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jueves, 4 de abril de 2024

Las inmensas preguntas. Cuatro de abril.

¿Es el sufrimiento inmanente? ¿Acaso, sería posible, elevarnos por encima del dolor? ¿Es la conciencia un ángel, un cierto guardián ciego, o es una ilusión creada por múltiples centros de experiencia que aún no aprendimos a distinguir? ¿Qué me une a las personas distintas que fui, algunas irreconocibles? ¿Es la esperanza, la ilusión de un futuro, la capacidad de modificar mis recuerdos para unirme en todos ellos y superponer una ilusión que llamo yo? ¿Es mi impresión de libertad otra ilusión inalcanzable? Y lo más extraño de todo, ¿por qué soy capaz de planteármelo, si soy incapaz de encontrar siquiera un indicio de ello? En fin, por qué soy capaz de preguntarme acerca de cuestiones abrumadoras que no deberían aparecer.

Una confusión irresistible que en ocasiones me invade es la de percibir todo con un orden que no es de lo que veo, sino de lo que hay dentro de mí. Pero dura poco y enseguida siento que yo me despojo de mi percepción misma y todo aparece como iluminado por un sol tenue y diferente sobre un planeta muerto. Un silencio eterno que nadie percibirá, cuando toda vida perezca. Algo que sólo existe en virtud de la presencia de algo que siente o piensa, en ausencia del ser, desaparece y a la vez se hace omnipresente. Mi hoy contradice mi ayer constantemente, sí. Pero es que pienso que no hay nada que tenga relación con lo demás si salgo fuera de mí y que todo es lo mismo cuando vislumbro cualquier aspecto de la realidad después de sentirlo o pensarlo.

Una obsesión que vuelve a mí es tratar de comprender, aunque sepa que nunca podré, porque soy consciente, sensitivo, porque somos la parte de la materia que trata de conocerse. Si la intuición es una sabiduría secreta y es cierto que comprender es recordar. Por qué, y esto es lo más extraño de todo, hay una selva de símbolos que puedo compartir con otros, porque la complejidad no me aísla sino que me aferra a otros y a la ilusión de que aún mantengo un hilo tenue de percepción con algo más allá de mí. Tantas veces me parece una ilusión, una cárcel de experiencia falsa que levanta la creencia en lo que nos ciega. Entonces, la melancolía y el desprecio me anegan, deseo desterrar mi conciencia, anular mi percepción y entregarme al alma del mundo, olvidándome completamente de mí. Y mi corazón se exalta tímidamente con esa elegante esperanza.

Miro ahora por la ventana perlada de gotas de lluvia, surcada de su agonía, reflejando diversamente las luces náufragas de esta noche. Las inmensas preguntas aturden mi mente y el viento, el río y los hierros de la ciudad son el fenómeno pasajero de esta noche, construida bajo una representación fugaz de un dolor que imagina su padecer porque se engaña creyendo que existe. Sé que lo que pueda darte el instante, la eternidad no sabrá traerlo de vuelta. Pero me pregunto si no debería dejar de buscarlo y aceptar lo que venga y simplemente ser, sea lo que sea que eso signifique y sea lo que sea que soy.



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