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jueves, 7 de octubre de 2021

Nieve de Otoño. Parte II

Primera parte


Hans, que antes miraba con ojos grandes a su hermana pequeña, juega también en la nieve. Su risa se une al coro de la alegría que zigzaguea entre las callejuelas cerca de su casa. Tiene cinco hermanos mayores y aún no ha tenido que saber de las arduas jornadas de labor ni de privaciones. Quizá por eso sea hablador, zascandil, alegre. Como los cínicos, como los niños felices, sabe que el mundo es para aquel que desee capturarlo. A ello se dedica en los días sin fin, entre recado y recado. Su padre, curtidor, compraba los animales y en taller compartido con otros de su mismo oficio convertía sus pieles en prendas de la buena sociedad. Todos en su familia lo han visto, retirando la carne que otros desdichados compran para el mercado, usando los humores que dejan un efluvio gastado en su piel y nunca se desprenderán ya, secándola, ablandando sus cargas, que llevó una criatura, saturando sus huecos, ahumando y cosiendo. Es un hombre trabajador y aunque a veces ha llegado tarde a casa y con un olor a cerveza fuerte en su aliento, siempre se ha preocupado por su familia. Su madre, fina como un silbido y enérgica, ha construido un hogar de tantas vidas difusas sin ella. La ausencia de todos los brazos que puedan procurar un sustento ya no le pesa más. Son tiempos duros y se procura una mirada firme y una voz sin dudas. Hans la ha visto cocinar, reñir, abrazar, gritar, reír, pegar, llorar, acariciar su frente. Lo único que aún no sabe, y no comprenderá hasta dentro de un cierto tiempo, es que significa la mirada que a veces desliza contra la luz que tímida se filtra por los vanos de la casa y que trae el aroma de la mañana. Él sigue jugando y olvidando cada segundo cuando transcurre y se va. Mas súbitamente hay algo que capta su atención y las voces del mundo se aquietan en un silencio espeso y todo el color de la vida está frente a él, que no puede moverse ni sabe decir nada.




 

El mundo es todo lo que acontece. Lo que acontece incluye también todas las posibilidades que encierra el pensamiento. El pensamiento solo puede re-crear el sentido. Lo que tiene sentido es lo que avanza más allá del hecho. El hecho no acontece. Es el acontecimiento revelado. Hay acontecimientos que aún no han despuntado, como auroras futuras.  El acontecimiento y el hecho viven en islas distintas. El mar es el lenguaje. Más allá del lenguaje, no hay nada. El lenguaje transforma el acontecimiento en el hecho y crea olas de re-presentación que se funden en el mar, que une lo que es esencialmente distinto. Las palabras son fuente de malos entendidos. Entender es olvidar la confusión y mirar el principio. La re-creación y la re-presentación son iteraciones de un acto primordial al que no sabemos acceder. No sabemos acceder a aquello que desborda los límites de nuestra gramática.

Todas estas notas fueron halladas en la casa del ropavejero de Dresde. En el manuscrito aparecen las formas de los lugares en los que el texto, con interpolaciones y omisiones, había circulado. Antioquía, Padua, Bolonia, Tours, Varsovia, Toledo, Tánger, Kazán. Quien sabe cuantos lugares más, cuantas fórmulas, estudios, modelos de doctrina, parábolas cambiantes como el fuego en los oídos de los nuevos iniciados. Los que estudiaban la doctrina, anhelaban encontrar un nombre, acaso una sentencia, que pudiera simular o modificar el pasado. Ludwig había sido uno de ellos, como Aleister. Y W.B.

Todo eso hoy ya no importa. Aparece como el testimonio vivo y entrañable de un tiempo en el que la fé aún movía a los hombres, y aquella incauta pasión era su perdición y su gloria.

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