulosas y centellas, la vida de la gente es un camino desde el encuentro y la ilusión hacia el desencanto y la verdad. La hipótesis de que existe materia 'oscura' ,no detectable por la ciencia humana de forma directa pero conjeturada por los efectos que causa, es fascinante y extraña. Donde vemos luz intensa hay eones de silencio e indiferencia, la materia conjurándose a sí misma, luchando por encontrar algo y alejándose sin remedio, quizás buscando una conciencia que nunca logrará: somos nosotros los que la hemos recibido, sin saber que hacer con ella, no sabremos que aconteció y sin saberlo, seremos también silencio antes de aprender a pronunciar un destino. Sí, no cabe duda: sucederá muy pronto.

Veo así el paso del tiempo. Cada segundo añade distancia, frialdad, silencio a las vidas. Escapan en todas las direcciones, buscando un lugar desde el que estar muy lejos, tan lejos que la oscuridad invada todo, precoces en su huída, presurosas en el intento de arrancar un recuerdo de la sombra que aún las persigue, cabalgando en otra materia oscura, una fuerza desconocida e irresistible que llena los bordes del yo para que resista los embates de su propia soledad acosándolo. A veces hay pequeñas complicidades, fraternidad y abandonos de uno mismo. Hay llamas incomprensibles de amor que impregnan del calor de la ternura el gélido sendero sombrío. Hay mezquindades que unen, también, la alianza de nuestras debilidades, todo antes que quedarnos solos. Pero no se puede hacer nada. Con un furor indiferente y desolado, la fuerza de la materia desconocida nos arrastre en sus órbitas enigmáticas y así vamos, viendo desaparecer las luces que ayer refulgían a nuestro lado, temblando, cayendo en una bruma oscura e inmensa, helada como nosotros, nosotros, planetas errantes sin vinculación con ninguna otra masa que abrimos camino sin fin cayendo vertiginosa y dulcemente hacia la boca triste de una noche eterna.



Cayó la noche y las nubes aún tienen un tono anaranjado, dulce. suave es la noche y el silencio es amable, roto por algunos borrachos que gritan en la calle. Lo demás, las olas de la playa, la maquinaria del puerto, los letreros, está quieto y, por una noche más, resiste en la razonable certeza de que no todo está perdido. 

P.S, no todo está cayendo, aún hay noticias estupendas y gozosas, que son por lo que estamos aquí; si lo lee, o alguien de Amach 16... ¡Felicidades, Marcos!

martes, 12 de julio de 2022

Un mundo mejor. Doce de julio.

Hay vidas que caen como hojas inconscientes,

Otras son certeras como sibilantes flechas,

Y todas son un fluir sin remedio

En corrientes insensibles de trabajos y penas.


Hay también quien está agazapado,

El arco tensa y los segundos vibra:

Padre de Dios, el Tiempo, que arrulla

El nido intranquilo de los días.


Yo he visto en ocasiones un alba distinta

Temblando en el agua de la acequia.

Hay otros mundos respirando en éste

Desde frescas tinieblas.


Sé que nada alarga lo que queda

Ni otorga a la herrumbre del pasado oro,

Pero el jazmín fragante y el espino seco

Bordan la calma del alma del otoño.


Allá sigue el sol enfrentando la sombra,

Allá va el caracol recogiendo hojas grises,

Allá va la vida desguazando su presa,

Allá va, desnudo, todo lo que existe.


Vuela sobre el monte de coníferas altas

Sigue en el torrente el cantar del gorrión,

Pasa veloz y grave la tumba de silencio

Posa en paz el fruto maduro de tu corazón.


Sé que hay también sonidos inquietantes

Y las fuerzas fallan. No estés triste.

De todo lo que nos puede llevar al reino frío

Sólo otorga honor aquello que se elige.


De la voz ronca

Y el lamento aciago

No escuches al temor,

No eres ya más su esclavo.


