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lunes, 9 de diciembre de 2019

Las alas caídas. 09/12/2019.


En la penumbra del bosque se oía el paso del tiempo como un sauce crujiendo bajo su propia angustia. Las huestes de Peter, diezmadas, ojerosas, buscaban refugio entre la hierba seca, a la ribera del río. Las alas rotas brillaban en la oscuridad. Allí se levantó Peter Pan, con su brazo dislocado y su brecha.


Bravas huestes
Hijos de la noche sin guardas
Que escapáis de normas y horarios
Niñas que buscáis territorios donde ser guerreras
Suaves ejércitos de la frontera.

Yo he visto la forma luminosa
Del azar, el esplendor dorado
Del tiempo, la juventud
Y ni siquiera nuestras alas hoy, las alas rotas
Las alas mancilladas, las alas de Wendy, las alas
Moribundas, esas alas brillantes
Que pueden alzar todo, contra la noche y su espuma
Pueden hacer todas las magias.

Porque ya no sirven allá arriba
Contra la estrella escondida de la primavera.
Allá todo es vibrante y emoción, novedad
Y las alas no sirven porque las alas buscan lo escondido
Y no hay nada escondido en su ribera fresca.

Hay árboles desde donde se ve la mar dormida
En el jardín las ramas sirven con fresca armonía
Frutos húmedos rojos, y tormentas de entusiasmo.
Nada hay aquí ya que os reclame.

Si queréis marchar, y lo haréis, no importa el tiempo.
No oiréis, no oís el reloj que atruena
Porque perdí otra batalla.
Lo oiréis cuando el atardecer caiga repentino
Y todo lo demás se hunda.

Mañana os iréis al otro lado,
No neguéis con los ojos, está en vuestro destino
Y nosotros nos perderemos en el bosque
Como sombras de ayer
Hasta que aquí vuelvan vuestros hijos.


La mañana despertó a Peter con su luz filtrada entre las copas de los altos árboles. A su alrededor, espadas de latón, hojalatas con forma de escudos. Cartones, maderos informes. En fin, lector, lo mismo que tú un día dejaste. Al otro lado del río, la hierba alta, la colina, las luces que la luz clara disimula, la vida. La cuenta atrás. Era cierto. No había cocodrilos. A la mañana siguiente, todos los niños habían cruzado el arroyo, que un día les había parecido un caudal imponente. Allí el reloj se confundió con sonidos de calle y las luces los cegaron para siempre. Al otro lado, Peter se irguió lentamente y luego caminó lejos, de nuevo hacia el corazón del bosque, con sus piernas cansadas.





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