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miércoles, 27 de noviembre de 2024

La flecha del tiempo. Maldito 27 de noviembre del 2024.

Te has ido de repente, como cae la nieve sobre los cerros y me has dejado jugando con flores marchitas. No podemos creerlo y no sabemos cómo se hace uno a la idea. Ahora te escribimos, hablamos contigo en sueños, buscamos tu rastro más allá de la niebla pero no sabemos bien; es oscura la casa donde ahora vives.

Recuerdo y trato de abrazar cada instante del último día que te vi, sin saber que nos despedíamos. Era invierno y estábamos al fresco con los abrigos puestos, en una noche en la que la luz del bar apenas se defendía de la bruma de una calle por las que pasaban pocas pisadas presurosas. Probamos cervezas, hablamos de trabajo, parejas, vida, ilusiones de viajes, tu fiesta en el aniversario de acabar la carrera (te pusiste mas fina que Pitita, maja...), las familias, el Universo y todo lo demás. Los amigos comunes, la nostalgia y la sorpresa de estar mas o menos en la mitad estimada de nuestras vidas.

Ya no podíamos vernos tanto como antes. Recuerdo un tiempo en que tratábamos de quedar con otros amigos el primero de enero, un ritual que ahora me resulta lejano y añoro. Aún tanteábamos las posibilidades de la vida, con más ilusión e inocencia. Lo que pasase no importaba demasiado. En fin, supongo que aún estábamos en el tiempo en el que uno siente fe en la capacidad de elegir su propio rumbo.

Solíamos ir, aún antes de eso, a diferentes lugares juntos. Teníamos distintos grupos de amigos, a veces nos alejábamos y a veces estábamos más cerca, pero encontramos momentos para estar, hablar, conocernos. Desde entonces hasta que muera, nunca olvidaré el sonido de tu risa, lo atesoraré, espero, contra los días fríos que han de venir. Recuerdo poco de lo concreto y mucho de un pasado difuminado en el que íbamos a lugares, quedábamos y siempre llegábamos tarde, repetíamos cien veces las mismas bromas por gastadas que estuvieran. Ya para entonces sabías bastante de mí y a mí me encantaba estar contigo. Fuiste a la India, a Alemania, a Inglaterra, buscando tu futuro.

Fuimos, algo mas jóvenes, a campamentos. Recuerdo aquel en El Espino. Quizá fue el último momento en el que recuerdo que el tiempo que se iba retornaba en algo que bruñiría un recuerdo amable. Sin duda, la memoria ha limado cualquier mal momento que hubiera y sólo me puedo alegrar de ello. No basta, sin embargo, por supuesto: lo que el corazón anhela no son recuerdos. Pero haber estado y sido parte de más tiempo juntos, entre nosotros y con otros, también está en una duermevela trágicamente difusa como ante mis ojos ahora. De cualquier modo, no podemos ver muy bien ahora...costará acostumbrarnos.

Pero aprenderemos a ponerte a nuestro lado y aunque no nos respondas luego, el eco seguirá su onda y estarás con nosotros. Ahora intento recordar el momento en el que nos conocimos. Tuvo que ser la parroquia o jugando en el Victoria. Pasamos tardes de catequesis, hablamos en tu colegio, me traumó verte fumando, nos abrazamos, una vez me dijiste que me callara y me enfadé, fregamos platos después de una fiesta en la parroquia, me hablaste del grupo de las chinchetas, yo me fui de voluntario a la cruz roja, seguimos viéndonos por el barrio 

Antes de conocerte, no sé cómo eras, mas puedo imaginarte, divertida, sensible, valiente. Acaso nos cruzamos con nuestras familias callejeando por ahí. Naciste, nací apenas diez días después. Antes de todo ello ponientes y auroras de generaciones, espada y paz, aullidos de lobos, amor y rencor, la frescura del agua y el refulgir de la estrella fueron necesarios para ir construyendo las improbables pistas sobre las que todos y nosotros nos encontramos. Hoy, sólo pido que estés con tu familia, con Iván, con nosotros. Por piedad, extiende tu manto sobre nosotros y protégenos. dame tu recuerdo para sostener la vida. Por favor, sigue en nuestro recuerdo hasta que llegue el fin. Porque hoy estamos perdidos y vamos contra un viento cruel que es mas poderoso que nosotros. Vamos recogiendo pedazos de recuerdos y de lo que se ha roto en el alma. Hoy lloramos y no sabemos qué hacer, con un desconsuelo y rabia ciega que sin duda ya sabes, porque la flecha del tiempo apunta en la dirección de nuestra destrucción y no hay manera de cambiarla.

domingo, 3 de noviembre de 2024

3 de noviembre de 2024. Vomitando bilis.

En esta puta mierda de país (España) lo extraño es que no acaben radicalizados hasta los Lunnis. Antes de entrar en más detalles sobre la vergüenza de la gigantesca omisión del deber de socorro a Valencia, por aportar un poco de contexto, he leído que los afectados por las erupciones del volcán de La Palma siguen años después viviendo en los contenedores provisionales que les asignaron y del dinero donado nadie sabe muy bien su distribución ni auditoría. En el país de Koldo, el pequeño Nicolás y la eliminación de la malversación del código penal. Como repiten las Eddas nórdicas, "¿Lo entienden ustedes? ¿Lo comprenden?" Claro que lo entienden. Se entiende todo. 