No te aprisiones entre paredes de angustia

Y sigue escuchando el latir que te llama

Desde lechos marinos donde nadie aún estuvo

En un fuego de libertad que no conoce alarma.


Del ruido inconsolable

Que siembran las antenas

Sabe hallar un silencio fértil 

Que conforta y serena.


No caigas en el miedo ansioso

Que surca las aceras...

Hay un mundo mejor

Esperando ahí fuera.




sábado, 9 de julio de 2022

Anagnórisis, apatía, anhedonia. Nueve de julio, 22.

 Anagnórisis

Del gr. ἀναγνώρισις anagnṓrisis 'acción de reconocer'.

1. f. Ret. Reencuentro y reconocimiento de dos personajes a los que el tiempo y las circunstancias han separado.
2. f. Reconocimiento de la identidad de un personaje por otro u otros.


No resulta fácil encontrarse. En un mundo fragmentado y esquivo, somos tan impulsos como lo que nos agita, modifica y separa en pedazos. En el arte, la anagnórisis se extiende al punto de tensión dramático en el que uno de los personajes descubre algo acerca de sí mismo. Allí es donde se fragua un camino nuevo, rumbo a donde quiera que sea y al final al inevitable olvido. No sé quien soy y apenas quiero ser quien creo ser. La única esperanza es ir recogiendo los pedazos y seguir adelante, para ser capaz de cohesionarlos en plenitud o al menos una cierta armonía antes de que el destino me alcance. Quizá ese sea un momento dichoso, ser capaz de re-conocer, conocer de nuevo alguna verdad que en alguna parte he olvidado.

Apatía

Del lat. apathīa, y este del gr. ἀπάθεια apátheia.

1. f. Impasibilidad del ánimo.
2. f. Dejadez, indolencia, falta de vigor o energía.

La impasibilidad del ánimo puede conducir a la eudemonía, un estado de satisfacción serena, o a una desesperación elegante que parece ser la marca de la parte del mundo en que pacemos y que exportamos a otras. Una falta de energía vital que la malgasta en lenitivos, narcóticos espirituales y signos amables de decadencia. Es difícil que la vida otorgue segundas oportunidades, pero hemos olvidado que para aspirar al milagro es necesario conducirse que la llama santa irracional de los marginados. El miedo conduce a la apatía y la apatía devuelve más miedo, un temor que no tiene ningún sentido; lo que haya de ser, será pronto y no durará, ¿por qué no iba a arriesgar la moneda del yo para dejar una fisura mínima en el mundo? Pronto se perderá también, pero sería mía por siempre. Acaso sea esa forma que me trascendiese el espejo en el que pudiera verme de nuevo y aprender quien soy, en mí y en los otros, monedas acuñadas contra el valor de cada momento que nace para desear ser irrepetible.

Anhedonia

Del fr. anhédonie, y este del gr. ἀν- an- 'an-', ἡδονή hēdonḗ 'placer2' e -ie '-ia'.

1. f. Med. Incapacidad para sentir placer.

Ah, el placer. Deseado y fresco, perverso y numinoso. Si no es la felicidad, es algo que se camufla bajo su prestigio. Reducido al éxtasis, a veces parecemos olvidar la plenitud, la calma o la alegría como manifestaciones nobles y sinceras de cualquier verdad manifestada en nosotros o ante nosotros. Los brillos del sol sobre el río, la brisa cálida de la noche, el encuentro amado, la sonrisa que hacemos aparecer en quienes apreciamos.

