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lunes, 7 de julio de 2025

El futurista .Siete de Hulio.

En el trabajo organizaron una convivencia como de campamento de verano pero con charlas de todo Dios para contar sus historias. Ahí se ve la estructura de la pirámide. Yo tengo más movidas que cualquiera pero si las cuento llaman a recursos humanos, supongo. Y ahí tení que estar, sentado serio. Y entonces llegó...un...futurista.

Apareció entre una nube de humo, como si fuera un villano de una peli de ciencia ficción de los ochenta o fuera a imitar a Rocío Dúrcal en lluvia de estrellas. Eso fue bien preparado, pero lo mejor llegó un poco después. Dijo que era futurista. Como suena. Futurista, vamos. Por un momento me emocione y pensé que igual era un superultrafan de Futurama, como yo. Trekkies, futuristas, yo que sé. Y lo que contó fue reciclaje del humo del que salió. De verdad, inenarrable.

Dicen que el futuro es un país extraño. Sea. Yo, de lo poco que sé es que no hay que confundir el mapa y el territorio. Y también sé que vivimos tiempos infestados por la mentira ubicua, por el fraude y la mistificación, tiempo de dobleces y personas taimadas que tratan de imponer su visión sobre la de cualquiera sin ninguna legitimidad para ello. Pero esto era la Shempions Ligui de la inanidad, podéis creerme. Dijo que el conocimiento humano global se doblaba cada mes. Luego miró al soslayo, fuese y no hubo nada. Yo pensaba en la leyenda del sabio que inventó el ajedrez y como recompensa pidió unos granos de arroz, a condición de que cada nuevo escaque contuviese el doble de granos que el anterior. Mirad a ver por cuanto se habrá multiplicado "el conocimiento" en dos años, o en cinco. 

La impresión asfixiante es que hay ventas de recetas milagrosas por todos lados, y muchas de ellas son cuasi obligatorias, por presión social, por estupidez o por imposición legislativa. Ser charlatán vende. Mucho. Porque la gente desea dinero fácil, reconocimiento y prestigio y sufrimos de obsesión por el estatus. Big data, crypto, Internet de las cosas, realidad virtual, multiverso, impresoras 3D, todas ideas estimables con sus ventajas e inconvenientes (esa es otra. Hay que encontrar soluciones mágicas y perfectas) se conviertan en un territorio apto para que cualquier farsante reinvente la rueda con naderías que se le acaban de ocurrir, explotadores de la pobreza de experiencia con la novedad y una falta de sentido crítico enervante. La estupidez abrumadora se da por sentada.

Y ha llegado la AI. Ay con la AI. Una herramienta interesante que de repente se ha convertido en la panacea. Claro que sí. Como no sabemos más que juntar palabras sin demasiada coherencia, la llegada de un modelo de lenguaje que te cuenta el rollo que quieras escuchar es como el segundo advenimiento de Jesus Gil pero que puede hablar como Valdano si lo pides. Una perspectiva de futuro completamente halagüeña. Cualquiera podrá corroborar que los resultados de AI sobre temas que una persona conoce (de verdad, con un conocimiento robusto) son una castaña.

Para cerrar el círculo, resulta que la AI es un modelo que debe trabajar con los datos que lleven a un resultado aceptable por macarras de la moral que viven de levantar el dedito a los demás estando llenos de basura. Porque el resultado no aceptable es un sesgo,pero el resultado falso es con buena intención. Unos tienen sesgos, otros son moralistas. Y entonces, cuando hay un futurista moralista, pues tienes la full experience homilía de una hora de la iglesia del santo futuro en nuestras manos por el poder de la violencia legítima de Don Estado. Y mientras tú en la silla, con las preocupaciones de un trabajador viendo cómo tratan de hacerte sonreír para que la propaganda entre sin dolor en su futuro inventado, sin respeto y sin reglas.