Otros países sufren la presión de su complejo militar industrial. La nuestra es una partitocracia televisiva construida a través de relatos o gestos con el dinero que el político expolia al pueblo para dar una parte a sus altavoces afines que crean el clima moral necesario para que su propaganda tenga efecto y sigan insistiendo en la necesidad de que el político siga expoliando, por el bien de todos. Marx escribió que las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante. No es la entrada para debatirlo, pero sorprende que quienes sean tan claramente los dominadores del discurso vacío que nos asfixia apelen tanto a retóricas del oprimido mientras disfrutan de un poder tan amplio sobre los supuestos opresores. Por supuesto, esta es una opinión personal. Si quieren, pueden ustedes mirar los Presupuestos Generales del Estado, los Boletines Estatal, Autonómicos y Provinciales y ver por ustedes mismos la cantidad que se deriva a sanidad, educación y otros servicios públicos del total. Y todo lo demás, y a qué se destina.

El estatalismo es una religión de sustitución más. Crea la equívoca apariencia de que se trata de un esfuerzo común para mantener servicios comunes. Pero eso no es todo y creo que es muy poco, desgraciadamente. La ficción de que pagamos un nivel de impuestos adecuados para la calidad de los servicios que recibimos a cambio no se sostiene. Por una serie de razones que convergen en el punto de fuga de la necesidad de ostentar el poder por el poder mismo, que conlleva beneficios muy golosos, los recursos se sustraen de la economía productiva para usarlos en el proceso de incremento de un estado adiposo, lento, descoordinado, ineficaz, en el que muchos medran. Necesitamos Estado, necesitamos igualdad de oportunidades, seguridad frente a inclemencias crueles de la vida. No menos necesitamos libertad, coraje, riesgo. El equilibrio nunca es fácil, pero no hay esperanza para una comunidad que cree que el mérito es sospechoso y todo éxito culpable. Aquí hay que perder. No basta con ganar y pedir perdón, salvo que vivas del esfuerzo de otros y estés dispuesto a la hipocresía inmensa de juzgar las elecciones vitales de quienes te sostienen y te pagan el sueldo. 

Este juego de incentivos perverso hace proliferar guerreros de la virtud, activistas, moralistas desquiciados en busca de cualquier pequeña disidencia que aplastar para mantener la fila en orden. Hay que abrir debates para conseguir alcanzar un consenso ficticio desde el cual todo debate ha sido ya superado. Hay que asaltar los cielos y prometer una guillotina contra los poderosos (y loh ricoh) para, una vez en el carguito, convertirse en medio de la inacción administrativa contra un pueblo sin casas, con hambre y con decenas de muertos en entusiastas del procedimiento administrativo, el formulario pertinente y la fotocopia compulsada. Con el pan no se juega; se vive muy bien al calor de establo del partidismo (me niego a llamarlo política: aquí nunca se discute de ideas sino de colores).

En este estado del malestar triunfan las consignas, los zascas, los mas broncos. Creo que el cambio climático es innegable (entre otras cosas porque el clima no puede no cambiar) y la influencia del hombre en él es preocupante y deben debatirse medidas para tratar de atenuarlo...sin convertir esto en un sistema en el que quien no tiene medios traga y el que legisla es el rico que promulga las leyes de las que él está exento. En fin, a lo que voy: lo que he venido a leer es que el cambio climático debe conducir a una serie de acciones de decrecimiento (la hipocresía moralista insoportable siempre) que conducirá a un estado de cosas que nos hará mas vulnerables a las consecuencias del cambio climático. En fin, uno pensaría que si se acepta el cambio climático y sus peligros habrá que invertir en prevención del efecto de las catástrofes. Se ve que no. Tira tu coche y vamos a derribar los muros y a ir en bici, así el planeta sabrá que hemos hecho las paces con él. Otros mencionan a los inmigrantes en cada problema que existe. O a los que comen carne, o al porno, yo que sé, vivimos en un delirio general que acoge con gozo cualquiera particular.

Todo esto se sostiene porque hay quien desea que los suyos estén al mando, aunque no le reporte nada, porque hay ideologías y odiologías bastardas y de un nivel de consigna increíblemente estúpidos hasta para tratarse de consignas y una mayoría que acepta, porque no le va tan mal, porque no cree que pueda cambiarse, porque no sabe por dónde empezar. Bueno, es normal, no creo que nadie lo sepa. Lo que si sé es que la combinación de mentira, arrogancia y supresión de la crítica y el debate solo puede llevarnos a donde nos está llevando. A un país más pobre, dividido, enajenado y peligroso. Hasta ahora lo hemos pagado el vulgo y nos han tratado de necios para darnos gusto. Pero llega un momento en el que la ignorancia es culpable. Nos hemos vuelto pobres de dinero, experiencia y espíritu por cambiar una tradición de hacer las cosas que había procurado una relativa prosperidad a cambio de la calderilla de novedades interesadas y teologismos inanes. Necesitamos mas crítica, más libertad, más valentía, más amor, más esperanza. 

Puede que nunca lleguen. Aquí dejo mis testimonio radical, inútil e irrelevante, junto con todo el afecto del mundo para esa gente de Valencia despreciada y olvidada por quienes juraron proteger y ayudar.

Es un domingo gris. Pero hay que seguir adelante.