Llevo un tiempo sin capacidad para sentir calma, gozo o pasión por la vida. Puede que la tristeza me haya conjurado con sus ojos fríos y claros, acaso el cinismo me ha engañado haciéndome creer que el final me espera tan cerca que nada vale apenas. Puede ser que la cobardía me haya hecho impasible a los dones, sin satisfacción del alma, también puede que haya querido ser otro por tanto tiempo por no ser yo que ahora que desearía despojarme de la máscara está tan incrustada que no hay forma de apartarla. Tanto da. No deseo más que romperla para poder romper el embrujo y dar vigor a los días que vengan y saber quien soy y por qué camino voy, de nuevo. Eso, o dormir a las puertas de una esperanza como un perro cansado, esperando que las puertas algún día se abran, aunque hoy estén tapiadas y los signos de la ruina prosperen en su umbral. Cualquier cosa que me pueda salvar, lo que sea que me haga descansar de este círculo maldito. Anagnórisis, apatía, anhedonia, humildad, vigor y vuelo.

Las aves surcan los cielos de mi ventana contra un magma blanco de nubes. Tiene que haber alguna que ha atravesado ese manto y ahora ve otras cosas, temibles, familiares, hermosas o extrañas, deseo ir con él y en lo desconocido, encontrar lo nuevo para latir de nuevo con el corazón secreto de la vida que quizá me reconozca, como la noche conoce a todas sus estrellas.



lunes, 4 de julio de 2022

Pues a mí me parece. Cuatro de Julio.

Los peligros de la exaltación: cuando estaba aprendiendo casi todo antes de saber que no supe nunca nada, leí un aforismo de Nietzsche en el que escribía que las convicciones son cárceles. Yo admiraba su fiereza y lo que me parecía una lucha sin fin contra el convencionalismo y me acabé convenciendo de su aserto, como de tantos otros. Luego, si la vida es pródiga, da oportunidades infinitas de aprender, las más valiosas, duras y duraderas en la piel propia. No creo que todas las convicciones sean cárceles ni todas dudas liberadoras, aunque generalizaría así. No creo que sea la cuestión, tampoco; si así creyera, tampoco escribiría una bitácora personal, por modesta que sea. El asunto, me parece, es, ¿por qué es necesario tener tantas opiniones?

He llegado a creer que la opinión ubicua es el opuesto de la inteligencia, que es otro de los nombres de la prudencia. Hoy no parece una opinión muy popular, porque nos tratan de convencer, contra toda enseñanza y experiencia anterior (que también se ha ido) que destruir es necesario y construir sencillo. Sabemos, sabíamos, que lo que nos parece inmutable es en realidad tan frágil que asusta y cuesta un momento derribarlo y que edificar cualquier sentido, obra o vida es un proceso arduo y lleno de errores que, no obstante, merece la pena. Acunados con la nana repetitiva de que todo nos será concedido y será fácil, opinar de todo y todos es la búsqueda perpetua de una utopía que nunca llegara porque solo funciona como certificado de almas bellas para satisfacción de la manada. Una pena: todo el mundo merecería vivir las ideas que dice defender; si no te juegas la piel, de nada sirve. Oh, lengua sin manos, como osas fablar.

Las ocurrencias sin fin son una perpetua dinámica que consume lo que dice sostener. Vivimos en un mundo virtual y real lleno de puntos de vista sobre cualquier tema que se presente. Esa urgencia por formarse una opinión y articularla inmediatamente me parece una muestra de la corrosión de nuestro carácter y de nuestra vida social. Es un zumbido de ansiedad de nuestra ignorancia suplida por el acceso a fuentes de verdad oficial que resuenan en cámaras de eco oscuras. Supongo que es el signo de este tiempo...sentir terror a ser una sombra fugaz entre los destellos fugaces con los que nos bombardeamos y manipulamos las percepciones con una frecuencia tan abrumadora que pasa por habilidad.

La noche ha caído, más tarde como es en julio. Jirones de nubes muestran una luz como de trazos frenéticos de esos cielos de El Greco, con la brisa suavizando la calidez y las luces del puerto  abriendo la luz al mar que. negro, se cierne sobre otra madrugada con su vaivén reposado. No se oye chiar a las gaviotas ahora, estarán en su sitio, imagino. Espero que la ausencia de opiniones, extirpadas, traiga algo de paz. Los rumores subterráneos del mundo nos rodearán. Pero no me importa.