Este rincón conoció más otoños
Y ha vertido en la simiente su sentido
Añejo de lo hondo y lo sagrado.
El arpa de los días ha marcado
De polvo y pesadez su luz ambigua
Y el vaso de sus noches deshojado.
Motas de polvo bailan con el alba dorada
Y un eco agudo de apresurados pasos
Roza la mansedumbre de la tarde.
Entre las horas, las hojas desecadas
mueren mientras el viento acarrea
silbidos tristes solitarios.
Callan dignos los libros de pieles malheridas,
El péndulo que exhala sus despojos
Las persianas que callan cuanto saben.
Ese rincón que ha vencido al otoño
Y ha muerto en él, desheredado
Guarda en su secreto corazón, que arde
El resto de mis restos congelados.
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