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sábado, 11 de mayo de 2024

Asesino. Planteamiento (1). 11/05/2024.

Vine al intercambiador X-236 del cuadrante 41 para buscar a un hombre. Los archivos mencionaban unos datos breves; la teletransportación performativa, aunque clandestina, es popular en la periferia de las rutas de transporte y permite el cambio de caracteres secundarios. Forma de la cara, color de ojos, altura, cabello. En principio, el proceso deteriora la replicación celular, pero la perspectiva de menor esperanza de vida no disuade a quienes afrontan órdenes de detención, privación de movimiento en la colonia pertinente o ejecución extrajudicial. Este era el caso.  Los miembros de la orden Coruman tienen potestad para elegir estas medidas en el caso de fugitivos y amenazas públicas. Para eso existen los tipos como yo. No quería morir, así que ofrecí matar para ellos. Sé que si yerro, me tocará a mí. No sé cual es el final de esa cadena: solo sé que nunca faltará quien decida integrarse en ella convencido de que poder decidir sobre la muerte de otro lo hace poderoso en lugar de hacerlo inhumano. Separado del mundo que odio y me despreciaría si me conociese, simplifico el tiempo en sobrevivir o tener que escapar. Acaso exagero: todos los mundos se han desquiciado y la muerte es otro espectáculo.

Los transportes pasan de vez en cuando por este cuadrante, una vez próspero. No es difícil escrutar a quienes miran furtivos alrededor, buscando un escape después de una estancia en parajes lejanos. Acosados por deudas, señores de la guerra, gobiernos corruptos, buscan tratamientos prohibidos de renovación para el rejuvenecimiento, ocultando sus datos. Por supuesto, el resultado no es difícil de observar, una vez acostumbrado. El proceso de retiro es libre. La única prohibición es no matar a nadie más y, salvo que sea imposible, no herir a otros.

La libreta electrónica ofrecía las distintas versiones posibles del sospechoso, tal y como fue visto por última vez y después de una teletransportación performativa. Vi a dos posibles sospechosos entrando en el transporte, que sería de 3 días en la cámara de hibernación, 23 meses en el total, hacia la ciudad más grande del cuadrante, pero aún alejada del transito. Quedaban 6 horas para comenzar las actuaciones de colocación y revisión en las cámaras para dormir durante el trayecto. Debería averiguar cual fue la identificación celular proyectada que los sospechosos, y el resto del pasaje habría hecho. Debían ser unos quince mil. Debería ser capaz de identificar con mi asistente neuronal unos pocos posibles coincidentes  y decidir como sumergirme de nuevo en el lago de sangre. De nuevo, la cacería, la de otros y la mía, comenzaba. Las estrellas, potenciadas por la cúpula de protección, contemplaban crueles desde su trono eterno. Llegué a la recepción de la nave.



lunes, 6 de mayo de 2024

La banalidad del mal de los buenos. 6.5.24.

No soy cinéfilo en exceso. Tampoco me importan un carajo los premios. El caso es que en los últimos Oscars, u Óscares, o lo que se diga, hubo, como de costumbre, una hiperintelectualización de cualquier forma de entretenimiento que pasara por allí:  había una peli, basada en un relato del gran Amis acerca de los campos de exterminio que resultaba ser una reflexión punzante , increíble, sobrecogedora, lo que queráis, del concepto de Hannah Arendt de la banalidad del mal. No la he visto, en verdad, ni tengo ganas. Pero eso es mi culpa.

La que sí me gustó fue Oppenheimer. Y lo que me sorprendió fue la falta de referencias a un proyecto que se ajusta totalmente al concepto de Arendt. Veamos: un grupo de personas de talento llevan a cabo la construcción de las armas más mortíferas jamás creadas como un simple reto intelectual sin ninguna reflexión aparente de su conveniencia ni de las propias implicaciones morales de su participación. Siguen adelante muchos meses después de ser plenamente conscientes (ellos y sus superiores) de que la justificación del Proyecto Manhattan (conseguir la Bomba antes que Hitler) no es ya relevante una vez que es claro, por muchísimas razones, que Alemania ha abandonado completamente su objetivo, que nunca fue muy consistente, además. Se limitan a seguir órdenes y a desvincularse de cualquier decisión ulterior sobre el uso del juguete que han creado. Hubiera bastado la negativa de una docena de personas para que esa arma nunca hubiera existido. Y aquí está, aun atenazando y amenazando el mundo. 

Por supuesto, no es fácil juzgar lo que una época convulsa puede traer, nunca es bueno y hay que tener cuidado con las ansias de ensuciar el pasado desde la comodidad. Pero no es menos cierto que hay una trampa insidiosa en equiparar la razón última con la justificación de todo. Resulta extenuante seguir viendo a los clichés de los malvados oficiales, malos de opereta, a cada momento para evitar reflexionar sobre las espinas propias. En casi todos los sentidos, rechazar la responsabilidad de uno o muchos debidos a un marco de justicia o injusticia mayor crea los nuevos monstruos de hoy, difíciles de divisar para quienes tienen su mapa mental fijado en lo que ocurrió hace unas décadas. Me gustó mucho la peli de Oppenheimer, es verdad. Pero se centra tanto en la fascinación de unos genios tratando de encontrar su cómo que no parece encontrar un minuto en preguntarse y preguntarnos por qué.

La ciudad está encapotada y triste. el viento mueve a unos pájaros de plástico para que espanten a las gaviotas sobre los edificios. Las grúas duermen. El río muestra reflejos blancos y marcha lentamente. El puerto recibe la llovizna con desgana. Desde mi ventana, se oye un tranvía pasar y las montañas del horizonte se pierden en la niebla.