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martes, 26 de marzo de 2024

Dignidad. 26 de marzo.

Me he acostumbrado a no ver las noticias. Oigo las deportivas en programas nocturnos, porque suelen tratar de éxitos y sucesos que despiertan admiración, si uno trata de abstraerse de su entorno. Las redes sociales en ocasiones expanden algunas, también. No es frecuente, pero entre todas las tareas urgentes no es la menor aprender a rechazar la basura. En fin, que esta entrada la iba a escribir el pasado diciembre después de ver "Que bello es vivir" en la tele; esos días  Arabia Saudí seguía presumiendo de músculo de poder blando pagando cantidades enormes a deportistas.

Una de las cosas que mas me gusta de la película es su carga crítica a la codicia. Hoy, ayer, siempre, el dinero se sobrepone a cualquier jerarquía para demolerla y que nada más valga. No creo que deba ser impedido más que en el ejercicio de la libertad personal de cada uno. Es cierto que vivimos en un capitalismo absoluto y hay asuntos que deben trascender el dominio de los más afortunados. Personalmente, me resulta deplorable. No obstante, se me ocurre que la dignidad es un remedio más decisivo y honorable que la queja sempiterna de las almas bellas: se dice de aquellas que participan del mundo tal cual es, se quejan de su inocuidad y renuncian a participar en cualquier mejora provisional para mantener su ideal a salvo sin mancharse las manos.

Es muy fácil escribir en un blog que no lee apenas nadie, pero creo que existe una falta de dignidad global descorazonadora. Se ve en los relatos y en las noticias, en los héroes absurdos adoptados por la cultura popular contemporánea. Temerosos, víctimas de sí mismos, soñando venganzas imposibles y dedicando a su propósito una versión enamorada de su propia importancia. Es humano, demasiado humano...pero no es admirable. La hipocresía inversa de la hora requiere victimizarse para poder ser irresponsable, para sujetar el frío de la libertad a la pasión triste del resentimiento. Aquí hay que perder, o fingir que se pierde, exhibir la pobreza, la ofensa, el padecimiento, la lágrima y todo será perdonado. 

Creo que la dignidad, la conciencia del valor propio, erige una jerarquía impasible. no pide ventajas ni las concede. Nada puede vencerla. Se impone al relato interesado. No busca la venganza de la memoria desquiciada, le basta su propio instante de triunfo. El mundo no comienza con nosotros. Como hay avances evidentes, también recibimos de los días de ayer servidumbres heredadas. Luchar contra ellas es noble. La pelea contra lo que nos quiere herir y contra lo que nos quiere comprar sirve para elevar el momento a lo mejor de toda una vida. Y, en cualquier caso, lo contrario es entregarse a quienes quieren usar su protección para afianzar su dominio sobre conciencias inermes. Lo bueno de la integridad es que nunca puede ser compartida al abyecto impulso que llaman gregario.

La noche se desploma sobre la luz de la primavera. Todo pudiera ser nuevo, hay mucho bueno y no es la menor de las delicias de la vida alzarse sobre los escombros de los días y sentir la hermosura de decir un no que es un sí a todo lo que merece la pena.




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