El ocaso se expande sobre el río y el puerto, y luces se reflejan en las ventanas de un día cansado que va acercándose a un futuro en el que aún un día de experiencia humana sirve para conocerlos casi todos.







martes, 1 de julio de 2025

Sin rencor ni duelo. Uno de Julio, 2025.

No es más cruel la noche que cae que el sol que nace...

Oh mundo pasajero, oh lienzo decaído.

Ni alienta más el vino que la hiel que gotea

En los racimos de la experiencia ingratos...

Oh batalla sin fin, oh piel de olvido.


Hay un faro de luz invencible contra la tormenta

Y las pesadillas mueren contra un filo sincero

Más no es ya tiempo de héroes; esta epopeya

Es vulgar y no muestra un camino hacia el cielo.


Y yo, estatua de sal en medio del incendio

Que el recuerdo arroja sobre casas malditas

No me atrevo a oponer al Señor de mis miedos

El seno de inocencia de mi quietud más íntima.


Porque creo que todo es tarde aunque no haya llegado

Y envenené de indolencia las flores de mi hora

Braceo ahora impotente en mi palacio helado

Y sus cristales relucientes desgarran mi corona.


Contemplo el día sin besar el alba. Niego sus promesas,

Arrastro horas sin fruto, me pierdo en la nostalgia

En habitaciones en penumbra ignoro la razón y la amnesia:

Miro sus tristes pactos con la vista cansada.


Las nubes pasan mientras yo paso en ellas

La vanidad de días estancados contra el sol inclemente 

Y ni la poderosa noche ofrece sus estrellas

Ni la luz del ocaso desvela el canto de su fuente.


Me siento en esta silla y veo las palabras

Pasar dando sabor a esta vida sin rencor ni duelo.

Concedo a mi vértigo el ansia de las alas,

Barro un rayo de luna y recojo mis sueños.




domingo, 22 de junio de 2025

Conjetura y abismo. 22 de junio, 2025.

Allá en la lejana tierra donde se levantan las montañas que llaman Pradghata o corazón del mundo, más allá de las grandes llanuras, de la tierra que vio caminar a Zoroastro y aquellas estepas que fatigaron guerreros alados con cimitarras y el Alcorán, existió un culto mistérico que acaso logró refutar el tiempo. Sus huellas apenas se vislumbran en páginas raídas de sabios paganos. Ellos han especulado con la figura mítica de un héroe y legislador, tal Licurgo, Solón o Moisés. Se le atribuye la creación del cero, envuelto en la doctrina mística de la ruptura del velo, que ve en la transmigración de las almas una condena circular de la esencia vital, impedida a transformarse.

Sus discípulos horadaron la piedra de sus montes abrumadores. No creían en ritos pero dieron en convertir los espacios cerrados en cenáculos en los que ingerían los productos sagrados de la flor del rododendro, o deli bal, cómo lo llamaron los caravaneros del desierto que hasta allá llegaron, y discutían la realidad oculta detrás del engaño de Maya. 

Fue entonces cuando un oscuro discípulo, del que no rescataremos las letras de su nombre mortal, estableció una audaz conjetura. La eternidad, arguyó, es la ausencia del tiempo. Lo que vemos está preso en la sucesión interminable que pesa como una condena. La liberación del ciclo perverso sólo puede ocurrir en la eternidad, en donde el río del futuro no anega el presente para convertirlo en parte del caudal del recuerdo. El Dios que reina en las montañas, añade la herejía luminosa, no conoce el tiempo pero éste nació de la separación de su esencia entre su voluntad y su creación. La separación de la eternidad creo el tiempo, como la nieve y el hielo separan las cumbres solitarias. Por eso, la sucesión de días y noches nos otorga el don del sueño, que nos permite dejar de ser para participar en la esencia que no existe, pero que es.

