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miércoles, 29 de enero de 2025

Nada importan. 29 de enero.



Yo también fui engañado mucho tiempo. Pensé que eran capaces de moldear realidades, sanar o dañar, crear belleza. Todo eso para ver que hoy son una marejada de equívocos, sinsentidos y malicia contra la realidad. Era un simple, o lo soy, creía que las palabras designaban una relación con los objetos del mundo y del deseo. Todo eso fue antes de la caída. Ha llegado el momento de ver que hay un torrente de palabras huecas para cada asunto y realidad y que los juegos del lenguaje distorsionan y ocultan lo poco que puede expresarse en un trampantojo de malos entendidos y astucia para cubrir de palabras lo que no se puede expresar
 
El embrujo del lenguaje es poderoso. Hemos creado códigos para nombrar lo que no puede ser nombrado y tratar de encontrar lo que está fuera de nosotros y lo que está más adentro y no conocemos. Hemos dado en usarlo como si nos diera algún poder o comprensión. No puede. Las palabras no importan. Cualquier idiota puede juntarlas para crear una historia, un poema o una sátira. Nadie puede hacer brotar el retoño más nimio. La primacía de la opinión sobre lo opinado ha traído varias desgracias; no es la menor la profusión de todos los que han decidido, por esnobismo o impostura, no hablar claro. Todos los que han decidido añadir oscuridad envolviendo todo en ambigüedad y desgastando el uso, añadiendo profusamente notas a pie de página de la realidad, antes que dejarla respirar y fluir tal cual es. Platón desconfiaba de la escritura y argumentaba que quienes no son capaces de llegar a la esencia de las cosas, de conocer, sólo tienen opinión. Yo no soy Platón, obviamente, pero Platón y yo vamos a tope con esto.

Son interminables hoy, me culpo por buscarlas. Los temas no se tratan respecto a su importancia; el exceso de tiempo ocioso determina la extensión de discusiones interminables, banales. Quienes son más duchos en los juegos del lenguaje aprenden que muchos creerán que la ductilidad del habla y la escritura, que acogen cualquier absurdo, son tomadas por certezas. Es tentador no aprovechar la oportunidad. Pero nada importan. De nada puede hacerse crecer una realidad con simples vocablos, si no es a través del engaño y el fraude. A toda la ceremonia de la confusión que requiere el espectáculo perpetuo hay que añadir sin cesar mas palabras, palabras, palabras, hasta que descubramos que son hojas muertas que ocultan un vacío. Son tentadoras y atractivas porque ofrecen la ilusión de superioridad sobre lo que pretenden designar. No hay tal. Nada más. 

Y como yo no tengo otra cosa, aún acudo a ellas, precario y confuso y trato de describir lo que no sé sentir, lo que no sé pensar, lo que me quema y me mata aunque esté de pie, lo que deseo contar de la realidad a la que no llego y entrever de un misterio que me está vedado, para hablar de la mar, el viento y las aves, de las luces y las gotas tras los cristales, del acero y los rumores que la noche apaga, aunque todo sea diferente, romo, apagado, aunque lo que uno dice sea olvido y miseria, aunque no sepan hacer compañía a pesar de sus promesas, aunque naufraguen contra lo único que importa, aunque no sirvan ni nunca hayan servido...para nada.

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