Innumerables discusiones y ramales nacieron de aquellas aseveraciones y con ellas en pocas generaciones el final de aquel grupo, al que eruditos han llamado los quebradores, la rama de hielo o los Prajdanes, debido a la figura de su creador que algunos dan en llamar Prajdan, o Praidán, de Shambhala. Las bifurcaciones de sus disquisiciones llegaron a Persia y de allí al Levante, donde los griegos erigieron doctrinas deudoras del Oriente.

Acaso su texto más reconocible es aquel que prefigura un día de la eternidad como el tiempo que pasará cuando la cordillera inabarcable caiga convertida en completa arena tras los picotazos de una avecilla, uno cada diez mil años. Otro, más oscuro, establece que cada sueño es un encuentro en la cara de la creación infinita y que se nos da la bendición de olvidarlo para poder soportar la visión, que no sabemos comparar a nada de lo que existe en lo que vemos. Este texto de sabiduría esotérica postula implícitamente la inmortalidad personal.

Ayer soñé que una mariposa volaba hasta lo más alto de la montaña y allí se hacía un cristal de mil colores sobre el cielo oscuro. Creo comprender que mi sueño significa que en el corazón de la piedra existe una fuerza que creó todo lo que hay y se refugia escondida tras el velo. Si fuera así, acaso la conclusión sea la más simple: sólo aprenderemos a mirar cuando las cosas aparezcan borrosas y plenas de misterio, en la ardua tarea de aprender a dejar de mirarnos, derogar el yo y dejar que sea la voluntad primera la que sepa mirarnos y decida compartir su estupefacción, inserta en el tiempo, ni demediada ni ambigua, uniéndose a mí, a nosotros.

Ignoro si mis razonamientos son espesos u oscuros, o limitados a lo que no sé que no puedo saber. Y sin embargo, en el anhelo de una conciencia universal y una vida sin límites más allá de nuestros nombres y las desdichas de los seres, en el conocimiento total y sin fin, en la contemplación de la belleza primera y la alegría de las metamorfosis y el olvido que deja tras de su un camino dentro de una duda, mi corazón late con esta alegre esperanza.




domingo, 8 de junio de 2025

Decálogo del postdeporte (fumbo, en particular). Ocho de junio.

O retro deporte, o falso deporte o lo que sea. Como en todo, cada vez hay peores espectáculos más caros, por más que sirvan para embrutecer a quienes deseen ser embrutecidos y olvidar.

Pagarás más por un peor espectáculo. Los Horarios, el funcionamiento de la tecnología, todo está pensado para que el espectador en el estadio sufra un deterioro en la experiencia 

No disfrutarás del juego, sino del tribalismo. Se trata de que ganen los tuyos, porque TÚ lo mereces. Y si no lo logras, será culpa del árbitro.

Lo perdonarás todo. Quienquiera que lleve tus mismos colores, siempre debe ser comprendido.

Nunca perdonarás nada. Quien haga perder a tus colores, debe ser siempre castigado.

Gritarás pidiendo ser engañado. Es más importante ser reconfortado que saber la verdad.

Malgastaras tu compasión. Llenarás de pena ídolos necesarios que son profesionales de una afición bien pagada, creyendo que son un mensaje de la providencia para que puedas triunfar en ellos.

Exagerarás las gestas. Necesitarás épica constante para sobreponer una vida sin drama.

Seguirás a los expertos. Buscarás de entre las miríadas de opiniones aquellas que confirmen la que deseas tener. Y a quienes las sostienen, los considerarás expertos.

Aclamarás a la estrella. Olvidarás cualquier concepto de equipo para entregar toda la gloria a una persona, que sabrá vender más imagen y toda clase de mercancías después de ser aupado a la cumbre ficticia.

Nunca regresarás a la infancia. Tratarás de volver a los recuerdos gratos que te hicieron enamorarte, pero verás algo parecido que nunca será lo mismo.

En esta época en la que no se puede dirigir al mundo una mirada tranquila y la serenidad pareciera inaccesible, todo debe ser embutido y frenético. Querríamos ser optimistas, pero no hay mucha esperanza; no podrás disfrutar de una forma natural más allá del torbellino. Sólo esperamos que recuerdes que hay, por fortuna, muchas otras cosas.





sábado, 31 de mayo de 2025

Medio y mensaje. 31 de mayo, 2025.

Hace unas semanas estuve leyendo un libro creado hace unas décadas, en el que se argüía que la aparición de la televisión de forma masiva en la vida de la ciudadanía había traído aparejada una inevitable banalización y simpleza de la discusión pública. Acaso es cierto que el medio es el mensaje: Hoy, el nivel es desolador, lleno de clichés denigrantes, lugares comunes y argumentos que sólo pueden triunfar en el ánimo común de un grupo de querer creer lo que sea para conquistar la hegemonía de un discurso. El infotainment y la civilización del espectáculo empobrecen cada idea, la ficción crea discursos convenientes y la actitud del poder cada vez es más autoritaria contra ciudadanos voluntariamente atados a su servidumbre. Realidades complejas tratan de adaptarse a dos frases o un eslogan. El conocimiento se convierte en un argumento de autoridad de un motor de búsqueda, La moral es una opinión que no compromete a nada, La nobleza de espíritu es un obstáculo para el éxito, pero quizá siempre lo fue. Sin embargo, donde había sinuosas razones y tratos de inclinar la justicia con elocuencia y retórica, hoy se vislumbra la sencilla apelación al poder mismo, porque no hay nada más. Inteligencia y bravura, eso es la fuerza. El poder por el poder mismo es simplemente el anuncio de su abuso, la bestialidad coronada.

Es arduo tratar de encontrar un refugio, es inconveniente detestar el gregarismo y... lo más relevante, puede resultar peligroso no adaptarse a los puntos de vista de moda de la hipocresía de cada momento. Porque lo peor no es que la gente adopte un punto de vista agresivo y bronco sobre las opiniones que les han hecho tener. Lo realmente malo es que se han convencido de que están en la luz. La desgracia moral, la intelectual, yacen en todos los ojos. El miedo parece todo lo que existe. En estos decorados grotescos, hay quienes prosperan, también. Cada teatro necesita sus propios personajes. 

Los expertos, por ejemplo. El sistema produce expertos como policía del pensamiento. Suelen ser aquellos que tienen una tribuna o un altavoz, un título oficial certificado por el sistema que oficialmente denigran y realmente apuntalan y una carga importante de impostura. Sirven para inclinar las discusiones en virtud de la propia existencia de su categoría. Nos enseñan a desconfiar de nuestro prójimo y a confiar en el poder y en ellos, que son sus heraldos. Como ofrecen soluciones irreales, muchas veces en respuesta a problemas que no existen, suelen servir solamente para trazar la línea entre lo tolerable y lo inaceptable.

Quienes no han llegado aún a esa categoría (circular: el experto da opiniones de experto porque es considerado un experto) pueden aspirar a hacerse portavoces de un grupo para asignar un punto de vista a toda la comunidad. Es falaz, ataca al pluralismo y es una violencia intelectual, pero funciona muchas veces. Acaso no hemos aprendido que casi todos somos simplemente peones en el juego. Sin agenda, sin ideas, sin demasiada esperanza, solo una rabia inmensa que se eleva sin forma contra el cielo incendiado del atardecer para formar otra imagen dislocada de este mundo confortable y extraño envuelto en su perpetua guerra, lleno de importancias falsas, hipocresía y daño, expertos venales, portavoces estúpidos y peones tratando de coronar en el tablero mientras lo asolan.

Sí, hemos abaratado todas las ideas a cambio de pretender extenderlas sin considerar que merecían un esfuerzo. Y esa deuda contra la realidad, la seguiremos pagando.

domingo, 18 de mayo de 2025

Domingo noche. 18-05-2025.

Este rincón conoció más otoños

Y ha vertido en la simiente su sentido

Añejo  de lo hondo y lo sagrado.

 

El arpa de los días ha marcado

De polvo y pesadez su luz ambigua

Y el vaso de sus noches deshojado.

 

Motas de polvo bailan con el alba dorada

Y un eco agudo de apresurados pasos

Roza la mansedumbre de la tarde.


Entre las horas, las hojas desecadas

mueren mientras el viento acarrea

silbidos tristes solitarios.

 

Callan dignos los libros de pieles malheridas,

El péndulo que exhala sus despojos

Las persianas que callan cuanto saben.

 

Ese rincón que ha vencido al otoño

Y ha muerto en él, desheredado

Guarda en su secreto corazón, que arde

El resto de mis restos congelados.






 

miércoles, 14 de mayo de 2025

El umbral de las cosas pequeñas. Catorce de Mayo.

Hay mañanas en las que el mundo parece resistirse al ruido. Las asocio a un sol cansado y agradable. Hay tardes lentas y luminosas en las que el silencio asciende con la luz y se transforma en un don, inmerecido, mas necesario. Todo respira en un sigilo antiguo, como si la calle, los pájaros, las ventanas mismas, se hubieran puesto de acuerdo para suspender la maquinaria del tiempo. En esos momentos, uno se descubre caminando más despacio, cuidando no perturbar con su sombra ese frágil acuerdo. Un susurro de hojas secas bajo los pies basta para recordarnos que también somos parte de lo que se rompe. Somos de aquel país siempre en un crepúsculo mortecino y suave, donde respira el silencio.

Me he preguntado muchas veces por qué nos (me) seducen tanto las ruinas, las grietas, los objetos olvidados. Tal vez porque ellos no luchan contra el desgaste, no temen desaparecer. Ya no sufren odio, rencor, la ambición desmedida de otros seres efímeros que en ocasiones parece todo lo que existe. Conllevan su desgaste con dignidad silenciosa. Una silla vieja, un libro mordido por la humedad, una fotografía desvaída... todos parecen decirnos: "Aquí estuvimos, y aunque ya no somos, aún vibramos". Que uno sepa sentir esa vibración o sólo perciba el silencio, poco importa. Hay música callada que construye paz de corazón.

A veces creo que vivimos demasiados días empujados por la prisa de ser alguien, de lograr algo. Pero el alma, pienso, tiene otro ritmo. Su respiración es lenta, circular, casi vegetal. El alma no construye imperios ni colecciona victorias; apenas murmura en los rincones donde los hombres olvidan mirar. Por eso, en días como hoy, me permito ser nadie: escuchar, tocar, pertenecer a las motas de polvo dorando la mañana.

He notado que los recuerdos más persistentes no son los grandes eventos, sino los detalles mínimos: el sonido de una cuchara en una taza de porcelana, el temblor de una hoja al caer, una mirada que duró apenas un latido. Somos esa suma de nimiedades, y en ellas, paradoja profunda que siempre nos traspasa, habita nuestra eternidad. La memoria no es un palacio, sino un jardín silvestre. No me pesará irme, pero sentiría pena de sentir al final que no lo cuidé como merecía, o que hubo días en los que no me esforcé en su cuidado. Porque afuera habitan todos los fuegos y la destrucción siempre parece pronta. Pero lo que existe es el momento de antes, el presente, donde respiramos, en el instante brillante cuyo fulgor ninguna eternidad sabe retribuir. 

Quizá, después de todo, la salvación esté en aprender a habitar esos umbrales invisibles: el borde entre la luz y la sombra, la frontera entre el olvido y la presencia. Allí donde nada es del todo seguro ni definitivo. Allí donde, por un instante breve y perfecto, somos verdaderamente nosotros mismos. Allá lejos en un umbral silente, un camino dorado o una presencia inasible, allá en el terreno misterioso donde se construye el umbral mágico de las pequeñas cosas.